La Era de Trujillo se caracterizó por un excesivo control sobre la vida de todos los ciudadanos dominicanos. Este control autocrático se ejercía de diferentes maneras, algunas más aparentes y otras por debajo de la corriente. Por un lado, estaba el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), órgano máximo de seguridad de la dictadura, primero dirigido por Navajita Espaillat y luego por el cronista deportivo convertido en calié-asesino, Johnny Abbes García, que con sus cepillos Volkswagen azotaba las calles del país en su labor de aplastar cualquier muestra de disentimiento. Miles de dominicanos colaboraron con el SIM, y como resultado su alcance resultó ser bastante amplio, celosamente vigilando todo lo relacionado a pasaportes, migración, censura, espionaje de figuras políticas, subversión, espionaje de señales y operaciones en el extranjero.
Después existían otras estructuras disimuladas que igualmente servían a los intereses de la dictadura. Una de estas era Radio Caribe, que aunque se presentaba como una estación de propiedad privada, en realidad era operada por Johnny Abbes para manejar la porción mediática de su agenda. Fue precisamente a través de Radio Caribe que la dictadura atacó ferozmente a la Iglesia Católica cuando las relaciones entre esta y Trujillo llegaron a su punto más bajo. No es coincidencia, pues, que Radio Caribe fue quemada por protestantes poco después del ajusticiamiento de Trujillo.
Pero entre tantos mecanismos para ejercer control absoluto, uno de los más curiosos y efectivos fue el Foro Público, una sección de El Caribe en la cual se publicaban cartas enviadas “por el público”, pero que realmente eran escritos falsos para atacar a los enemigos del régimen o desprestigiar a aquellos que por una razón u otra habían caído en desgracia. Robert Crassweller, autor de Trujillo: The Life and Times of a Caribbean Dictator, lo explica elocuentemente en su libro (p. 78, traducido del inglés):
“[También era] femenino el puro placer que Trujillo encontraba en el chisme social. Insinuaciones del tipo más astuto, conmovedores temas íntimos y personales, fueron elevados como una herramienta para gobernar. En años posteriores había un Foro Público, la página de periódico en la cual se imprimían cartas del público. Pero la fuente de estas comunicaciones era en realidad la oficina de Trujillo en el Palacio Nacional. Desde allí fluía un torrente de comunicaciones al editor, todas firmadas con nombres ficticios, comentando adversamente sobre el rendimiento de un ministro, notando con asperidad la condición de una calle o el comportamiento de un grupo bebiendo ponche en una fiesta reciente. Conforme buscaban esta fatal sección del periódico con una mano temblorosa, todos aquellos que tenían una posición que perder aprendían de su destino inmediato, pues un comentario malicioso en el Foro Público era generalmente el preludio a acontecimientos desagradables de una naturaleza muy tangible.”
La utilidad del Foro Público era tal que Trujillo llegó a utilizarlo incluso contra sus colaboradores más cercanos, como fue el caso de Anselmo Paulino, una vez este cayó en desgracia poco después de la memorable visita de Trujillo a Francisco Franco en 1954.
Si bien el Foro Público en su encarnación trujillista dejó de existir con la caída del régimen, no dejó de mutarse, y hoy sigue en plena existencia, aunque ya no es una operación gubernamental ni centralizada, ni es utilizada para ejercer un control autocrático. Todo lo contrario: se ha democratizado la filosofía detrás del Foro Público, y hoy sus confines no se limitan a las páginas de un periódico, sino que el Foro Público se ha vuelto un metaverso de redes sociales, programas de radio y televisión, publicaciones impresas, y uso de “bots”.
Hemos permitido con ligereza que personas con acceso a medios de comunicación utilicen esa visibilidad para tramitar todo tipo de mensajes sin méritos, sin fundamentos y con el único objetivo de desprestigiar, ofuscar o crear confusión y encausar una reacción pública. Igualmente nos hemos convertido en una sociedad que no investiga o profundiza aquellos comentarios realizados por estos continuadores del Foro Público, y por tanto estamos a merced de la desinformación y sus causantes escondidos.
Este problema es un movimiento de pinza con dos frentes abiertos. Por un lado, están los comunicadores inescrupulosos, o en el mejor de los escenarios, que se prestan a tramitar mensajes sin hacer una debida investigación. Pero por otro lado está una sociedad que en gran parte no tiene capacidad de discernimiento, pues nuestro sistema educativo les ha fallado. Ya el mérito no se le reconoce a quien habla pausadamente, con papeles en mano y con la armadura de convicciones. Al contrario, premiamos a aquellos que hablan con un tono alto, incluso grotesco, con pobre dicción y escaso interés de contribuir a una mejor nación, que sólo tienen el mero propósito de perfeccionar las técnicas de su Nuevo Foro Público.
Para entender nuestro presente únicamente hay que atisbar el pasado, pues el prólogo lo escribe la historia. Por esta razón quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Precisamente poco aprendimos de treinta y un años de yugo totalitario, pues sesenta y tanto de años después seguimos en combate palpable con la utilización de medios de difusión para la satisfacción de agendas ocultas. En cierto sentido el Foro Público de aquel entonces era una estructura más cristalina, ya que se conocía de quién era la mano detrás del telón. Hoy el uso de estas técnicas ha hecho metástasis con sorprendente indiferencia pública. Hasta tanto como sociedad no nos volvamos más exigentes y discernientes, se seguirán aprovechando de nosotros, así como hacía el hombre del bicornio cuando mandaba sus cartas bajo seudónimo, avasallando a su víctima del momento.