En la democracia, la teoría de separación de poderes es un pilar fundamental. Esta doctrina, que distingue entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial, busca garantizar un equilibrio que prevenga abusos y fomente una administración equitativa de la justicia y el poder. Sin embargo, este equilibrio se ve amenazado mediante el endoso de candidaturas.

El endoso de candidaturas como práctica viene de lejos, Joaquín Balaguer era bien conocido por subir manos en muestra de soporte y, estamos acostumbrados a ver campaña tras campaña los afiches de los contendientes con fotos maridadas con las de un líder de mayor rango de su partido o un aliado, usualmente el candidato a presidente o el mismo presidente del país.

Esta práctica fomenta el desequilibrio en la balanza de la representatividad y la equidad electoral. Cuando un presidente popular apoya a determinados candidatos, éstos a menudo reciben una atención mediática mayor y acceso a recursos económicos superiores a sus contendores, lo que puede desembocar en un proceso electoral injusto. 

Estas “alianzas” reducen a la vez la diversidad de opciones ideológicas disponibles para los votantes. En una sociedad como la nuestra, donde el componente ideológico se vincula más al político, estos apoyos hacen que algunos sacrifiquen este componente y hasta su identidad política, a cambio de tener más oportunidades de ganar.

Más preocupante aún es la percepción pública del Congreso como una extensión del Poder Ejecutivo. Esta percepción debilita la esencia de la democracia representativa, en la cual cada poder del estado debería operar de manera independiente para fiscalizar a los otros. Fiscalizar, una tarea principal del legislador que se ha vuelto una promesa popular en esta contienda donde prácticamente todos los concursantes del partido oficialista aparecen junto al presidente en vallas y anuncios publicitarios. Sin una clara separación, el riesgo de un gobierno autoritario aumenta, las decisiones importantes se toman en una mesa parcializada y las voces disidentes son marginadas.

Para preservar la salud de nuestra democracia, es crucial reevaluar la dinámica entre el ejecutivo y el legislativo en las campañas electorales y en su día a día. El Congreso es un cuerpo independiente con la capacidad y la responsabilidad de contrarrestar el poder ejecutivo. Solo así podemos asegurar que los debates políticos y las políticas públicas reflejen una gama más amplia de perspectivas y cumplan con los estándares de un gobierno justo y democrático.

La separación de poderes no es simplemente un concepto jurídico, sino una práctica viva que debe ser defendida activamente para proteger nuestras libertades y nuestra estructura democrática. No permitamos que el endoso se convierta en una herramienta usual que socave los pilares de nuestra democracia.