Apelar a la ignorancia de los pueblos y a sus necesidades primarias es vieja y manida estrategia; favorita de dictadores, líderes demagogos y políticos inescrupulosos, ávidos de poder. Cuando se defendían doctrinas y principios se agitaba al populacho ofreciéndoles redención a través de programas definidos. Hoy, sin causas que defender, sin principios, los políticos manipulan la ignorancia con el único propósito de administrar el Estado. Es una maniobra elemental y alevosa, que sirvió al PLD durante veinte años, pero que ya no le sirve.

Noam Chomsky, padre de la “revolución cognitiva”, denuncia y explica diez Estrategias de Manipulación Social. De ellas, enunciaré dos, la sexta y la séptima, que fueron maliciosamente aplicadas por Leonel Fernández y Danilo Medina, junto al Comité Central de su partido, a manera de herramienta esencial para mantener el poder, facilitándoles la corrupción y el desmantelamiento de las instituciones.

Siendo Danilo conocido como estratega y Leonel como especialista en mercadología y comunicación política, debemos suponer que el primero fue el ejecutor y el segundo el diseñador de la pésima educación que impusieron a nuestra juventud durante veinte años.

En su estrategia número seis, Chomsky nos dice que utilizar el aspecto emocional, mucho más que la reflexión, es esencial para engatusar al público y colar falsos mensajes. En cuanto a la séptima, nos habla de mantener al público ignorante y mediocre, con niveles ínfimos de educación; imposibilitándoles entender la manera en que son manipulados por las clases gobernantes. Estas tácticas son bien conocidas por el expresidente Fernández, especialista en comunicación. Su ambición desmedida y su riqueza ilimitada lo transformaron en un ventajista del olvido y la ignorancia.

Sin remordimiento, diseñaron una población de ignorantes a la que insisten en seguir sacándole provecho político, pues siguen convencidos de haber creado un pueblo a su servicio, únicamente atento al movimiento de sus tripas. Si bien en una época fue así, ahora no.

“El señor de Funglode” estuvo doce años en el poder resistiéndose tozudamente a incrementar el presupuesto para la educación – asegurándose de que los ciudadanos solo pensarán en comer, beber y alumbrarse por las noches. Ahora vuelve apelar a esa supuesta idiotez, acompañado del PLD y del mercantil PRD, afirmando que no procede una modificación constitucional, que aquí esas cosas no interesan al pueblo. Confía en que la dilapidación que prohijó Danilo Medina del cuatro por ciento mantiene al ganado comiendo yerba.

Se reafirma, sabiendo que cuando el PLD abandonó el poder los organismos internacionales nos situaron entre los países peores educados de América Latina, con paupérrimos maestros, y de un muy bajo rendimiento académico. Unos dominicanos de pocas luces susceptibles al engaño.

Si bien es verdad que nuestras mayorías son incultas y de poca educación, ellos pasan por alto que hoy, hasta el dominicano más simple, lleva un celular en su bolsillo, conoce las redes sociales, conectan con Youtube, atienden las declaraciones de la clase medias y, muy importante, saben que gran parte de sus miserias fueron causadas durante los mandatos peledeistas. La vieja y elemental estrategia de comunicación que apela a la ignorancia cada vez sirve menos.

Contrario a las creencias del PLD, de la FP (misma gente con diferentes siglas) y del mercenario PRD, una gran mayoría de este pueblo quiere tanto la institucionalización del país como las tres calientes. El rebaño ya no es fácil de pastorear. Ahora conocen la historia reciente y no quieren repetirla. Quizás el actual gobierno no sea el ideal, pero en pocos meses ha producido cambios institucionales mayores que los que la oposición logró en cinco períodos de gobierno.  La gente lo sabe.

Así las cosas, van quedando desarmados los mentirosos y demagogos. No pueden colocar engaños como antaño. Por eso, si quisieran tener alguna vigencia, tienen que dejar de hablar pendejadas. Recordar -ahí está la historia para comprobarlo- que nada es más peligroso para los vaqueros que un ganado en estampida.