El conflicto entre Atenas y Esparta fue descrito por Tucídides en su obra “Historia de la guerra del Peloponeso”. Dueña de los mares, Atenas movilizó treinta barcos con 1,200 hoplitas y 300 flecheros, más otras fuerzas aliadas pretendiendo subyugar la isla de Melos en el Egeo
Hubo un histórico diálogo entre atenienses y melios, que se quejaron de que si no accedían a la voluntad de los atenienses “Comenzaréis la guerra, y si consentimos en lo que vosotros queréis, quedaremos por vuestros súbditos y en vez de ser libres, cautivos y en servidumbre”.
Los atenienses plantearon que no iniciarían la guerra por haber recibido injurias sino porque “cuando los flacos contienden sobre aquellas cosas que los más fuertes y poderosos les piden y demandan, conviene ponerse de acuerdo con éstos para conseguir el menor mal y daño posible. Los melios replicaron que no podían “hacer otra cosa que conservemos aquello en que consiste nuestro bien común, que es nuestra libertad”
Insistieron los atenienses: “…queremos de todos modos tener mando y señorío sobre vosotros, porque será tan útil y provechoso para vosotros como para nosotros mismos”. Ratificaron que los melios, siendo súbditos, se librarían de los males y daños que recibirían y que a los atenienses “nos conviene más mandaros y teneros por súbditos que mataros y destruiros”.
Ante esa amenaza los melios preguntaron si los atenienses estarían conformes con que ellos fueran neutrales, siendo amigos en lugar de enemigos. Los atenienses contestaron que les causaría más daño tenerlos como amigos que como enemigos porque la amistad sería señal de flaqueza frente a otros pueblos y los tendrían a menos. Además, dijeron: “Vuestras fuerzas no son iguales a las nuestras, y no debe avergonzaros reconocernos la ventaja”. Y que “lo mejor será mirar por vuestra vida y salud, que no querer resistir, siendo débiles, a los más fuertes y poderosos”.
Agregaron, que “el que vence a otro le ha de mandar y ser su señor, y esta ley no la hicimos nosotros, ni fuimos los primeros que usaron de ella” “…si vosotros y los otros todos tuvieseis el mismo poder y facultad que nosotros, haríais lo mismo”.
Los melios, decididos a defender su libertad exigieron: “salgan de nuestras tierras, dejándonos libres y en paz”. Al no haber acuerdo los atenienses decidieron ganar la villa “por combate y fuerza de armas”.
Cercaron la ciudad y los melios salieron una noche y mataron a muchos atenienses que estaban de guarda. “Además les cogieron gran cantidad de trigo y otras provisiones que metieron dentro de la ciudad”. Luego los atenienses batieron “los muros de la ciudad, pero los situados por causa de algunos motines y traiciones que había entre ellos se entregaron a merced de los atenienses, los cuales mandaron matar a todos los jóvenes de catorce años arriba, y las mujeres y niños quedaron esclavos llevándolos a Atenas. Dejaron en la ciudad guarnición, hasta que después enviaron quinientos moradores con sus familias para poblarla con gente suya”.
Hace unos 25 siglos los atenienses aplicaron la máxima difundida por Tucídides de que: “El fuerte hace lo que quiere y el débil sufre lo que debe”. Ahora Putin asume el rol repudiado históricamente de Atenas y le imputa el papel de los melios a los ucranianos, que lo interpretan con heroísmo inusitado.