Andrès Requena cuando servía funciones diplomáticas

1.- Sus orígenes y lucha temprana contra la adversidad. El joven escritor atrapado en la asfixia totalitaria.

Cuatro años antes de la osada operación criminal orquestada por Trujillo y su maquinaria de muerte para secuestrar, en territorio norteamericano,  al escritor y académico vasco Jesús de Galíndez y luego asesinarle en la República Dominicana, el brazo asesino del régimen segó la vida, violentando los fueros territoriales del  imperio del norte, del destacado escritor dominicano Andrés Francisco Requena.

Gracias a los valiosos documentos donados por el historiador Bernardo Vega al Archivo General de la Nación y otras fuentes bibliográficas de autores nacionales y extranjeros, es posible reconstruir hoy las incidencias que condujeron al doloroso final de este prestigioso intelectual dominicano, de singular talento, quien tras doce años de estar atrapado en la asfixia totalitaria del régimen, como muchos de sus pares de la  época, decidió romper sus amarras con el mismo y denunciar sus crímenes y atropellos a través de la prensa y la literatura.

Escritor, intelectual, periodista y diplomático,  Andrés Francisco  Requena  nació en San Pedro de Macorís en 1908. Tenía ascendencia venezolana, pues su abuelo había emigrado desde allí a Santo Domingo tras estallar la guerra federal.

Pero por esos azares tantas veces inclementes del destino, Requena quedó huérfano de padre muy niño, viéndose precisado a luchar sin reposo contra los embates inmisericordes  de adversas circunstancias.

La diaria y no fácil lucha por la subsistencia, no mermaron en él su decidida vocación de escritor. Se inició primero como cuentista, pero terminaría siendo reconocido en el mundo de las letras por importantes novelas, como es el caso de “Camino de Fuego” y “Los enemigos de la tierra”, y especialmente “Cementerio sin cruces”, esta última una terrible denuncia contra los desmanes de la tiranía.

En los círculos literarios  se hizo famosa la observación del agudo escritor y crítico literario peruano Luis Alberto Sánchez, quien tras leer las obras de Requena, expresó: “es un demonio de escritor”, para referirse a sus reconocidas dotes literarias.

En medio del implacable sojuzgamiento tiránico, era muy difícil para un escritor- el caso de Juan Bosch antes de su exilio lo ejemplifica muy bien-, abrirse camino sin mantener algún vínculo con el régimen dado su control absoluto de los medios de subsistencia y las posibilidades para publicar y darse a conocer.

Es por ello que Requena inicia, como muchos intelectuales y escritores de la época, su colaboración con la tiranía, en principio  escribiendo artículos laudatorios de Trujillo en el periódico La Opinión.

En fecha 24 de agosto de 1936,  dirige una misiva a Trujillo, solicitándole apoyo para publicar su novela “los enemigos de la tierra”. La misma es respondida por Joaquín Balaguer, a la sazón subsecretario de la Presidencia, cuatro días después. En la misma  comunica, que cumpliendo superiores instrucciones del “ilustre jefe”, está procediendo a remitirle  un cheque de cien dólares a los  fines solicitados.

Un mes después, específicamente el 10 de septiembre de 1936, Requena dirige otra carta a Trujillo solicitándole su inclusión en la sección de información y propagada del partido dominicano.

Como era la usanza de la época, todo debía solicitarse explicitando en ritual laudatorio al tirano las motivaciones de cualquier  solicitud, sin importar lo sencilla que fuera la misma.  Requena lo haría  manifestó que en “… rendir una labor digna de la aprobación de Vuestra Excelencia pondría todo mi afán y entusiasmo, que es hijo de mi más sincera admiración y simpatía por vuestras valientes ejecutorias en bien de la patria y del mundo”.

La referida misiva sería respondida el 3 de noviembre de 1936 por José María Bonetti Burgos, entonces subsecretario de Estado de la Presidencia. En la misma le instruía, en atención a su solicitud, a dirigirse al poeta y escritor Emilio Morel, entonces presidente de la junta central directiva del partido dominicano, con la finalidad de ser incluido en la sección de información y propaganda del mismo.

2.- Requena, víctima a su pesar, de una treta de Trujillo y Teódulo Pina Chevalier.

Ya en 1939, sirviendo funciones diplomáticas en España, Requena se vio involucrado, a su pesar, en un delicado asunto que, de seguro, debió ya comenzar a pesar sensiblemente en su ánimo contribuyendo a dar forma a la delicada determinación que adoptaría tres años más tarde.

A cargo de la entonces Legación dominicana en Madrid había sido dejada en custodia, por parte de la Embajada de México en Madrid, una caja fuerte conteniendo joyas de alto valor, las cuales habían sido, a su vez, entregadas en custodia a dicha representación por exiliados españoles que se vieron precisados a buscar refugio en el país azteca tras el ascenso del  franquismo al poder.

Teódulo Pina Chevalier, tío del tirano, entonces Ministro en España, en conocimiento del tesoro que albergaba la referida caja fuerte, comenzó a articular aviesas maquinaciones con el propósito de apropiarse de tan codiciado tesoro.

Según Requena, quien el 26 de abril de 1947  daría su versión de lo ocurrido en carta al entonces Procurador General de la República Juan Tomás Mejía, tras circular en su contra un libelo acusatorio, Teódulo expresó que dicha caja contenía: “más de dos millones de dólares en joyas en su interior “y que “era una lástima que alguien no le abriera la barriga”.

Conforme su versión, Teódulo entró en contacto con la Embajada dominicana en París, sabedor de que a Trujillo se le esperaba muy pronto en dicha capital en viaje oficioso y se trasladó hasta allí para obtener del tirano un  permiso especial  para abrir la referida caja fuerte, acordándose un reparto en las siguientes proporciones: el 50% del contenido de la caja fuerte para Trujillo; un 35% para Teódulo y un 15% para el Señor Olózaga, cónsul honorario de la República Dominicana en Madrid, sobre quien recaería la responsabilidad de tramitar la operación mecánica que precisaba la apertura de la caja.

En la operación fraudulenta, Olózaga y el mismo Teódulo resultarían timados por el tirano, según la versión de Requena, ya que las referidas  joyas fueron montadas en el yate Ramfis y nadie jamás  supo de las mismas.

Teódulo fue expulsado “en forma directa aunque discreta”, por parte del gobierno español tras enterarse de la fraudulenta operación. Requena fue interrogado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de España, quienes le mostrarían un recibo en que figuraba su firma, falsifica por Teódulo, como responsable de haber recibido en custodia la referida caja fuerte.

En la ocasión, Requena fue trasladado a Lisboa y luego a Italia, poniendo el conocimiento de lo ocurrido al entonces Embajador en Roma Telésforo Calderón.

3.- La versión de su renuncia como diplomático al obtener información sensible de Trujillo.

La  versión que se ha establecido como causa inmediata de la renuncia de Requena y su rompimiento con el régimen de Trujillo, sirviendo funciones diplomáticas en Chile, dan cuenta de que desempeñándose como secretario de la legación dominicana  en el referido país, tuvo acceso a documentos que probaban la colaboración de Trujillo con una red de espionaje de los nazis en América, destinada a suplirle alimentos y combustibles a sus submarinos, que al momento desplegaban sus operaciones en el Caribe y el Atlántico y servirles información sobre los movimientos aliados en la zona.

Andres Requena cuando pertenecía al ejército norteamericano.

La referida red de espionaje tenía su estación principal en Chile, con ramificaciones de monitoreo en varios países de América, entre ellos Santo Domingo. Las mismas conectaban con las operaciones del Alto Comando Naval del Estado Mayor de la Marina de Guerra de la Alemania de Hitler.

Dichas fuentes señalan que, sintiéndose contrariado con la referida actitud, Requena sustrajo parte de los referidos documentos, los trasladó a Cuba  y posteriormente los entregó al gobierno norteamericano.

Terminaría renunciando a sus funciones diplomáticas en 1942. En fecha 6 de octubre de ese año, escribe una carta a Trujillo desde La Habana, en la cual le expresa, con ánimo de evitar represalias por su renuncia, que la misma obedecía a que se le había dado a entender que “ni ahora ni después yo podría obtener ningún ascenso, por motivos que nunca podré explicarme”.

La misiva le fue respondida una semana después por Rafael Paíno Pichardo, entonces Secretario de Estado de la Presidencia, en la cual le señalaba que en el ánimo de Trujillo había pesado muy sensiblemente su renuncia, dado que le estaba considerando para un ascenso a secretario de legación. Le recomendaba venir al país para que personalmente expusiera su caso a Trujillo al tiempo de  ofrecerle, en edulcorado lenguaje, interponer sus buenos oficios para que su caso se solucionara.

Como cabe suponer, Requena no regresaría al país. Desde la Habana se traslada a los Estados Unidos y estando allí ingresa a las filas del ejército norteamericano, en plena Segunda Guerra Mundial, siendo licenciado del mismo en el año 1946.

4.- Causas inmediatas de su alevosa muerte

Tras radicarse en Nueva York, Requena no perdió un solo instante en agitar contra la tiranía trujillista. A tales fines creó el periódico “Patria”, en 1948  y escribió la novela “Cementerio sin cruces”, publicada en México, en 1949. La misma constituía una denuncia contra las atrocidades del  régimen. Sus artículos alcanzaron gran resonancia, al ser publicados en medios afamados del continente.

En fecha 31 de octubre de 1949, el periodista Francisco Comarazamy, a la sazón agregado de prensa del consulado dominicano en Puerto Rico, dirige un memorándum a su superior inmediato, el cónsul general de la República Dominicana, en el cual le comunica haberse encontrado con Requena en la calle El Cristo, en el restaurant y hospedería de Mariano Rocafort.

En el referido informe, Comarazamy informaba que al encontrarse con Requena, quien estaba acompañado del periodista dominicano Pedro Álvaro Bobadilla, aquel le hizo partícipe de que su presencia en Puerto Rico, desde hacía cuatro días, tenía por principal propósito promover  “Cementerio sin cruces”, libro que Comarazamy definía como ”un libelo enderezado a calumniar al país  y sus instituciones”.

Le afirmó que, aunque residente en México, se había trasladado a Puerto Rico, desde Nueva York, para promover el referido libro. Le expresaría en la ocasión, según la versión de Comarazamy: “traigo un libro que es una palma de fuego contra tu jefe”.

Tras despedirse de Comarazamy,  saldría a sostener un encuentro con el destacado escritor peruano Luis Alberto Sánchez, a la sazón catedrático visitante de la universidad de Rio Piedras.

Para entonces, el temible Félix W. Bernardino Evangelista, cónsul general de la República Dominicana, no cesaba en su laborantismo de procurar acercar al régimen a exiliados desafectos.

El temible Fèlix W. Bernardino Evangelista, asesino de Requena.

Requena sentía por su madre un cariño especial y anhelaba reencontrarse con la misma al igual que con su hermana, después de 14 años sin verlas. Le fue prometido propiciar que ambas se trasladaran  a Nueva York, a cambio de que resignara los ataques que realizaba contra Trujillo a través de Patria.

Los referidos acercamientos no terminaron bien. La última conversación la sostendría con su novia Rafaela Pedrago, en el número 601 Oeste de la calle 110 de Nueva York. Desde allí, se trasladaría en taxi, conducido por Sol Tozitski,  hasta el no. 243 de la calle Madison. Pide al taxista esperarle cinco minutos, mientras se adentra en un traspatio oscuro de una derruida vivienda. En una alevosa emboscada,  el temible Félix Wenceslao Bernardino Evangelista, al mejor estilo gansteril, ejecutó a Requena un 2 de octubre de 1952.

El cadáver de Requena tirado al pavimento

5.- Resonancia internacional del crimen contra Requena

Los principales diarios norteamericanos se hicieron eco de su muerte, entre ellos el  Herald  Tribune,  el New York Times, Daily News, Word Telegram and Sun, New York Post y el Journal American.

Es dos días después de perpetrado el crimen, cuando Bernardino ofreció declaraciones a United Press para afirmar de los arreglos a que había llegado con Requena  a fines de trasladar su madre  y su hermana a los Estados Unidos.

De igual manera, protestaron por su muerte organizaciones a favor de los derechos humanos y las libertades públicas, como fue el caso de la “ Liga para la Defensa de los Derechos del Hombre”, la “ Asociación Pro Democracia y Libertad”, lo mismo que tras el asesinato, se constituyó la agrupación denominada” Comité en Memoria de Requena”.

Incluso el Presidente Truman, en una rueda de prensa, hizo referencia al caso de Requena, tras recibir noticias del mismo por carta que le enviara un grupo de exiliados antitrujillistas, conforme testimoniara al respecto años Don Angel Miolán.

De igual manera la prensa cubana, no tardaría en referirse al horrible crimen de Requena. El reconocido columnista  Jesús Gonzàlez Scarpetta, en su reconocida columna denominada “Pantalla Americana”, que publicada en la prestigiosa revista Bohemia, expresaría  en la edición del 12 de octubre de 1952, que:

El crimen perpetrado con premeditación, nocturnidad y alevosía, en la persona del exiliado Andrés Requena, 44 años, editor del periódico Patria y autor del difundido libro “Cementerio sin Cruces”, historia novelada de las atrocidades trujillistas, ha causado consternación y alarma en nuestra América”.

Y en la misma referida edición, el reconocido director de Bohemia, el combativo periodista Miguel Ángel Quevedo expresaría al respecto:

Pocas veces había sido previsto y denunciado de ante mano con tan exactos perfiles, un crimen político. La víctima y los inductores eran conocidos. El complot no era un misterio para la policía de Nueva York. Y decursaron nueve meses entre la denuncia y el hecho”.

Para mediados de octubre de 1952, de igual manera, el comité político del PRD en el exilio, hizo pública su protesta, al manifestar:

El PRD, al condenar con toda energía el asesinato del gran luchador antitrujillista Andrés Requena, hace un ferviente llamamiento a la opinión democrática de los Estados Unidos, de Cuba, de todo el Continente, para que se levante una enérgica campaña reclamando merecido castigo para los crímenes de la tiranía de Trujillo”.

Otro periódico de Nueva York, “España Libre”, de igual manera se solidarizó con las protestas del exilio dominicano ante la muerte de Requena:

Unimos nuestra protesta a la de los refugiados dominicanos y nos asociamos a su dolor. Esperamos confiados la acción de la justicia del país y sabemos que se adoptarán medidas para la repetición de actos como este que el pueblo estadounidense condena”.

El primer congreso mundial de periodistas, para entonces reunido en Chile, alzó su voz enérgica contra tan alevoso crimen. De igual manera, el diario “La Hora”, de Costa Rica, afirmaría: “el mundo no puede quedar indiferente ante los crímenes del dictador Trujillo”.

Qué deseable y necesario sería que las obras de Requena se reediten y se lean; y que al hablar de ellas y analizarlas, se explique a los estudiantes las razones del   cruento asesinato de su autor. ¿No sería una forma privilegiada de demostrar cómo se vinculan la historia y la literatura y cómo esta última, cuando sabe utilizarse,  constituye una herramienta excepcional para edificar la memoria colectiva?