Todo es así, una rutina, una pasmosa y exacta rutina. Pero lo acepto y me esfuerzo en ser diferente, en estar y no estar, en ver y no ver, en ser y no ser. No, no, no, no. No soy un neurótico. Neurótico no, no, no, no, no. El hecho de que tome más precauciones de las normales no quiere decir en lo absoluto que yo sea neurótico. Solo soy un hombre cuidadoso, juicioso y parco, además.

Todo es así, una rutina incluso con las mujeres. Esas mujeres de mi vida, esas conmemoraciones de la alegría, esas son mis neuróticas, mis monumentos al desorden mental (van desde esquizofrénicas hasta suicidas compulsivas con tendencia a la autodestrucción, autodepresión y desalojo). Mis pruebas de angustia. Mis depósitos de la desgracia. Mis mías.

Todo es así, una rutina hasta en ese algo irresistible que ha de tener mi persona para este tipo de mujeres. Terminan volviéndose locas conmigo o se tranquilizan conmigo. Todo esto explica mi labor filantrópica e incondicional. Y es que si la providencia puso a esas mujeres mías en mis manos mi deber era enderezar esos caminos involucrando control, estructura y amor, mucho amor, en esas vidas mías tan descarriadas. Soy, definitivamente, el instrumento de un hado superior.

Claro, que la razón de dejar este asiento contable de mi intimidad a la vista del público, tiene ojos profundos, pelo envolvente y la voz del mismísimo y santísimo coro Alejandrísimo de los ángeles de la luz del cielo si es que existe. Diana: mi piedra de toque, mi última. Pero a ella llegaré. Antes, mi justificación ante este desvarío, esta fiebre blanca: aquí mis neuróticas, mis mías.

Descubrimiento de la carne

Paola, me encuentro con ella por vez primera. Primerísima hembra entre todas. Tan primera, que más de diez años después me sigue embromando la paciencia cada vez que puede. Me descubro como hombre, ella se descubre como mujer, y entre tanto descubrimiento, descubrimos un desorden mentalmaniacodepresivo con tendencia al suicidio voluntario en primer grado. Más de una vez la salvé de las garras de la muerte: sobredosis de aspirinas, Prozac, Mejoral de adulto, pastillas de aceite de hígado de bacalao, o vitamina E… lo primero que agarrara del botiquín (botiquín no, en Villa Duarte las medicinas se ponen encima de la nevera, práctica aplicada en múltiples barrios de Santo Domingo, aún en estos días, al alcance de los niños). Se me cortaba las venas, hacía de todo para matarse y así llamar la atención de medio mundo. Gracias que dios o el diablo no se dieron nunca por enterados. Y así las cosas, fui yo mismo quien casi se la anota, cuando, tratando de inducirle un falso aborto de un falso embarazo, la obligué a beberse una tisana de hojas de aguacate con astillas de cuaba. Volvió en sí después de dos lavados estomacales y entre el juidero para la Clínica Peña Núñez y de ahí a la Chan Aquino y el asunto de la preñadera y la rudeza de mi modus operandi, se nos acabó la sesión de cariño llamada noviazgo.

Dolor-olor de la carne

Hermosa hembra. Bruta, es verdad, la pobre. Bernarda tenía ese yo si sé del sexo animal castrante y arropante a la vez. Además de un grajo ultranatural que no se sabía de qué parte exacta de su cuerpo provenía, ya que toda ella olía de esa manera. Ese insignificante detalle y el hecho de venir de Cutupú, La Vega, en condición de “Mira esta es la hija de una prima mía del campo que vino a ayudarnos con los oficios”, le ocasionaban depresiones abismales que la sumían en todo un océano de vergüenza y nos ponía en un estado de ansiedad fatal. Así y todo, Bernarda de mis santísimos y verdísimos olores fue mi novia de más tiempo y compenetración.

Eso, eso era amor: luchar juntos en una batalla campal contra el rechín de su cuerpo. Armados ambos de Sudorina, desodorante Deporte y todos los cosméticos de Jafra y Avon. Eso, eso era amor: luchar juntos contra la fonética de su acento del Cibao, eliminando expresiones que salían de lo más profundo de ella como: ei pipo, la creta, ei diablo, ei toto e Gela, etc. Porque yo sabía que detrás de todo eso había una joya en Bernardita que yo debía pulir.

Pero, pero, pero, pero (siempre cuestas maredettas cuatro letras), en nuestros intensísimos momentos de intimidad, siempre me exigía, casi me imploraba que le diera una trompada. No una galleta, no un aruñame papi. No, no, no, nada de eso. Quería un trompón, en medio del acto más sublime. ¡Claro que no! Claro que no le iba a pegar. Eso no se le hace a una mujer y mucho menos a la mujer que amas, y cómo amaba yo a mi Bernarda. En momentos de sobriedad trataba de hacerle entender que eso no era normal, y fuimos hasta esa eminencia, su reverendísima y sexologísima Nancy Álvarez y ni con hipnosis se le quitaron sus/nuestras frustraciones, ni su deseo propio de la WWF.

Error. Un día, luego de una reunión familiar en mi casa (mi familia adoraba a Bernardita) decidimos salir para estrenar un Volkswagen azul (no un Jetta, o un Cabrio, o sea, sino un Cepillo, Volky, Escarabajo… whatever) que acababa yo de adquirir en un arranque de auto independencia y desesperación laborar y locomotriz. Todos los caminos condujeron a San Isidro, específicamente al Motel Andrómeda. Y como estábamos de celebración pagamos una cabaña Executive. Vino blanco se pidió y hubo jacuzzy y todo. Luego, en los ejercicios preliminares del acto como tal, se me instala en las piernas con sus tetas inmensas en mi cara, se excita y empieza con lo del trompón, otra vez, jode y jode que te jode. Le digo que no, en chulería, tú sabes, y se agarra de la emoción y me planta sendas bofetadas dizque excitada, tú sabes, y una (plaaaa) y la otra (plaaaaa). Bueno, me incomodé, pero lo cogí suave, tú sabes. En medio del acto arranca otra vez ocn lo de los golpes, y ahí sí se me subieron las bofetadas, el vodka y el vino a la cabeza, y aprovechando la posición, le di un golopón que casi la deja sin pulmones.

Cabe destacar que no era mi intención crear ningún escándalo, y contrario a la reacción que esperaba, nada más escuchaba que me repetía entre sollozos, “Abusador… eres un abusador”. Además, tuve que darle cien pesos al tipo del motel para que no fuese a llamar a seguridad. ¿Resumen? Me retira el saludo de manera inmediata. Con el tiempo se casa con un ingeniero de la FalconBridge y se muda a Miami. La última vez que supe de ella fue por televisión: se ganó seiscientos dólares y un beso de Don Francisco en Sábado Gigante. Éxito, éxito rotundo en su vida.

Locura de la carne

Después de los miles de intentos de arreglarme con Bernarda, y los reproches de mi familia, su familia, las explicaciones a mis amigos y un verano despiadado, quedé terriblemente exhausto moral, económica y sentimentalmente. Buenas nuevas: tres trabajos que mandé al carajo enseguida. Vendí el Cepillo por piezas y con lo poquito que conseguí y los ahorros de toda la vida, me metí en otro lío. El hombre como hijo eterno del maltrato: me metí en un Nissan viejísimo, pero era de un amigo que vino desesperado con una emergencia… De vida o muerte el asunto era, y yo, que estaba en las de cambiar de vehículo y así cambiar de estatus y de carambola, ayudar a un amigo, caí en el gancho.

Una tarde andaba yo con el estatus elevado y con el ánimo un tantito mejorado porque andaba en mi carro “nuevo” cuando me encuentro con el ex-dueño del Nissan. De inmediato procedo de manera preocupada a indagar por la emergencia y él me dice “Mírala ahí”, y yo de ingenuo “Dónde”, y él señala con la mano plana “Mírala ahí… Aparcada ahí”. Sí, porque la vida es así… La emergencia era un Volkswagen Beetle 2001 porque sí, porque la vida es, así.

Con todo y eso, procedo a echarme al olvido. A olvidarme del ruido. Decido entregarme al vino blanco. Nada de pan, solo vino. Me entrego a frecuentar los viejos amigos, los nuevos amigos, viejos antros, nuevos bares. En realidad no sólo tenía conciencia de que tenía que olvidar y ni me interesaba saber qué estaba pasando alrededor.

Lo que sí sabía (porque siempre veía esa realidad en el fondo de todas las botellas vacías de Bermúdez Blanco en el bar de Angelo o Parada 77, como modernamente se le llama al sitio donde hasta el diablo se empieza a quitar la ropa a las 3AM) era que yo había aceptado mi Neurosis como parte mía y no me avergonzaba en lo absoluto. Era la extensión de mi cuerpo y espacio. Pero lo que no sabía era que mi Neurosis no me aceptaba como su extensión: ella quería su propio espacio… ser totalmente independiente. Juntos, pero no revueltos. Dos entidades, dos formas distintas de expresión. Agua y aceite. Una Neurosis con personalidad.

A partir de esos momentos, tengo una compañera inseparable. Íbamos juntos a todos lados. Se había convertido en mi aliada y mi única amiga. Un día, irremediablemente me encontré con un amigo productor artístico y extravaganza con un grupo de sus excéntricos amigos y yo llegué muy excéntrico también ya que esa noche yo estaba como nunca: acabado de cancelar de mi quinto trabajo desde que salí de la universidad graduado Magna Cum Laude, y harto de cuesta vita maredetta. Llegué, saludé, pedí dos sillas, una para mí y otra para mi Neurosis. Pedí un trago, y una Coca-Cola, ya que hay que controlar la ingesta de alcohol de esta Neurosis. Si se emborracha y Said empieza a cantar Y así no puedo vivir ni en París, New York ni en Ámsterdam, la Neurosis se pone a gritar y a llorar como loca, y entonces yo me pongo furioso y me descontrolo.

Allí sentaditos, mi Neurosis y yo vimos salir del baño a la persona/mujer/destino/poesía/locura que ocupaba la silla vacía al lado de uno de los “cantabonito” de Casa de Teatro. NO, NO, NO, NO, no hay ni hubo ni habrán unos ojos más profundos, ni nadie jamás va a tener el pelo más encaracolado a lo Sueño de una noche de verano. Nadie nunca iba a sonreír como ella, nadie iba a tener los tobillos tan excéntricos como ella. Nadie iba a tener ese olor a despedida con el que ella intoxicaba el poco aire disponible en el resto del mundo.

El vino corría por toda la mesa y por todo Casa de Teatro, salpicaba todas las canciones que Said cantó esa noche. Cuando sentí sus labios en mis pestañas para decirme “Y tú belleza, ¿cómo te llamas?”, mandé un ratito a la mierda a mi Neurosis y a la terapia que recibía con el Doctor Daniel Beltrán, amigo de la familia. Y cuando le pregunté su nombre y me dio un beso en plena boca y delante de todo el mundo se para y se pone a bailar una sevillana y se sube la falda hasta donde dice Cirilo, acabo de mandar a la mierda por completo a mi Neurosis y a la terapia que recibía con el Doctor Daniel Beltrán, amigo de la familia. Y si me hubiese soñado lo que sería mi vida en manos de Diana del Carmen Iluminada Concepción y Robusto, se la hubiese entregado, junto con todo lo que di esa noche, veinte años atrás.

Y se lo di, cuando de manera excéntrica, un amigo de nosotros pero poeta mío se paró borrachísimamente como a las 3AM en la tarima exclusivísima de Casa de Teatro y se puso a recitar un poema que decía como trescientas mil veces Debajo de ti y mil sensualidades más sólo para llamar la atención… y la llama, ya que a Diana le encantó el poemita y luego todas las mujeres locas con Mister Jodienda. Aunque hay que reconocer que el tipo ese ha pasado de escribir medianamente bien a pisarle los talones al mismísimo Juan Carlos Onetti, y en ese momento yo le entrego el Premio Nacional al Poeta del Año en Casa de Teatro, pero cuando empezó a decir Debajo de ti con muchísima mala fe y locura transitoria, y Said empieza a hacerle una melopea y la gente empieza a aplaudir como loca, yo miro a Diana, ella me mira, y viene la sugerencia, y la aceptación sensualísima de la sugerencia, y la posterior partida y ahora huyamos hacia la derecha pero espera, que antes de irnos le quito a Don Mario Benedetti el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana con el que el poeta fue galardonado el pasado mes de mayo (El Nacional, miércoles 17 de noviembre del 1999) y se lo entrego al poeta de nosotros pero poeta mío…

Debajo de ti

verano 2000

Sí… ha perdido su virginidad

pero no es la primera, ni la última,

además, ¿qué importancia tiene

ese accidente en el concierto

de los planetas?

Roberto Arlt

Noche terrible

Cómo explicarte

que debajo de ti

soy otro

todo cambia

todo suda alrededor

inevitablemente

Cuando estoy debajo de ti

siento el arrullo de la sangre caliente

por cada una de mis venas

eso siento

Cuando nos tocamos

cuando no queremos acabar

cuando estoy debajo de ti

cuando tú tomas el control

de los cielos, del universo

de estas cuatro paredes estáticas

Soy diferente

soy tan pequeño

cuando estoy debajo de ti

La tierra se hunde

se confunde con las tinieblas

me tomas de los brazos

te mueves

jadeas

yo

como destinatario universal de todos tus actos sublimes

debajo de ti

inolvidable, excitada, erizada, inmortal, horivertical

¿Porqué cambia mi perspectiva de estar solo,

solo cuando estoy debajo de ti?

Cuando juego con tus caderas

y ese juego de tus caderas gobiernan mis impulsos

y tus muslos son mi guía

y tus pechos el premio

y tu boca la gloria

y yo, debajo de ti

El establecimiento de la carne

Luego de la escapada triunfal, el día próximo me encontró derecho, derecho y en su cama. El próximo día, y si amanece por fin y el sol incendia el capó de los coches, baja las persianas, amanece la tarde siguiente y estamos muy desnudos, como demasiado desnudos para el Santo Domingo Colonial que espera un siglo XXI. El resto no es más que mi historia con todo y mi Neurosis que se vino con nosotros y se quedó en el balcón bebiendo ron hasta que se apagó todo y yo no soy Mickey Rourke ni tú Kim Bassinger, no tengo nueve semanas y media. Gracias a Joaquín Sabina que el diablo existe, porque el diablo terminó poniendo a Diana en mi camino, y terminó también poniéndome en su apartamento con mis elepés de Camarón de la Isla y catorce discos compactos de Frank Old Blue Eyes Sinatra y su música y su insuperable fraseo. Sí, me mudé a su apartamento

Para dolor de mi madre, que en la cocina descanse.

Me mudo a su apartamento.

Para dolor de mi padre y alegría de mis hermanas.

A su apartamento, donde veíamos el mar los tres. El mar, el balcón y el aire acondicionado central de nosotros. What a surprise, I see the world does go around… En esas vueltas termino detrás de mi espejo, termino tan loco como Diana y tan libre como mi Neurosis. Llegaba a todos los lugares con ellas, me veían y yo mismo me miraba en ellas y no me creía tan loco y tan libre. Será que los seres humanos aceptamos nuestras realidades nomás cuando estamos lejos. Diana y la antítesis de lo que era yo. Pero lo importante acá podría pasar desapercibido así que lo resalto: lo importante fueron las lecciones de Diana. Diana y su vida sin sombras. Diana y su sonrisa sin muros. Diana y su ojo de cristal entrecruzado. Diana y su pasado privado y sin impedimentos de entrada o salida yo quiero seguir jugando a lo perdido Diana sin impedimentos para seguir amando yo quiero ser a la zurda más que diestro Diana Diana Diana yo quiero hacer un congreso de lo mío Diana despertándome todas las mañanas desde 1492 y Colón y las Carabelas y la Real Audiencia yo quiero rezar a fondo un hijo nuestro.

Y no dejamos de ser excéntricos, así como tampoco dejamos de frecuentar a nuestros también excéntricos amigos y no dejamos de ir a fiestas en casas con las cuales yo soñaba. Llegamos bastante tarde una noche a una de estas fiestas.

Con permiso mi amor.

Está bien mi amor, le dije, queriéndola más que nunca desde el fondo de mi alma.

Y en lo que Don Willy Rodríguez me explicaba cómo la radio de este país estaba mal manejada y bien aprovechada por cierto sector al que él con mucho gusto pertenecía, y yo trataba de hacerle entender que el vino que vendía la compañía para la cual me esclavizaba en ese momento no era tan malo como parecía, sentí en la cara parte del agua producto del chapuzón de nada más y nada menos que Diana y sus amigas, en la piscina las chicas, cubiertas solamente con el manto de la noche. Y nadie voltea a mirarlas, y todo el mundo sigue con sus conversaciones como si nada, porque eso es muy natural entre todas las excentricidades y yo trataba de hacerme el excéntrico y terminé haciendo el ridículo tratando de taparla con cualquier cosa. Apelé como un desesperado a mi Neurosis, quien me dijo toda excéntrica que de qué me iba a espantar si todo aquello en el Caribe era normal y,

¿Porqué lo hiciste Diana mi amor?

Porque te quiero desde el fondo de la piscina de mi alma.

De más está explicar que quedé en estado catatónico desde aquel instante. Catatónico y paranoico. Un estado hermosísimo. Un estado de peleas los lunes con Lenny Abreu y reconciliaciones los viernes con Said Carbonell.

¿Porqué me botas del apartamento Diana?

Pero si no te estoy botando, tú eres el que se está marchando siempre.

¿Porqué me dueles del departamento Diana?

Porque te quiero desde el fondo de mi alma.

Pero si solo hay un lugar en todo el mundo en donde dejaría mi alma…

Dónde mi vida dónde.

En tus manos mujer

Pues déjate de vainas y ven a acostarte de una vez.

Pero es que solo en tus ojos…

Solo en mis ojos qué.

Solo en tus ojos me descubro, y salgo de estos valles de angustia.

¿Que qué?

Solo desde tus ojos salto del charco de la soledad y la muerte…

Quiere decir que no te vas a venir a acostar.

¿Porqué me gritas Diana?

Porque te quiero desde el fondo de mi alma.

Las peleas más entrañables. Las despedidas más tristes. Las reconciliaciones más eternas. La más entrañable, ocurrió desde que ella empezó a cambiar conmigo, tanto, tanto, tanto y sin motivo y sin razón ampárame señor porque me deja y llegaba yo al departamento y los encontraba bebiendo en el balcón. Sí, ella y mi Neurosis emborrachándose juntas y como preparando algo, como planeando un golpe, y ahí empezó mi desesperación.

Diana, para quién tú estás afilando ese cuchillo mi amor

Para nadie mi amor, para nadie. Pégame tu vicio, sí, el vicio de tus labios…

Diana dime por favor para quién tú estás afilando ese cuchillo.

Para nadie mi amor, Cómo gasto papeles recordándote.

Diana, porqué tú estás afilando ese cuchillo coño, ay, perdón mi amor…

Porque te quiero desde el fondo de mi alma hasta la bomba de Los Mina hasta la bomba de Los Mina hasta la bomba…

Buscaba ayuda en todos lados. Recurrí a Edwin, quien acababa de recibir un Master en Maritza me botó de la casa otra vez pero yo sé que ella me quiere. De tarde, consultaba con los creadores del Gran Manual para el amor rápido y sin resaca, sus excelentísimos y reverendísimos arquitectos Domingo García y Roberto Rijo. Por las noches consultaba conmigo mismo en el bar de Isaac, donde después de tres tragos de Bruce Lee (bebida exótica de los dioses, creada por seres humanos de forma adquirida y desarrollada por un grupo de hortelanos que se hacen llamar a sí mismos Los Babies y que ha sido perfeccionada por otro grupo de individuos que se hacen llamar Los Shanis. La mezcla de la bebida en cuestión es la siguiente:

Una parte de Bermúdez Blanco, que depende de la hora y el estado en que uno se encuentre, emocional o sexualmente hablando, se le añaden más partes de Bermúdez, que debe ser Bermúdez y no otro ron.

Una parte de Seven-Up, no Sprite, que no es lo mismo aunque Corporán de los Santos afirme lo contrario.

Se le pone hielo

Y mucho limón.

Me bebía ese coctelito y estaba todo el día como un radio desde la mañana con Diana, Diana, Diana y le hablaba a todo el mundo de ella hasta que se aparecía en la puerta del bar y yo le decía:

¿Porqué me dejas ser como tú, Diana?

Déjate por favor de dar asco y camina.

Fugaz y tenue, así llegaste a estas manos ajadas por la lucha…

Mira que me incomodo y no vienes más al maldito bar…

Manos llenas de sangre, de semen, de sudor, de vida…

De una vez por todas please vámonos.

Y por fin me dejó, un viernes en casa de mi amigo Milton… por teléfono, a las 6:45 PM y fumándome una caja entera de Marlboro Lights. Me monté súper europeo en mi nuevo Skoda y me fui por el Malecón de manera muy europea a recoger de verdad todas mis cosas, ya que le había dicho que me las dejara en recepción, pero la mandada a la mierda que me dio fue tan grande…

Y la despedida fue tan triste, que fui con Milton y el mismo amigo de él poeta y mío para que este a su vez, documentara los hechos como a él le diera su maredetta gana, y a Milton para que le pusiera la música de conveniencia. Y la despedida fue tan triste que terminamos todos bebiendo Bruce Lee en casa de Paco, donde él, mariconísimo y amiguísimo de la ex-pareja, estaba preparando un guiso de chivo que le quedó de ataque.

Y luego de volverme a entregar a la locura, domesticar mi Neurosis y aprenderme la canción Princesa, el productor artístico amigo nuestro me invita a Jarabacoa para mitigar la pena y confundir el dolor y también para, a escondidas, juntarme con Diana. Nada más que en Jarabacoa, para preparar un concierto de la mega estrella Tulile. Le dije que iba solamente si me permitía traer a mi Neurosis, que me había apoyado mucho en esos días y se había portado muy bien. Cuando me monto en el autobús: Diana.

¿Porqué estás sentada ahí tan aurora y tan vacío y tan preciosa desde esa soledad?

Porque me invitaron a un viaje sin ti.

Me refugio en canciones y relatos…

No empieces con esa letanía mi hijo.

Cansado ya de esclavizarme en la nada…

Vas a seguir…

Cansado de emancipar mi espíritu en tus vagabundas tardes…

En serio…

Dime entonces ¿porqué estoy aquí observando cómo destrozas tus labios en la carne y te empapas de mi sueño?

Ven mi amor bésame.

¿Porqué?

Porque te quiero desde el fondo de mi alma.

Fueron cuatro días como cuatro años y para mi sorpresa, ya me había adaptado tan bien a mi nuevo sistema de Diana, que tuvimos que pelear el jueves para poder amarnos despiadadamente en lunes de la semana que viene, pero cuando desperté, el domingo de la semana pasada, solo encontré la carta que me devolvió la sobriedad perdida desde 1492, una carta tan fuerte y tan rotunda como el golpe que me di en la cara pensando en vos.

La parsimonia de la carne

Todos creeríamos que esa despedida fue catastrófica, pero nos engaña otra vez la lógica, nos pasamos media vida mirando medias cosas y medios momentos y cuando nos quitan la otra parte de la venda es ya demasiado tarde, o es demasiado temprano, y nos hemos acostumbrado a nuestra media cotidianidad, a nuestros medios amores, a nuestro espacio. Nos engaña lo que a vista simple nos presenta la realidad… realidad a la que tratamos de aferrarnos como si no hubiese nada más importante que empezar a dormir de ahora en adelante y para siempre en pisos cuadrados encima de alfombras colocadas única y exclusivamente para nosotros. Leí esa carta mil veces, al pie de la letra, como si esa carta fuese mi receta para poder vivir conmigo, comer conmigo, vivir y soportarme a mí mismo. Diana, Diana y su lección inolvidable.

De una manera u otra yo también me fui, como quien dice, me escapé, porque lo que venía era durísimo y yo a terapia no vuelvo. Y me encontré sin mi Neurosis y con 15 libras menos en una fría mañana en un andén cualquiera en Chicago My Kind of Town. Me encontré con la memoria averiada y con todo un siglo de ausencia aferrado a las paredes del pecho. Una mañana me encontré pensando en nadie, me encontré un 14 de febrero con Ashley,

(que llegaba

llegaba con una mano llena de tulipanes

la otra mano vacía de almendras

y llegaba

llegaba mitad hecha de día

mitad hecha de tierra

llegaba, llegaba, llegaba

llegaba, llegaba, llegaba

llegaba hecha rojo, retazos negros y amarillos

la boca hecha lluvia y locura de su silencio de 600 días

y llegaba

llegaba con su labio inferior rozando mi dedo

y su labio superior independiente de verano

y llegaba, llegaba, llegaba

llegaba con un pedazo de perfume

y con una revolución perdida

y llegaba

con una causa memorable

y un carnaval de espinas y un fututo

y una espalda inadaptada a los latigazos

y llegaba, llegaba

y llegaba, llegaba, llegaba

con un bolso lleno de cocodrilos

o sacando palomas o conejos del sombrero

llegaba hecha alfombra de aserrín

el 6 de noviembre en Guatemala

llegaba llovizna

cocinando venganzas a fuegos lentos

llegaba altísima

por entre las matas de guanábana

llegaba vestida de azul

como loca destruyendo altares

como loca, escribiendo en las paredes

bañada de trenes

enfurecida y bendecida

despertando de las pesadillas

y con dos amores

llegaba, con una lata de pintura verde

o con millones de ataúdes

a veces vacíos, algunos llenos)

que era blanquísima y tenía las mejillas rosadas por el frío, y lloraba. Solo sé que se llamaba Ashley, que la vida le ofreció muchísimas cosas en una ciudad en donde todas las mujeres tienen 28 años y son muy interesantes y que ahí estaba la carne, tomando impulso, para dar, otra vuelta, otra vez, y otra vez…

Santo Domingo-Miami

Nueva York – Febrero 2002