Quien suscribe y el novelista Viriato Sención, quien amaba sutilizar e indagar en torno a los mecanismos secretos del arte y de la inteligencia, acostumbrábamos a dilucidar temas, a tratar de colocar foquitos de luz donde primaba lo oscuro. Cierto día, “el comportamiento de los dominicanos a la hora de votar”, fue el tema elegido. Nos enfocamos en décadas y elecciones cruciales, y lo que descubrimos, en un mano a mano, no de tango gardeliano, sino de merengue, fue sorprendente.
-Los dominicanos votan bien- Ese eureka rebotó en nuestras conciencias.
Esa fue la primera conclusión, para finalizar posteriormente, con un dejo de pesadumbre. “Quienes terminan fallándole al pueblo son los gobernantes, aliados a las élites y los intereses más espurios, quienes se encargan con el arte del retorcimiento más críptico, cambiar el rumbo cuando promete ser luminoso y próspero para los de abajo”, me dijo Sención mientras saltaba del tupido mueble desde el acostumbraba a teorizar.
Viriato se marchó del valle de los vivos, y lo que ha pasado ha seguido el mismo derrotero. En sucesivas elecciones el patrón se repite: dominicanos votando bien, y gobernantes gestionando de la forma más canallesca. Estudiando patrones, viendo números, cotejando resultados y actuaciones de protagonistas, eso, en demasía, compruebo. He aquí el conteo.
1962. Luego de terminar el dictador Rafael Leónidas Trujillo o el célebre “Chapita”, tirado en el baúl de un vehículo, y todavía el hedor de su régimen llegando a leguas, en las primeras elecciones libres en tres décadas, en el año 1962, el pueblo elige en fiesta electoral libérrima a Juan Bosch. Fue lo más sabio, Bosch, cuentista y estudioso social de fuste pero sin fusta, encabezaba y proponía ejecutar el más hermoso y ambicioso proyecto de reformas sociales. Que se haya dejado tumbar, que las élites o sectores poderosos se confabularon (iglesia, la embajada aquella y los militares avecinados siempre a los peores intereses, es harina de otro costal, y que yo como panadero prudente, por ahora, no amaso.
1966-1978. Los doce años de Balaguer.
1966. Luego del golpe de Estado a Juan Bosch, político éste que se caracterizó toda su vida política por desatinos e inconsistencias, se le ocurrió decir a sus seguidores que fueran con piedras y palos a las urnas a defender sus votos. Como era de esperarse, nadie iba a exponer su pellejo y muchos se abstuvieron, y el gallo colorao Balaguer ganó. Solo un 57 por ciento fue a las urnas.
1970. El cuadro político aún no se había modificado. Balaguer se reeligió. Un 63.5 por ciento acudió a las urnas. Era lo previsto y lo lógico. La oposición mostró inconsistencia y el Estado, la suya en abonar las calles de terror y cadáveres. El PRD, aun con Bosch en sus predios, reconoció mansamente el triunfo.
1974. El Acuerdo de Santiago, creado con el fin expreso de derrotar a Balaguer, y con todo y general golpista e infame de Abril, llevado como vice, finalmente no concurrió a elecciones. Balaguer se reeligió, pero el gallo ya estaba casi acorralado, el pueblo estaba esperándose en la bajadita.
1978. Fue una época brava. El pueblo, ya harto de la era balaguerista, se comportó a la altura. No le importó las bayonetas y fusiles con pañoletas rojas adornándolas y ensombreciendo el viento, la fuerte represión balaguerista, ni los cadáveres que aparecían para intimidar a los votantes. A las urnas se fue y se venció, dándosele un golpe de bolsón al gallo colorao, con un porcentaje de votación de un 75,8 por ciento.
En definitiva, si se estudia el comportamiento electoral del dominicano podemos ver que ha saltado el clientelismo, la poca educación, la voracidad y la mentira.
1982. En este año, alzando y enarbolando la consigna de manos limpias, que terminaron ensangrentadas y con grilletes, el pueblo le compró el discurso y votó por un jurista: Salvador Jorge Blanco. Fue lo más sabio. La bestia del reformismo estaba viva, y el triunfo blanco, (dejando de lado aspectos negativos de un jorgeblanquismo irreflexivo), y su transitoria liquidación, quedó por el momento asegurada.
1986. Quien se divide en su casa no merece el triunfo. Los perredeístas haciendo caso a su ADN de autofagia permanente y divisionista, se la puso fácil a Joaquín Balaguer, quien retornó cual Cid Campeador. Buen castigo del pueblo.
1990. Juan Bosch siendo coherente a su accionar desacertado en términos políticos, se negó a hacer una alianza con el líder perredeísta José Francisco Peña Gómez, con la cual habría obtenido un triunfo holgado. Joaquín Balaguer cobraría caro este acto de soberbia. Un hábil tejemaneje y la trampería política, favorecieron que Balaguer se quedara.
1994.- El pueblo se volcó a votar por el más carismático líder de todos los tiempos. Pero Balaguer cobró aunque ganara Peña Gómez. Fino birlador y experimentado truhan de arrebatar finamente cuando pierde, el doctor Balaguer y el PRSC robaron las elecciones. El zorro líder rojo empujó a acuerdo-trampa gobernar dos años y hacer elecciones en el 1996.
1996.- El pueblo volvió a votar bien. Lo hizo por Peña en la primera vuelta, pero en una segunda vuelta el nativo de Villa Juana, Leonel Fernández, quien aún no mostraba melena y oscuras mañas, se alzaría con el santo y la limosna que le ofrendaron desde el infame Frente Patriótico.
2000. El pueblo volvió a sus aguas de votar correctamente. Sacó al PLD, mediante un dicharachero candidato llamado Hipólito Mejía a un desdibujado Danilo Medina, pero un desastroso gobierno de Mejía, caracterizado por quiebra de bancos e inflación galopante, hizo que el pueblo volviera sus ojos hacia los líderes morados y al villajuanense supremo: Leonel Fernández.
2004. Luego de la desastrosa gestión presidencial de Hipólito Mejía, donde quebraron tres bancos (Bancredito, Mercantil y Baninter), una votación abrumadora saca del poder al guapo de Gurabo y retorna al poder Leonel Fernández.
2008. No le fue muy difícil a Leonel Fernández reelegirse y derrotar al candidato presidencial del Partido Revolucionario Miguel Vargas Maldonado, quien pese a todo sacó una votación de un 40 por ciento frente a un 53 por ciento del candidato morado. La historia posterior demostraría que Vargas no merecía nunca convertirse en el primer mandatario de la nación.
2012. A pesar de que duró varios meses teniendo una amplia ventaja durante la campaña electoral, Hipólito Mejía cayó derrotado frente al desabrido candidato peledeísta Danilo Medina, en unas elecciones que estuvieron matizadas por la utilización masiva de los recursos del Estado, siendo esto confesado por el propio presidente Leonel Fernández, quien en la ciudad de Nueva York confesaría la cantidad de dinero que invertiría para convertirlo en presidente de la República.
2016. Luego de cuatro años de relativa estabilidad, y donde el estado clientelar estaba consolidado, Danilo Medina logró la reelección, pero una gran presión le impidió sus deseos continuistas.
2020. En el 2020 el pueblo se comportó de nuevo épicamente. Fue una elección que recordó a la del año 1978 cuando Antonio Guzmán se convirtió en presidente. Si en el 1978 el pueblo derrotó las bayonetas y el terror, en estas elecciones el pueblo se burló de la pandemia y el río de dinero que amenazaba con ahogar la democracia, que era el fiel representante de la torpeza y los grupos que se benefician al crear mafias judiciales y económicas. Fue una tunda a los morados que pensaban que con dinero se podía todo, a un PLD que más que nadie conoció el fango de la corrupción administrativo, y allí se emporcó con gran regocijo.
En definitiva, si se estudia el comportamiento electoral del dominicano podemos ver que ha saltado el clientelismo, la poca educación, la voracidad y la mentira. Los políticos electos, son quienes han representado la canallada de una película que se hace larga, pero a la que algún día habrá que ponerle un glorioso final. O un ya es suficiente.
Y es que los dominicanos, hasta donde han podido y en la mayoría de las ocasiones, han saltado el charco asqueroso del clientelismo, la falta de educación, y la pobreza en que han sido arrojados. Cobardes han sido las élites y los elegidos, que siempre terminan arrodillados al dios Mammón. Les ha faltado, lo mejor y esencial: el amor a la patria y a sus ciudadanos, el querer desde el fondo de sus corazones el desarrollo para todos. Lo de ellos ha sido el desprecio por los de abajo, y el dedicarse a enriquecerse burdamente.