En los últimos días se ha puesto en evidencia, a través de las reseñas de los periódicos y las visitas de los candidatos, que han comenzado los preparativos y arreglos para el próximo torneo electoral del 2024.

Los candidatos y voceros de los partidos dan a conocer los resultados de preferencias de las encuestas políticas, se inauguran nuevos locales de los partidos, se reestablecen las visitas y contactos con los cuadros políticos a nivel nacional y en exterior y se construyen los relatos sobre los pronósticos electorales.

Para algunos analistas, estamos experimentando una nueva reconfiguración del mapa electoral, de un virtual empate “técnico” entre el presidente Luís Abinader y el expresidente Leoner Fernández y, en un lejano tercer lugar el PLD. Según algunas predicciones, se avecina una polarización de las fuerzas políticas entre el PRM Y FP y sus satélites o, partidos minoritarios aliados.

Hay que reconocer que el primer mandatario no la tiene fácil. Los desafíos que enfrenta el presidente Luís Abinader para posicionarse en el electorado dominicano, son muchos y variados. Comencemos por la crisis económica. Todos estamos consciente que el actual mandatario ha tenido que gobernar en medio de una crisis fiscal heredada, de las consecuencias económicas de la pandemia y actualmente del incremento de la inflación, producto de la crisis mundial asociada a la guerra entre Rusia y Ucrania. También enfrenta una crisis política, debido a los permanentes escándalos de corrupción y, narcotráficos, de algunos congresistas y funcionarios públicos, que deterioran la confianza en el PRM y los partidos en general, como también, debe enfrentar el agravamiento de la crisis social, asociada al incremento de la inseguridad ciudadana, la desigualdad y la exclusión social de sectores importantes de la población dominicana.

En defensa del gobierno y el actual mandatario, se podrían argumentar los logros en el control de la pandemia, la recuperación de los empleos perdidos y, el gran esfuerzo realizado en el adecentamiento (limpieza) de la administración pública, en la justicia y, las luchas en contra de la corrupción. Y  todavía están por verse los resultados, a favor o en contra, de los diálogos sobre las reformas en el consejo económico y social.

En favor del expresidente Leoner Fernández, hay que reconocer que  mantiene un alto nivel de popularidad, producto de un liderazgo muy expresivo, templado en las luchas política-electorales, pragmático y reflexivo, con una enorme capacidad de conocer y monitorear los cambios políticos nacionales e internacionales y actuar en consecuencias. Sin embargo, en su contra se puede argumentar el fortalecimiento del presidencialismo; es decir del control del ejecutivo, sobre el poder judicial y legislativo y, las acusaciones de corrupción e impunidad durante los períodos que gobernó.

Sin embargo, a pesar de lo pro y los contras de ambos candidatos, los que me interesa destacar es que, en los pronósticos electorales sólo se toman en cuenta las estrategias de los partidos y los líderes políticos y, se deja fuera la capacidad de la sociedad civil, los movimientos sociales, los medios de comunicación y las redes sociales, de incidir en la conciencia ciudadana y las preferencias electorales.

A pesar del corporativismo y clientelismo que prevalece en la política dominicana que, según las palabras del expresidente Danilo Medina, hay que pagar para participar en política electoral de los partidos. Las elecciones del 2020 y la derrota del PLD, demostraron que la elección de un candidato presidencial no se decide únicamente por la crisis económica o, la fortaleza de la maquinaria electoral partidaria, sino que hay que tomar en cuenta, la capacidad de movilización de los movimientos sociales y, el poder de los medios de comunicación y las redes sociales.

Las elecciones del 2020 demostraron que, el electorado dominicano no se reduce a una clientela de consumidores de ofertas políticas, a un “homo economicus-racional”, que sólo vota y actúa por sus intereses económicos.

A pesar de lo contingente de los movimientos sociales de Marcha verde y la Plaza de la Bandera, ellos demostraron que ha habido un cambio en la cultura cívica ciudadana. A partir de estas experiencias, estamos conscientes que no se puede reducir a una supuesta “cultura light” de una masa de jóvenes “desinteresados” de los procesos políticos.

Los pronósticos electorales deberían tener en cuenta no solo el entorno económico, el posicionamiento de los partidos y las capacidades estratégicas prácticas y discursivas de los líderes políticos, sino también los cambios en el electorado dominicano.

De todas formas, hay que tomar en cuenta que los partidos ya no están solo en el escenario político y los posibles resultados del próximo torneo electoral 2024 van a depender también de la capacidad de organizaciones de la red de instituciones de la sociedad civil, la movilización de los movimientos sociales populares (juveniles, ambientalistas, feministas) y el poder de los medios de comunicación progresistas y las redes sociales.