Como dijo el escritor nicaragüense Sergio Ramírez en su discurso al recibir el honoris causa de la Universidad de Guadalajara, México: "Los temas para escribir son muy pocos para el escritor: amor, muerte, vida".
Con toda la razón hizo esta afirmación, ya que este tiene un mundo "limitado", pues aunque se lance a escribir del universo, "algo" de estas tres cosas tendrá…
Cuando uno escribe, ya tiene que tener "preconcebida" la historia, aunque esta, en algún momento, vuele y lo conduzca a ideas que no estaban en la trama.
Crear "cosas nuevas" no es asunto fácil, ni para el compositor de música, canciones, pinturas, bailes y todo lo que tenga que ver con innovar, ya sea en el arte, el comercio, la medicina y los demás oficios que hacen caminar a la sociedad.
En este caso, el escritor está limitado a "reglas gramaticales" y al uso de un lenguaje establecido. Su labor radica en "encontrar" "esas palabras" que lo definan y que encima "entienda" el público.
Resuelto "ese asunto", ahora tiene que encontrar "la historia" y contarla de manera que el lector la pueda sentir y sea transportado a "esas" descripciones y personajes como si los estuviera viendo…
Recrear "el cuento" y llevarlo a "años, meses o a un simple día", como Joyce con su Ulises. Sin embargo, el escritor tiene algo a su favor, por lo menos, y es que puede hacer cuentos cortos, novelas breves, como Pedro Páramo de Rulfo, o simples latidos como los que Mínimo Carnicero suele hacer… Guardando las distancias.
Ahora, volviendo a las palabras de Ramírez, ¿podemos salirnos de "esas encrucijadas" de la vida, el amor y la muerte que menciona y que tanto me recuerda a Miguel Hernández?, ¿Es posible escribir sin "inmiscuirlas en el asunto"?
Desconozco a ese escritor, perdonen mi ignorancia, que haya apartado esas tres vertientes de la literatura. Sería algo innovador y fuera de este mundo el "ausentar" tres factores que determinan "la esencia de lo que somos".
Digamos que sería un texto vacío y frío o "algo" que no podríamos entender, ¡pero ese es el reto del escritor! Sorprendernos y llevarnos a lugares y emociones; ni experimentadas aún ni soñadas.
Independientemente de la fama o reconocimiento que tanto buscamos los humanos, el escritor serio, ese que hace el oficio porque le gusta, lo disfruta, lo siente. Escribe sin pensar en la opinión de los demás.
El asunto es individual y se asemeja a "un trance", una meditación, "un desprendimiento"… Uno se lanza a nadar entre las letras y a puros zarpazos va organizando el alfabeto hasta exprimir las palabras que van formando aguaceros.
Se hace Dios de su universo que forma e inventa desde ese misterio que llevamos en nuestra mente. La conciencia se "desdobla" en discursos paridos desde "la nada". La misma que intenta alcanzar desde sus limitados sentidos.
Se pasa días y meses ensimismado en su historia, llegando incluso a creer que existe lo que solo está en su mente. No sabe que se va transformando de sus personajes y ficciones, llegando incluso a perderse cuando se mira al espejo.
Por eso hay tantos locos y suicidas en este oficio pensante. Se llegan a cansar de "este mundo real" que vivimos y ansían alcanzar "aquel creado". Se van nutriendo de sus sueños y se van saliendo lentamente de este.
Pero están dispuestos a morir en su empeño porque es su razón de vivir y de estar cerca de un mundo idealizado a su medida ante las amenazas del amor, de la muerte y de la vida. ¡Salud! Mínimo Escritero.