Fascismo es un término de múltiples significados en política. Su uso cotidiano se emplea sobre todo para descalificar a un adversario sin necesidad de demostrar nada más. Eres un facha o eres fascista, pone fin a toda argumentación.
Ese adjetivo calificativo condensa o sintetiza todos los males, un fascista es un partidario del uso de la violencia, un enemigo del progreso, un anticomunista, un anti demócrata, un nacionalista extremo, un racista, un xenófobo, un antifeminista, un homofobo, un anti ecologista y un largo etcétera. Pocos hay que hayan escapado a que se les tilde de fascistas.
También con él se califica a un autoritario en su trato con sus iguales o más aún con sus subordinados, aquellos que propugnan un sistema político de partido único, los que en nombre de la tradición someten a abusos a animales en fiestas de pueblos o regiones, a los partidarios de que la población tenga libre adquisición de armas de fuego, los que piensan que un jefe carismático, implacable y duro, es la solución a los males de la sociedad (el cirujano de hierro cromweliano).
El fascismo sirve para todo. Es una palabra muy útil para insultar. Para exponer en una palabra el juicio sintético del rechazo, el desprecio, a una persona, a sus ideas y comportamientos. Su único equivalente en el lenguaje político como palabra descalificadora, es “comunista”.
Es curioso, que quienes la emplean utilizan casi el mismo repertorio de descalificaciones que se emplea para quienes se les tacha de fascistas. Con una única diferencia esencial. Mientras que al fascista siempre se le vinculara con el capitalismo, los patrones, el autoritarismo o la violencia, al comunista se le vinculará con un “utopismo infantil”, creer en un mundo donde todos seríamos iguales.
Pero al que se le acusa de comunista también se le achaca ser violento, autoritario y totalitario, jerárquico, con un culto a un jefe o partido omnipotente, partidario de excluir, con el uso de la fuerza, del escenario político a los que discrepan, etc. Es decir, en esa aplicación peyorativa y descalificadora del adjetivo comunista, estamos ante un “perfil político” fascista pero de izquierda. Frente a los camisas negras fascistas, éstos serían unos rojinegros o sea el “rojopardismo”. Serían similares en numerosos aspectos.
Esto se debe tener en cuenta en política, porque aunque un fascista a lo mejor no se reconoce en el uso que se le da por los adversarios al término fascista, igual ocurre con la atribución que se le da al comunista, por los enemigos de esas ideas y de ese movimiento político, y que provocará un desdén absoluto por quien se autocalifica como tal o como socialista.
Lo que está claro es que, en política, las palabras son empleadas como armas y tanto el calificativo de fascista como el de comunista son armas arrojadizas para estigmatizar al contrario e invalidarlo, excluirlo, encarcelarlo o asesinarlo. Y eso se ha empleado tanto por el fascismo como por el “comunismo”, históricos. Los dos casos más notorios, Gramsci y Matteotti por el fascismo.Trotsky,Bujarin y, casi todo el comité político bolchevique, por el “comunismo” estalinista.
Aunque hay una antinomia entre los objetivos fascistas y comunistas, tienen también sus paralelismos, y por eso algunos autores han querido señalar las enormes coincidencias entre el funcionamiento político de los sistemas fascistas y comunistas, lo cual se ha buscado cristalizar en el uso de la palabra totalitarismo. Fascistas, nazis y comunistas habrían creado en el siglo XX el fenómeno del totalitarismo.
Ahí se encontraría su semejanza: partidos únicos o predominantes, una ideología única que se debe aceptar como “oficial”. Un Estado que se impone al individuo y las organizaciones de la sociedad. Aunque se consideran movimientos de masas, la base de sustento del poder no se encuentra en ellas sino en una todopoderosa Policía Política o Seguridad Nacional, que trata de controlarlo todo. Junto a un aparato de propaganda y agitación que introduce la comunicación de masas para de esa manera socializar y uniformizar el pensamiento (con el uso político de la radio y el cine).
Obvio, el uso del concepto totalitarismo hace las veces de una especie de tipo ideal, que difiere de la realidad concreta. Por ejemplo, hay grandes diferencias entre el fascismo italiano y el nazismo. Este último se considera un régimen que imponía una única manera de ver el mundo desde la ideología nazi (la supremacía de la raza aria, la exterminación de los judíos, la aniquilación de minorías de “seres inferiores” en Europa, como los gitanos, de desviados, como los homosexuales, o de los pueblos eslavos vistos como una raza destinada a servir a los arios.
En el caso del fascismo italiano su ideología era débil y aunque tenía componentes racistas no eran antijudíos sistemáticos, ya que solo en 1938 se aprobaron leyes raciales. Expliqué en un artículo sobre el líder sionista Jabotinsky, que éste fue tachado por su contrincante Ben Gurión (del ala izquierda sionista), como fascista o nazi, y que Il Duce se había referido a él como “el ciudadano fascista”, a sabiendas que era judío y sionista. Algo impensable en Hitler o Goebbels.
Dice I.L. Horowitz que la ambigüedad del fascismo se debe al hecho de que históricamente “está ligado a las doctrinas socialistas-sindicalistas, por la izquierda, y a doctrinas capitalista-corporativistas, por la derecha”. Por eso sus ideas generales fueron consideradas por algunos como la base de una tercera vía entre, por un lado, el capitalismo y demoliberalismo y, por el otro, el socialismo-comunismo.
¿De dónde viene el nombre de fascismo? El nombre fascismo viene del término latino fasces, que significa haz, una unión de varas unidas por correas, con un hacha a un lado o encima, y lo llevaban los lictores que acompañaban a los magistrados en la Roma republicana. En el siglo XIX se usaba el término en Italia para designar a la asociación de republicanos de izquierda y también se empleaba para los fascios de trabajadores sicilianos y fascios de obreros del norte de Italia.
En 1914 Mussolini fue expulsado del Partido Socialista por estar a favor de que Italia participara en la Primera Guerra Mundial. En 1915 Mussolini empleó la palabra fascista, refiriéndose al “movimiento fascista” hablando de los Fasci di Azione Rivoluzionaria, que apoyaban la intervención de Italia en la guerra y dijo de ellos que eran quienes:”no tienen ni quieren tener las reglas y las rigidices de un Partido, pero están y quieren seguir estando libremente asociados como voluntarios: dispuestos a todo: a las trincheras y a las barricadas”. (Citado por E. Gentile).
El fascismo comienza a tener una existencia política en 1919 con la fundación de los Fascios Italianos de Combate. Pero no fue sino en mayo de ese año que Mussolini habló del movimiento fascista y del fascismo. Así pues, el Fascismo como tal surgió en Italia y se puede decir que después surgieron en otros lugares movimientos que se denominaron o se les denominó fascistas. Si bien el movimiento fascista que llegó más lejos y fue más sistemático en aplicar su ideología totalitaria, imperialista, violenta y racista fue el nacional-socialismo en Alemania.
Torrelodones, 6 de noviembre de 2022