A inicios de 1990, hace ya mas de 20 años, escribí un ensayo titulado “El fin de la historia”, destinado a refutar la tesis del japones-americano Francis Fukuyama, miembro de la otrora organización Rank corporation ,vinculada al establishment norteamericano.
Esta tesis tenía el objetivo de demostrar que el capitalismo había triunfado en toda la línea y que las guerras eran ya cosa del pasado porque un mundo unipolar, capitaneado por los Estados Unidos, había emergido después de la desaparición de la URSS.
O sea, cuando este señor, Francis Fukuyama, vedette de la filosofía de Hegel en su interpretación de las relaciones entre el ser y el pensar, nos explica el fin de la historia, reivindicando el triunfo de las democracias capitalistas y la inevitable constitución del “Estado universal homogéneo” no hizo más que reflejar el viejo sueño del burgués tradicional en el sentido de que su reino es eterno y el mejor de los mundos posibles. (Francis Fukuyama: El Fin de la historia y el ultimo hombre” 1992. https//es.m.wikipidea.org)
Sin embargo, en el 2011 la destrucción de las torres gemelas por un enemigo, al parecer invisible, Al-Qaeda, hizo ver que las cosas no eran tan simples. A partir de ahí una sucesión de hechos encadenados reflejó la nueva situación internacional. Inclusive, ya antes, los rusos habían sido desalojados de Afganistán por los talibanes. Se creía que al concluir la guerra de Irak la paz imperaría en el planeta. Más aun, aparecía que después de la retirada de los americanos de Afganistán en julio del 2021 la inquietud del mundo se había orientado hacia otras prioridades como, por ejemplo, el eje del Pacifico, corazón de la rivalidad sino-americana, o prestar atención a las degradaciones del cambio climáticos, las penurias, el crecimiento de las desigualdades sociales entre otras inquietudes principales del planeta, mientras que la geopolítica pasaba a un segundo plano.
Ilusiones. Los nacionalismos seguían expresándose con mucha fuerza y el viejo adagio latino Si vis pacem para bellum (quien quiere la paz prepare la guerra) tomaba fuerza. Y se constata que en este desorden mundial actual los sistemas imperiales se renuevan. Imperio americano, imperio Chino, Imperio Ruso, imperio neo-otoman (entiéndase Turquía). Otras medianas potencias, (Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Irán, India, Pakistán, Brasil, Irán, Corea del Norte, se refugian a detrás de los tres grandes potencias. La OTAN es un ejemplo.
Hoy, la guerra entre Rusia y Ucrania demuestra que teníamos razón. Después de la Segunda Guerra Mundial el mundo no había experimentado un peligro mayor desde la crisis de los cohetes introducidos por la URSS irresponsable y furtivamente en Cuba en 1962.
La historia, pues, no ha terminado. El desalojo de los rusos en Afganistán, la destrucción de la torres gemelas en New York, la invasión de los Estados Unidos en Irak, los continuos enfrentamientos en la franja de Gaza entre los israelitas y los palestinos, el conflicto latente entre Pakistán y la India por el territorio de Cachemira y, más recientemente, la guerra en Siria y en Yemen son signos claros de que peligrosos augurios muestran que la lucha por el control de las esferas de influencia a nivel planetario, en un mundo multipolar, ha vuelto por sus fueros. Y que la supuesta “paz universal” preconizada por Francis Fukuyama no tenía sentido.
Rusia, desintegrada después de la década del 90, pero cuyos dirigentes actuales reinan sobre el territorio más amplio del planeta (17 millones de kms2) controlando inmensas reservas de gas y petróleo y disponiendo del armamento nuclear más poderoso (5899 ojivas nucleares). A su lado China, la potencia emergente que se perfila como la fabrica del mundo que, a su vez, controlaría en los próximos decenios la tecnología de punta en el campo económico y militar, confirmado por declaraciones hecha públicas recientemente por el propio presidente de los Estados Unidos Joe Biden, cuando predijo que si los Estados Unidos “no se ponían las pilas” China superaría a su país en los próximos 10 años en el dominio tecnológico y militar.
Al momento de escribir estas líneas, no se sabe aun como terminará la guerra en Ucrania ( negociación o escalada), incluyendo el uso del arma nuclear con la posibilidad de que los humanos destruyamos el planeta, ya no por el cambio climático, sino por la ambición de los grupos dirigenciales de las superpotencias. Como se ha demostrado, las sanciones impuestas a Rusia por su invasión a Ucrania no han tenido el efecto deseado al principio. Al contrario, ha jugado como un boomerang, pues la inflación que sufre actualmente Europa y los propios Estados Unidos no tiene precedentes.
Mientras tanto, la industria de la guerra en todas partes está de plácemes, hasta tal punto que en los países de Europa, que habían gozado en los últimos decenios de importantes ciclos de presupuestos con limitada inversión armamentista, hoy los gobernantes de estos países están afanados en una loca carrera armamentista para enfrentar la nueva situación y porque sus stocks de armas se agotan rápidamente por la asistencia militar que le dan a Ucrania. Lo mismo sucede en los EU y lo más probable en China y, naturalmente, en Rusia por razones evidentes.
Mientras tanto, repetimos, en Europa se advierte una creciente preocupación por el auge de la inflación, la vida cara. La dependencia de estos países (sobre todo Alemania) del gas ruso ha agravado la situación. Los recortes de energía en Europa actualmente son moneda corriente.
Ahora bien ¿el fracaso del movimiento creciente que se advierte en muchas naciones del mundo por la paz podrá hacer retroceder los jinetes del apocalipsis y volver a instaurar la lucha por la competencia y coexistencia pacifica? No se sabe.
Es evidente que la experiencia histórica es desalentadora.
¿El fin de la historia? Un desaguisado de Fukuyama que merece ser tirado a la basura, como otras muchas teorías idealistas que vanamente tratan de borrar la existencia de clases y de los intereses egoístas de los dirigentes del mundo multipolar en que vivimos.