Leído desde mi experiencia como dominicana/caribeña, en el poema Se anuncian balazos, el escritor martiniqueño Aimé Césaire sintetiza la importancia y la fuerza de la solidaridad radical con estos versos:
“en el pabellón negro de dientes blancos con
Vómito-Negro
será levantado y sostenido durante tiempo
ilimitado
por el fuego salvaje de la fraternidad”.
Las palabras de Césaire me llenaron la cabeza de forma distinta cuando supe que Mildred Ylena Vargas, activista dominicana que lucha por los derechos humanos, fue arrestada por agentes de Migración en un incidente abusivo y absurdo.
¿Por qué Mildred fue arrestada? Porque es negra y se asustó. De acuerdo con su relato, los agentes no le permitieron abrir la cartera y buscar sus documentos de identidad dominicanos, asumieron que era extranjera.
Así se prueba como las dominicanas y los dominicanos negros, especialmente aquellos de piel más oscura, son extranjerizados. Y no podemos permitir que nos traten como extranjeras, como extranjeros, en nuestra propia tierra. No, no y no.
La solidaridad tiene que ser la respuesta colectiva de todos los dominicanos, no importa su color u origen, ante estos hechos, que ya no son tan aislados.
Recuerden como Cristina Martínez fue arrestada en San Cristóbal y entregada a las autoridades de Migración, a pesar de tener una enfermedad mental, porque fue confundida con una migrante.
¿Cuántos dominicanos negros más deben ser arrestados y deportados o tratados de deportar para que entendamos la magnitud y la gravedad del problema?
El colorismo, las jerarquías sociales basadas en el color de la piel que subyacen en la sociedad dominicana, nos fracturan mientras jugamos a la luz de gas como mecanismo de manipulación para negar la discriminación, que se expresa de forma extrema en estos arrestos arbitrarios. Se niega la experiencia de quienes quedan fuera de la ciudadanía plena. A la vez, se repite el mantra de que “aquí no hay racismo porque todos somos mezclados”. Ya saben, la trampa del discurso del mestizaje, en el que unas “diversidades” son tratadas como si fueran más dominicanas que otras.
Mildred es una activista conocida, ligada a diferentes movimientos sociales y con gran experiencia de trabajo en muchas instituciones, así que tiene una red de apoyo con capacidad para incidir en los medios más importantes y con las autoridades. ¿Cómo será la vida de aquellos y aquellas dominicanas de piel oscura que no cuentan ni con esas conexiones ni con el conocimiento de las leyes para defenderse de los agentes de Migración en su propio país?
El caso de Cristina Martínez nos da una idea. Sin herramientas para defenderse ni redes sociales de apoyo con cierta influencia, que puedan accionar con rapidez, las dominicanas y los dominicanos negros se exponen a ser deportados como si no fueran hijos de su tierra.
¿Cómo puede haber algún asomo de cohesión social, de mirada conjunta de futuro, en un país donde hay unos ciudadanos con más ciudadanía que otros? ¿Cómo se pedirá en momentos de crisis la colaboración de todos y todas si algunos pueden incluso ser deportados como si fueran extranjeros en su propio país?
Tras las cortesías y la aparente paz subyacen muchas fracciones que se manifiestan en las pequeñas y en las grandes cosas, y que nos pasan factura, dificultan la construcción de una cultura de paz, seguridad y bienestar.
*Canoa Púrpura, es la columna del proyecto periodístico de Colectiva Púrpura y de su podcast Libertarias, que se transmite por La República Radio.
CANOA PÚRPURARIAMNY MÉNDEZ FÉLIZ