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Fotograma de la película El Padrino, tomado del dominio público

(¡Qué banalidad! Escribir sobre un gato en el cine. ¡Hasta dónde ha llegado la intrascendencia de los Estudios culturales!).

Qué

La secuencia inicial de la película El padrino (1972), dirigida por Francis Ford Coppola y basada en la novela del mismo nombre, escrita por Mario Puzo, presenta a su protagonista don Vito Corleone, el Padrino (Marlon Brando), acariciando un gatico sin nombre. El plano-secuencia abre con la voz en off de Amerigo Bonasera, contándole al Padrino el abuso que cometieron el novio y un amigo norteamericanos contra su hija; luego emerge de la oscuridad, en un primer plano, el rostro de Bonasera. Como inmigrante italiano, Amerigo (América) Bonasera (Buenas tardes) creía en el “sueño americano” y en su sistema judicial, pero a partir del abuso a su hija y la liberación de los perpetradores, pierde toda esperanza y decide recurrir al Padrino para que vengue la afrenta.

Por qué

Hasta ahí todo va bien, pero por qué introducir un gato, ¿cuál es la función del gato? No estamos hablando de cualquier gato. Es el michi de don Corleone, del Padrino; el minino ahijado que mira a Bonasera con desconfianza.

 Según Maximiliano Rivarola, la inclusión del gato en la escena no estaba prevista, pero éste andaba rondando por el plató de filmación. Coppola improvisó y Marlon Brando, amante de los animales, aceptó incluirlo en la escena. ¿Qué añade el gato a la Mise-en-scène? ¿Cuál es su función?

Lo obvio

Trivialidad de la que está hecha la vida cotidiana. Acto deliberado. Bonhomía de Vito, su ternura, su lado humano en contraste con la crueldad de sus procedimientos criminales (degollamiento del caballo). Se ha dicho también que el gato contribuye a crear una atmósfera de tranquilidad, con su ronroneo y tierno maullido, en medio de las negociaciones en las que don Corleone es reconocido por su coterráneo Bonasera como “el Padrino”.

Digresión

El crítico y filósofo francés Roland Barthes… ¡but wait a minute! ¿Y los Estudios Culturales articulan teoría y filosofía? Claro que sí. Los Estudios culturales fueron fundados por Richard Hoggart, Raymond Williams, E. P. Thompson y Stuart Hall. Además, se basan en la filosofía de Antonio Gramsci, la escuela de Frankfurt formada por Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, Erich Fromm y Walter Benjamin. En los Estudios culturales, lo importante no es el objeto de estudio, sino la reflexión filosófica o poética sobre el mismo. No existe un objeto de estudio único, exclusivo o privilegiado para la filosofía o la poesía. El oscuro filósofo franco-argelino Jacques Derrida escribió un ensayo sobre un gato titulado El animal que luego estoy si(gui)endo. Con respecto a la poesía, Pablo Neruda, en sus Odas elementales, le dedicó una oda al gato y otra a la cebolla y un poeta dominicano cuyo nombre no quiero acordarme le dedicó una oda al mangú. De manera tal, que no es el objeto lo que importa, sino el tratamiento dado al mismo. Finalmente, los estudios culturales son deudores del proyecto semiológico de Ferdinand de Saussure y Charles Sanders Peirce quienes fundaron las bases del desarrollo posterior de la semiología moderna como ciencia general de los signos.

Más obvio

Como les iba diciendo, Roland Barthes distingue entre lo obvio y lo obtuso en la narración fílmica. Lo obvio, como implica su nombre, vendría a ser la narración en un plano denotativo, informativo, legible, la historia (lo que se cuenta): un inmigrante italiano va a la casa del Padrino a pedirle justicia por la afrenta de su hija. Obvio del latín obvious, “lo que va delante”, lo que está delante de tus ojos; en el plano denotativo, un gato es un gato.

Obviamente, don Corleone aparece de espaldas, en la conversación, en contraplano con Bonasera. Corte. Plano medio corto de don Corleone. Corte. Plano de conjunto: don Corleone sentado frente a la cámara; Bonasera, Santino y Tom, de espaldas a la cámara. Corte. Plano medio largo: y aquí aparece nuestro michigonista (gato sin nombre), retozando bocarriba sobre la distraída caricia de la mano del Padrino.

La fotografía de esta secuencia, en la que participan Don Corleone, Bonasera, Sony y Tom, es obviamente barroca. Como en los cuadros de Diego Velázquez y de Michelangelo Merisi de Caravaggio, apenas se ven los rostros iluminados; es un chiaroscuro que consigue una sensación de volumen, al modelar objetos y figuras tridimensionales. Deudor también del cine noir, aunque a color, el contraste claro-oscuro le da dramatismo a la escena. Pictorialismo; carácter pictórico de la foto del barroco.

En el plano narrativo, el sentido obvio es evidente (se puede ver), porque está delante de nosotros: la secuencia tiene la función de introducir a Vito Corleone, el Padrino, junto a su hijo Santino (Sony) y su consigliere Tom Hagen, dispensando justicia al desencantado Bonasera, que soñó el “sueño americano”.

Lo obtuso

En su ensayo “El tercer sentido”, Barthes señala que “El sentido de la significancia es un sentido agregado, “añadido”, sumado, denominado Sentido Obtuso, de obtusus: “romo, de forma redondeada”. El sentido obtuso parece como si se manifestara fuera de la cultura, del saber, de la información. El sentido obtuso no está en la lengua (ni siquiera en la de los símbolos). El sentido obtuso no interfiere en el sentido simbólico, no lo minimiza ni lo agranda ni lo expande. El sentido obtuso es discontinuo, indiferente a la historia y al sentido obvio” (49-65). El sentido obtuso, en fin, es la poesía. De los cientos de fotogramas que atraviesan mis pupilas en los seis minutos de la secuencia inicial, apenas dos o tres son “significante sin significado” (4). ¿Qué es la poesía?, se pregunta Derrida. “Pues el pensamiento del animal, si lo hay, depende de la poesía” (Derrida 22). Pienso en los gatos obtusos de Baudelaire, Rilke, Neruda, Borges, Cortázar, Szymborska, y tantos otros poetas. Y el ubicuo gato de Schrödinger.

¿Dónde reside el sentido obtuso de los fotogramas de don Corleone con el gato cargado? El violento contraste del traje oscuro y la camisa muy blanca, el botón de la rosa de sangre en la solapa, las rayas grisáceas del minino esfuminadas en el negro funerario de la chaqueta; la luz que como en los cuadros de Caravaggio asesina las sombras, arriba a la izquierda; un don Corleone comprensivo, preocupación en la mirada, la mandíbula prognática y el gesto de rascarse el bigote ralo con el revés de las uñas.

¿Y nuestro michigonista? Ajeno al drama y a la violencia, el barcino gris atigrado en su regazo; lejos del crimen organizado, el tigre mínimo, en vez de decirle a don Corleone “¿Quiere ser mi amigo, Padrino?”, trata de morderle una mano; porque el gato está fuera del lenguaje y la historia, así como el sentido del fotograma está fuera del lenguaje. El contraste del retozo del gato sobre la mano del Padrino y la gravedad del asunto tratado; el contrapunto entre el ronroneo del gato y la textura cansada, melcochosa de la voz del Padrino. ¿Quién soy?, parecería preguntarse el Padrino frente a la mirada del otro radical que es el gato.

Suspensión de los sentidos frente a la belleza que duele, porque no se entiende. Barthes lo expresa de la siguiente manera: “La belleza puede sin duda jugar como un sentido obtuso… pero esta obtusidad sobrepasa a la anécdota, se convierte en embotamiento del sentido” (7). Lo contrario de agudo, el tercer sentido es boto porque ha sido ‘achatado por un golpe’ (derivado de obtunděre).

Obviamente banales, los fotogramas del gatico callejero en el regazo del Padrino no solo contribuyen a crear una atmósfera relajada que muestra su lado humano, sino que también son de una belleza barroca que hiere. Es el punctum del fotograma.