Advertidos sectores progresistas civiles y militares que se había apoderado del país un ciclón batatero llamado Rafael L. Trujillo Molina, en los primeros años de instalación de la tiranía se desarrollaron varias conspiraciones patrióticas con el propósito de ajusticiar al tirano en ciernes, lamentablemente fracasaron. Posiblemente la más sonada fue la organizada en Santiago para eliminarlo el 30 de marzo de 1934 durante su visita a esa ciudad, aprovechando que asistiría al prestigioso local del Centro de Recreo.
Se ubicaron como los organizadores del fallido atentado a Juan Isidro Jimenes Grullón, quien presidia la pujante «Sociedad Amante de la Luz», Ramón Vila Piola considerado el líder del movimiento, era funcionario de La Tabacalera y el antiguo general Daniel Ariza. De acuerdo a los aparatos represivos del Gobierno 44 ciudadanos fueron vinculados al complot. Angel Miolán de los dirigentes del grupo estimaba que en las diversas actividades antitrujillistas participaron alrededor de 100 jóvenes estudiantes santiagueros. (Angel Miolán. Memorias. Testimonios de un octogenario sobre su vida política de su país. De la batalla contra Trujillo en República Dominicana y Haití. Editorial Letras de Quisqueya. Santo Domingo, 1995. p. 133).
El grupo era muy amplio y heterogéneo, aspectos no compatibles con un movimiento de esa naturaleza. Antiguos militares liderados por Daniel Ariza, jóvenes intelectuales de Santiago y estudiantes de la escuela Normal, que habían manifestado su descontento con las actividades represivas del momento. Miolán insertó en su libro una descripción del operativo de ataque explicado por Vila Piola después de superada la tiranía:
“Rápidamente se trazó el plan de ataque. Los “veteranos” de Ariza, ocuparían el punto central, situándose en la puerta del Parque Duarte, que queda frente a la entrada del Centro de Recreo. Nosotros -mi grupo y yo- en el ala derecha, desplegándonos desde la barandilla del Parque hasta las arcadas del Palacio Consistorial, ocuparíamos nuestro puesto de combate. Los estudiantes y otros elementos independientes, se apostarían en el ala izquierda, partiendo del otro lado de la barandilla, hacia la Iglesia Mayor. Los del Centro abrirían fuego, secundados por los otros grupos, a cuyo cargo estaba, además, la misión de protegerles la retirada”. (Angel Miolán. Obra citada. pp. 142-143).
Miolán resaltó que Trujillo se enteró del complot y adelantó su llegada al Centro de Recreo. Es una información discutible porque la represión contra los complotados no se inició de inmediato sino meses después, con los procedimientos habituales de Trujillo lo lógico era iniciar la represión rápido en caso de conocer de modo anticipado la conspiración. Lo cierto es que se atribuye el fracaso a los veteranos que atacarían desde el centro del parque Duarte, bajo la dirección del antiguo general Ariza, se tiene entendido que asistieron pocos de los comprometidos y con armas muy escasas. En los grupos laterales los estudiantes y los intelectuales no tenían experiencias en el uso de armas de fuego, además que eran muy escasas.
El líder del movimiento Vila Piola fue apresado el 21 de mayo, tras ser sometido a torturas colaboró con las autoridades trujillistas denunciando a importantes integrantes del grupo (como Jimenes Grullón) y ofreciendo una versión diferente del fallido atentado.
El Gobierno trujillista publicó en dos tomos un libro a cargo del juez de instrucción Manuel Angel González Rodríguez, que describe los interrogatorios a los prisioneros vinculados a esta actividad. Vila Piola fue el primer interrogado, declaró estaba sentado en el parque Colón cuando le informaron que el atentado sería realizado ese día 30 de marzo en horas de la noche, pero que era algo impreciso, revelando que:
“Francamente nadie pensó en hacer algo en esa noche. Por mi parte, y como para alejarme del ambiente de locura que estábamos viviendo me dispuse a asistir al baile. Era en el “Centro de Recreo” y me tope con Patiño y me dijo que la gente de Daniel iba a dar el golpe esa noche. No le puse atención. A eso de las ocho bajé al baile, vistiendo smoking negro, con el ánimo dispuesto a la alegría. Cuando iba por La Opera me encontré a Patiño, quien venía con Cholo Cantizano, otro muchacho de su grupo; me dicen que todo estaba listo, que la gente estaba en el parque, que si nosotros queríamos tomar parte debíamos buscar armas y bajar”. (Manuel Angel González Rodríguez. Dos procesos de lustros anales criminales. Imp. La Opinión C. por A. C. T. (Santo Domingo) p. 31).
De acuerdo a su versión fue “convencido” para participar en la actividad patriótica, buscó una pistola calibre 32 y se integró. Destacó que llegó al parque a las nueve de la noche y encontró un “gentío inmenso”. Añadiendo buscó por el parque a los del grupo de Daniel Ariza y no los encontró. Manifestando en su declaración ante el juez de instrucción:
“Del mismo modo que Jimenes Grullón nos anarquizó a nosotros valiéndose de su personalidad intelectual para luego tratar de huir hacia Constanza en los días del atentado, del mismo modo repito, Daniel Ariza anarquizó una pléyade de niños y les entregó, en la citada noche del baile, una caja conteniendo media docena de revólveres para que fueran a cometer un crimen y a morir bajo las balas de las ametralladoras. Eran de verse aquellos muchachos corriendo en un quitrín de alquiler por todas las calles, buscando sitios oscuros para repartir armas que no sabían manejar […] (Manuel Angel González Rodríguez. Obra citada p. 32).
Ramón Vila Piola se autoincriminó y suscribió la mayor parte de las acusaciones contra sus compañeros implicados en el complot. De igual modo procedió el general Daniel Ariza, quien fue asesinado en la cárcel en medio de las torturas.
Vila Piola pudo sobrevivir y tras la tiranía en 1964 publicó el opúsculo con el epígrafe de Esclarecimiento, ofreciendo una nueva versión de los sucesos, anotando que Jimenes Grullón y Daniel Ariza acordaron ajusticiar a Trujillo el mismo día pero en horas de la mañana cuando Trujillo asistiera a un Te-deum en la Catedral de Santiago. Alegó que Jimenes Grullón desistió de participar en la actividad, pero lo acusó en el momento difícil de los interrogatorios trujillistas. Señaló que uno de los normalistas le recomendó a Ariza intentar el golpe en horas de la noche en el Centro de Recreo. Al explicar el momento del fracaso del proyecto de atentado, señaló:
“Llegada la «hora cero», los de mi grupo, armados casi todos y uno portando la bomba de mano ya mencionada, ocupamos nuestra posición. Los estudiantes, con apenas cuatro revólveres defectuosos que les proporcionó Ariza, y luego de algunas peripecias, concurrieron a la suya. Los «veteranos» NO ASISTIERON ni en la forma ni al punto convenido. Uno sólo de ellos anduvo por el parque desarmado”. (Ramón Vila Piola. Esclarecimiento. Gráfica Uguina-Meléndez Valdez. Madrid, 1964. p. 32).
Vila Piola contrario a la versión ofrecida ante el juez trujillista indicando que entró con smoking a la fiesta para no participar en el atentado, declaraba en 1964 que penetró al festejo para intentar ajusticiar personalmente a Trujillo, alegando propuso al gobernador del local que produjera un apagón para dispararle, pero que este se negó. (Ramón Vila Piola. Obra citada. p. 33).
Juan Isidro Jimenes Grullón apresado y torturado en el presidio de Nigua por estos acontecimientos, escribió su penetrante obra Una Gestapo en América, describiendo las atrocidades de este centro de torturas. Refirió tras su apresamiento una comisión de oficiales le participó contra él pesaban graves acusaciones, respondió que la información le sorprendía, entonces un oficial le ordenó leer un documento:
“Y puso en mis manos la declaración escrita de Ramón Vila Piola, en la cual me acusaba de haber sido el autor intelectual del complot urdido en Santiago de las Caballeros para atentar contra la vida de Trujillo. yo había sido quien -según el declarante- lo había conquistado para las luchas activas contra el gobierno y lo había comprometido a actuar en esa conspiración”.
“Negué rotundamente”.
“Entonces me presentó Fiallo otro documento, firmado por Daniel Ariza, en el cual se me hacían también fuertes acusaciones”.
“Volví a negar. Lo negué todo, pese a que había una parte de verdad en lo que se me imputaba. Solo actuando así -pensé entonces- podía salvar la vida. Pero la Comisión no quedó conforme. Fiallo ordenó un careo de Vila Piola conmigo”.
“A los pocos minutos, llegó este. Noté que no pudo esconder la turbación que le provocaba verme. Esquivaba fijar en mí los ojos. Sus gestos, parcos y equilibrados de costumbre, habían perdido el ritmo. Habló para reafirmar todo cuanto había escrito. Lo hizo con firmeza, borrando, de un solo golpe, el hálito de escrúpulo que explicaba su turbación inicial”.
“Sobrecogido de asombro, escuché de sus labios palabras hirientes. No había duda: ¡El amigo de confianza me acusaba! Y la imaginación iba más allá de los límites lógicos, pues no se circunscribió a relatar lo cierto, sino que llegaba a lo imaginario. (Juan Isidro Jimenes Grullón. Una Gestapo en Amèrica. Editora Montalvo. Quinta Edición. Santo Domingo, 1962. pp. 20-21).
Era un momento muy difícil para los complotados. Vila Piola habló y posiblemente demasiado, el general Ariza quien también fue conminado a denunciar a sus compañeros mediante torturas murió en presidio, fue asesinado a palos, Trujillo era muy drástico con los militares que conspiraban.
En total 44 ciudadanos fueron condenados por su vinculación a estas actividades y otras colaterales que se realizaron en Santiago, como la colocación de bombas de estruendos en oficinas públicas. Todos fueron torturados y penados a prisión que variaron de 3 a 20 años dependiendo el grado de responsabilidad en las actividades antitrujillistas. Luego de varios años fueron indultados, lo correcto sería amnistiados porque estaban imputados de delitos políticos, pero se les quería presentar como delitos comunes.
Félix A. Mejía en su contundente obra de denuncias contra la tiranía, publicada en el exilio, explicaba porque esos jóvenes no fueron asesinados de inmediato:
“¡A Trujillo le gusta mucho la comedia! El busilis del asunto estribó en que, siendo esos muchachos imberbes casi todos y pertenecientes en su mayoría a las mejores familias de la sociedad cibaeña, su muerte de inmediato hubiera producido un escándalo de tal magnitud, que él creyó más conveniente evitarlo”. (Félix A. Mejía. Viacrucis de un pueblo. Relato sinóptico de la tragedia dominicana bajo la férula de Trujillo. Editorial Jus, S. A. Segunda edición. México, 1960. p. 275).
Mejía describe que Trujillo quiso entretenerse como el gato con el ratón al liberar a los jóvenes, para finalmente ejecutar a la mayoría de ellos:
“Y efectivamente, Trujillo se engulló a esos muchachos, pues de los veinticinco que fueron condenados e indultados, apenas sobreviven cinco, gracias a un oportuno y milagroso exilio”.
“¡Ave, “Benefactor”!
“Desde luego, que de esas muertes no se le puede acusar a él, puesto que unos de ahogaron en el río Yaque; otros fueron muertos por disgustos personales; algunos tuvieron la mala suerte de ser alcanzados por un tiro escapado; varios han sido secuestrados, sin haberse podido encontrar a pesar de los esfuerzos de la justicia; hubo quienes se suicidaran, etc.”. (Félix A. Mejía. op. cit. p. 277).
Con la dificultad de obtener las noticias internas, Mejía ubica solo 25 presos, pero el expediente estableció 44. Las muertes de una buena parte de los conjurados fue disimulada como él establece, se trataba de los simulacros para enmascarar asesinatos políticos.
En la actividad participaron también jóvenes que luego adquirieron notabilidad pública, entre otros el propio Angel Miolán, que logró exiliarse por la vía de Haití, llegó a ser un alto dirigente opositor en el exilio. El doctor Francisco Castellanos un héroe olvidado, que en el exilio presidió el Movimiento de Liberación Dominicana que organizó la invasión patriótica del 14 de Junio de 1959. Hostos Guaroa Félix Pepín, prestigioso jurista. Francisco Augusto Lora, quien llegó a ocupar la vicepresidencia de la República.
Félix A. Mejía apuntó para la historia que por varios meses se realizaron actos públicos de desagravio, procesiones cívicas, mítines, misas de gracias por la salvación del “Jefe”. (Félix A. Mejía. Obra citada. p. 275).
La fallida intentona del Centro de Recreo, se trató de un movimiento muy espontáneo y desorganizado que involucró a muchos ciudadanos y de haber pasado a la acción concreta se hubiese producido una masacre. Los complotados estaban mal armados y la mayoría eran jóvenes inexpertos en el uso de las armas (desde casi 20 años atrás las tropas de ocupación norteamericanas habían desarmado a la población civil) y la planificación de la acción fue muy incoherente. Además Trujillo se hacía acompañar de una nutrida escolta muy bien armada.
La fracasada actividad fue normada por lo emocional ante la oportunidad de descabezar la tiranía, que desde ya se tornaba insoportable. Con razón el historiador Alejandro Paulino ha sostenido que: “El rechazo de los santiagueros al régimen dictatorial era tal, que se conspiraba públicamente y sin tomar medidas de seguridad”. (Alejandro Paulino Ramos. La dictadura de Trujillo. vigilancia, tortura y control político. Impresora Soto Castillo, S. A. Santo Domingo, 2020. p. 43).
El soslayado complot del Centro de Recreo el 30 de marzo de 1934 contra el tirano Trujillo se debe calificar como una: «Frustrada e ignorada gesta patriótica».
(Nota: Las fotos de los imputados por la justicia trujillista, fueron tomadas del libro del juez de instrucción Manuel Angel González Rodríguez).