El mismo día en que el presidente Luis Abinader visite Pedernales para dar el esperado palazo de arranque del proyecto de desarrollo turístico y despejar mares de dudas sembradas por demagogos políticos, debe de resolver otra aprensión colectiva: ¿lo limitarán a Cabo Rojo?

El acto ha sido programado para el 23 de junio de 2021 en el viejo muelle de embarque de bauxita y caliza de la estadunidense Alcoa Exploration Company,  a 20 minutos en coche desde el parque central de la capital de la provincia fronteriza, en dirección este-sur.

El mandatario ha reiterado que  implementarán desde cero el primer modelo de desarrollo turístico sostenible basado en alianza público-privada (APP). Y ha garantizado respeto absoluto al medio ambiente y un desarrollo integral.

Funcionarios claves como el director ejecutivo del proyecto, viceministro de Cooperación de Turismo, Carlos Peguero, y el director de Alianzas Público-Privadas (DGAPP), Sigmund Freund, han insistido en que la comunidad será parte activa del proceso.

Pero mucha gente de la comunidad aún teme a la probabilidad de un trasplante de algún modelo empobrecedor que enarbole lo masivo, facilite la sobreexplotación de los recursos naturales y circunscriba a las comunidades receptoras de los turistas a un plano pasivo y periférico, mientras se desarrollan enclaves de bienestar.

La duda es razonable. Y bien que postule por un balance. Tiene a la vista ejemplos con deudas sociales acumuladas enormes con las comunidades receptoras.

Este jueves 17 de junio, a media mañana, durante un acto en el salón La Mancha del hotel Barceló, la Asociación Dominicana de Prensa Turística (Adompretur) presentaba en edición de lujo su primera revista: Turismo Dominicano. El principal título de la portada no deja dudas sobre la urgencia de construir nuevos caminos para satisfacer a otros segmentos de turistas más enfocados en la personalización y en el disfrute del medio ambiente. Dice: Nueva visión del desarrollo del turismo.

Excelente. Ese es un nicho digno de atender. Una nueva visión del turismo implica verlo como fenómeno social con participación de todos los actores del espectro, no como mera actividad económica de una industria que fabrica determinado producto para venderlo y obtener plusvalía.

A partir de esta perspectiva holística, las comunidades y sus integrantes (el destino) son tan importantes como el turista. Y, entre ellos, en el mismo plano, deben de darse interacciones para retroalimentarse culturalmente sin menosprecio de la identidad de ninguna de las partes.

El presidente Abinader tiene en Pedernales la oportunidad de inscribirse de manera positiva en la historia. Nada difícil, si no se deja abrumar por la avalancha de intereses, a ratos fétidos, que medran en cualquier lugar donde huela a negocio.

No tiene que provocar una disrupción con nada porque –como él mismo y los subalternos han repetido- comenzarán desde cero, bajo la sombrilla del Fideicomiso Pro Pedernales (FPP).

El presidente Abinader tiene a su favor la coyuntura internacional. Pese a las crisis sanitaria y económica provocadas por la pandemia del SARS-CoV-2, hay turistas con hambre de ofertas diferentes en el Caribe, distantes de lo masivo. Y tiene a un Pedernales virgen que se podría convertir en la prometida tacita de oro.

Así que no debería perder tiempo más allá del 23 de junio para anunciar el desarrollo parejo de la provincia.

El Gobierno puede y debe construir el Frente Marino de Pedernales, cuyos estudios de factibilidad y diseño pagó con dinero del erario. No sería un gasto; la obra se pagaría sola.

A lo largo de kilómetro y medio, en dirección oeste-este, el municipio se merece un malecón, una zona de recreo, un anfiteatro, una marina, proyectos inmobiliarios. Le urge adquirir nueva vida, hacerla atractiva, también.

La costa del pueblo no debe convertirse en un arrabal donde reinen la anarquía y la promiscuidad. Así terminaría si dejan al desgaire. Ha pasado en otras provincias costeras.

Esperamos con ansias esa gran noticia.