La inversión extranjera directa (IED) desempeña y ha desempeñado un papel crucial en el desarrollo económico de países en vías de desarrollo como la República Dominicana, contribuyendo en diversos sectores con la generación de más de un millón de empleos directos e indirectos en el país, hasta la fecha.

La inversión extranjera directa se puede definir como la adquisición de empresas o activos en el extranjero como inversión a largo plazo. Existen diferentes tipos de IED como: las inversiones horizontales, las inversiones verticales, los conglomerados de empresas y las inversiones plataforma. Las inversiones horizontales establecen el mismo tipo de negocio que opera en un país hacia otro, por ejemplo, como cuando Apple inicia operaciones en el extranjero; las inversiones verticales, que establecen parecidas pero diferentes actividades de un país a otro, como lo puede ser una planta de producción de piezas para automóviles, por ejemplo, la Hyundai; los conglomerados de empresas, que consisten en inversiones de una empresa en un sector no relacionado a su negocio origen, como lo ha hecho la cadena de supermercados Walmart, en inversiones en el mundo automotriz; y las inversiones plataforma, que son las inversiones que realiza una empresa en un país extranjero con el fin de exportar sus productos a su país de origen, como lo ha hecho Ford, comprando plantas de producción en Irlanda con el objetivo de exportar de vuelta a Estados Unidos.

En un mundo globalizado, la atracción de inversiones extranjeras se ha vuelto crucial para el desarrollo económico y la prosperidad nacional. El cierre a la inversión extranjera condena a un país al estancamiento y al fracaso, especialmente en una era de interconexión global, que impulsa la competencia y la movilidad del capital económico y tecnológico.

Para algunos, este crecimiento podría verse como desproporcionado e incluso peligroso para la salud de la humanidad; otros, en yuxtaposición, son fieles creyentes y defensores del progreso. Este progreso exponencial ha levantado alarmas inclusive en países desarrollados, ya que han aparecido nuevos desafíos como lo es el desplazamiento de la mano de obra por máquinas, el trabajo remoto, entre otros.

Es cierto que el principal beneficio para el país que recibe la inversión es la creación de empleos. Con las nuevas soluciones que se han encontrado para trabajar remotamente, ya muchas empresas no requieran la misma cantidad de fuerza laboral, e incluso pueden prescindir de esta. Pero también, no deja de ser beneficioso, la inyección de capital, económico y tecnológico, que percibe el país receptor, y que se produce cuando una empresa extranjera comienza sus operaciones en determinado territorio.

Nuevas tecnologías como las inteligencias artificiales han y seguirán abriéndose paso hacia todos los confines de la tierra y terminarán acaparando todas las diferentes industrias, por más grandes o pequeñas que estas sean.

En nuestro país, aunque ha habido inversiones extranjeras desde antes, fue a comienzos de los años 2000 cuando hubo un notable aumento en la cantidad y diversidad de inversiones extranjeras en varios sectores de la economía dominicana. Gracias a una serie de reformas económicas, que incluyeron la liberalización del comercio, la privatización de las empresas del Estado y la apertura a la inversión extranjera directa, se produjo una atracción de inversores extranjeros que ayudaron a establecer el país como un destino atractivo para la inversión.

Contrario a lo que se cree erróneamente, la privatización de las empresas del Estado fue un gran avance para la economía dominicana. El principal fundamento de los detractores de estas políticas no es más que puros intereses electorales o tal vez, porque desde la lejanía, la cosecha ajena siempre es más abundante, ya que no se encuentra ningún fundamento económico en sus argumentos.

Durante este período, hubo un aumento significativo en la inversión extranjera en sectores como el turismo, la manufactura, las telecomunicaciones, la energía y la industria financiera. Grandes cadenas hoteleras invirtieron en la construcción de resorts y hoteles de lujo, mientras que empresas multinacionales establecieron fábricas y plantas de producción en zonas francas y parques industriales en todo el país.

Este auge de la economía no pudo haber sido posible, sin temor a equivocarme, si no es gracias a la política económica y a la liberalización de los mercados, que se llevaron a cabo en los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

La estabilidad económica y política, la reforma de liberalizar la economía, los incentivos fiscales y la integración de la República Dominicana a la economía global, al participar en acuerdos y tratados internacionales como el DR-CAFTA, son el resultado de lo que presenciamos hoy en día. Gracias a estos esfuerzos, gozamos de un país atractivo a la inversión, y consolidado como el principal receptor de inversión extranjera del Caribe.

El futuro de la inversión extranjera en el país es prometedor. Habiendo ya abastecido la demanda de un turismo paradisíaco y de relajación, el próximo paso a tomar por la industria turística en el país debería ser abrirse paso hacia un turismo más sostenible como el turismo cultural y ecológico o ecoturismo. El país debe replicar las cuantiosas inversiones que se han llevado a cabo en complejos turísticos, como los resorts y hoteles de lujo en destinos como Punta Cana y Santo Domingo. Actividades como el senderismo, el montañismo, la escalada y la acampada, y para los amantes de la vegetación y los animales, lugares como la Cordillera Central, copada por montañas y el pico más alto del Caribe, el pico Duarte, representan un destino que el país tiene para ofrecer, y que podría explotar de manera responsable y sostenible.

Como el país ha demostrado ser un destino favorable y óptimo para la inversión extranjera, se ha colocado en el foco de grandes oportunidades de vanguardia. Esto así, por el papel que ha adoptado el país como potencial destino de nuevas inversiones en los sectores de tecnología, en tanto precursor en el Caribe, en las áreas de la elaboración de suministros tecnológicos. Grandes compañías multimillonarias estadounidenses, aprovechando los subsidios que el Gobierno Americano facilita para la proliferación de alianzas estratégicas con los aliados de EE. UU., ya han expresado su interés para abrirse camino en lo que, para algunos expertos, pareciera tomar el rumbo de convertirse en el nuevo Silicon Valley de América Latina. Inversiones como estas, supondrían un gran salto hacia la solidificación de la República Dominicana como referente mundial en la manufactura de recursos, tan fundamentales para la elaboración de tecnologías avanzadas.

Ser el centro tecnológico del Caribe significaría un fuerte impulso al desarrollo de la industria tecnológica en la República Dominicana. Esto incluiría la atracción de empresas de alta tecnología, startups innovadores y talento especializado en áreas como la informática, la ingeniería de software, la inteligencia artificial, la biotecnología, entre otras.

La presencia de un ambiente tecnológico competitivo crearía un sin número de ofertas laborales para áreas especializadas, generando salarios competitivos, disminuiría la fuga de cerebros, fenómeno que ha estado de moda en las áreas de las STEM (ciencias, tecnologías, ingeniería y matemáticas) de nuestro país.

El desarrollo de nuevas empresas, la generación de ingresos extranjeros inyectados a la economía nacional y la introducción de capital, ambos tecnológico y económico, también significaría un avance, y crearía una nueva oportunidad de negocio para el empresariado dominicano, que tendría que adaptarse a los modelos de competitividad internacionales.

Esto también incentivaría la investigación y el desarrollo. Requeriría que, por parte de las universidades dominicanas (la estatal y las privadas), se llevara a cabo una revisión y actualización continua de los programas educativos para asegurar que los graduados posean las habilidades necesarias para enfrentar los nuevos desafíos tecnológicas. La introducción de tanta oferta laboral a nuestro país –lo que se conoce como el suministro laboral–, aumentaría la demanda laboral. Por consiguiente, aumentaría la demanda de universidades que ofrezcan carreras STEM, y que posean currículos de vanguardia, a fin de impulsar la innovación y la creatividad.

Nuevas tecnologías como las inteligencias artificiales han y seguirán abriéndose paso hacia todos los confines de la tierra y terminarán acaparando todas las diferentes industrias, por más grandes o pequeñas que estas sean. Sin embargo, este futuro no deja de ser un futuro desconcertante e incierto, que es por supuesto un futuro aterrador y suspicaz, al cual le debemos prestar suma atención. Debemos siempre ser defensores del trabajo humano, que es donde reside la riqueza de las naciones. La teoría siempre será nuestra solución y nuestra aliada. Priorizar la eficiencia solo producirá dejar de lado lo más importante.