Rafael Leónidas Trujillo es uno de los temas recurrentes de la literatura y la historiografía dominicanas, así que resulta difícil aportar una perspectiva novedosa para una problemática tan manida. Sin embargo, Priscilla Velázquez Rivera ha logrado ofrecernos una mirada novedosa con su novela La cuna del escorpión, ganadora del Premio Anual de Novela Manuel de Jesús Galván (2021).

Con fuerza, sensualidad y un estilo que la adscribe en la gran tradición del realismo mágico latinoamericano, Priscilla nos ofrece una mirada sobre Trujillo desde la reconstrucción de su árbol genealógico. Pero no se trata de una descripción genealógica cualquiera, pues a la autora no le interesa realizar un registro histórico de los ascendientes del tirano, sino construir un relato sobre los procesos sociales y las actitudes que inciden en la gestación del mal encarnado en un dictador.

Esta forma de enfocar la cuestión resulta lúcida, porque trasciende la lectura maniqueísta que nos exime de vivir con la carga de la responsabilidad moral compartida. En este sentido, el personaje del escorpión, aparentemente tan ajeno a la condición humana, engendro monstruoso sin rostro ni identidad fija, constituye un reflejo de nuestra humanidad, de las posibilidades del mal que están latentes dentro de nosotros.

Y sin embargo, esta novela no es una perspectiva pesimista de la naturaleza humana, porque en ella también aparecen las bondades que definen muchas de nuestras posibilidades de ser. Es una puesta en escena de las luces y sombras de personas que se definen en sus particulares situaciones habitando en el desarrollo histórico de una constante tensión entre eros y represión; dignidad e ignominia; heroísmo y cobardía; creación y destrucción.

La obra no es una descripción de procesos históricos, sino un “mythos” (relato) de lo que hemos venido a ser. Constituye una metáfora de toda la herencia del mal acumulado a través de sucesivas épocas que pueden llegar a encarnarse en un individuo, en una cosmovisión del mundo, en un sistema de prácticas.

La cuna del escorpión es la promesa de un pasado aparentemente superado por nuestros anhelos y esfuerzos de una sociedad más justa, pero al mismo tiempo, una sensual y poderosa reflexión sobre muchas de nuestras esperanzas frustradas en el presente; con un agravante, como la metáfora del perenne regreso del escorpión que protagoniza la novela, constituye una advertencia sobre el posible retorno de una bestia que nos recuerde ser: “todos en uno, el traje y el cuerpo de todos nosotros".