“Si quieres conocer a una persona, dale poder”. Confucio

El ser humano acostumbra a relacionarse de forma jerárquica. Empero, cuando están acentuadas las manchas de la ignorancia y las raíces de la arrogancia, el ejercicio del poder suele desencadenar actitudes y formas repugnantes. Ya lo dijo Lord Acton: “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. La mayoría de la gente que ostenta poder tiende a desenmascarar su ego y su verdadera personalidad, refleja lo que en el fondo es. No  debe olvidarse que el poder es un fenómeno connatural e inherente a la dinámica de cualquier país u organización, que se caracteriza por la imposición y la dominación, en donde se impone la propia voluntad aun en contra de cualquier resistencia, cueste lo que cueste.

El filósofo y psicólogo francés Michel Foucault, es talvez el teórico más reconocido sobre este tema. Sostuvo que “el poder no es una estructura ni, tampoco es una fuerza que se nos ha dado”. Foucault relaciona el ejercicio del poder con el saber, afirmando categóricamente que es imposible que el saber no engendre poder, y tiene razón. Para él “el poder está en todas partes; no es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes”.

Antes de que se ostente (el poder), la persona se caracteriza por sentirse grande, buscar posiciones de prestigio, ser reconocido, hacer fortuna, tener dominio y control, ser imponente… Estas actitudes suelen desatarse sin control cuando se ven expuestos al consumo de alcohol y de otras sustancias psicoactivas.

Decía el escritor Edmund Burke “de la misma forma que la riqueza es poder, todo poder atrae infaliblemente hacia sí la riqueza por uno u otro medio”. Muchos creen que el fundamento del poder es la riqueza, pero el poder existe aún sin fortuna. El conocimiento es poder y la información es poder, así lo afirman con certeza Francis Bacon y Bill Gates. Jesucristo concentra el mayor poder jamás conocido, pero era de origen humilde, su riqueza inconmesurable es espiritual y divina, ejerció el poder con sencillez. Gandhi propició la independencia de la India sin fortuna ni armas. “La fortuna carece de poder sobre la vida moral” Así dijo el filósofo y escritor Séneca.

El poder puede existir, aunque no se ejerza. La necesidad de poder le importa bastante la posesión de cosas y no del amor ni de la virtud ni de la ética; se concentra  en la lucha por ese propósito contra cualquier cosa o persona que se le interponga, ejerce dominio para doblegar y lograr sus desmanes, desea tener influencia aun sacrificando su propia familia y sus amigos, mantiene un sentimiento de invulnerabilidad al fracaso. Los poderosos tienden a mirar con desdén a los sin abolengo, y se muestran insensibles a la miseria y al dolor ajeno. Sostuvo el escritor y filósofo del Renacimiento italiano Nicolas Maquiavelo que “la naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad”.

Les sucede a muchos ejecutivos en los sectores público y privado, caracterizados por ser coercitivos, que evitan  nombrar subalternos muy brillantes para que no les hagan sombra, se endiosan y se alejan de los amigos y hasta de su familia, para que no les pidan favores, suelen encarnar estilos de dirección autoritarios y absolutistas. Confunden el poder con la autoridad, la cual se ejerce por el derecho de dirigir en virtud de una posición jerárquica, mientras que el poder se presenta en una relación caracterizada por la imposición de la voluntad del que lo ejerce. Se preocupan más por el poder para lograr sus propios fines y no para ayudar a los demás. Algunos se caracterizan por ser iracundos, codiciosos, impacientes, intolerantes, arrogantes, engreídos, humillantes. Por lo general hacen gala de símbolos de poder, como grandes mansiones, yates, autos de lujo, relojes de oro, ropa y accesorios de marcas costosísimas. Conviene resaltar que “no hay nada malo con los hombres que poseen riquezas, el mal viene cuando las riquezas poseen a los hombres” Billy Graham.

Alguien me dijo, “no eres así porque no tienes suficiente poder ni fortuna”.

Pienso que no todo lo humano está construido sobre esa cimiente connatural. Sin embargo, el poder no tiene por qué ser siempre negativo o centrado en la represión. Está comprobado que hay estilos de dirección que aseguran resultados constructivos, que forman equipos y comparten el poder y la autoridad para lograr objetivos favorables, que empoderan, que no reflejan en sus acciones  el agravante engreimiento que surge de tal altivez de espíritu.

Dijo Gandhi “si el poder y el dinero te hacen arrogante, la enfermedad y la muerte te mostrarán que no eres nada en esta tierra”. Esta es una reflexión profunda sobre el sentido de la vida, vale más dejar huellas de justicia y de amor que de maldad y de odio. La brevedad de la vida nos invita a dirigir con una misión constructiva y basada en principios y virtudes, pues nuestras huellas  son el verdadero legado al relevo generacional.

Por lo general, el poder se ejecuta positivamente cuando emerge del amor, de la educación, de la sencillez, del respeto mutuo, del liderazgo inspirador, democrático, transformacional. Me tocó la oportunidad de interactuar unas cuantas veces con tres miembros de la familia más poderosa y adinerada de nuestro país; lo que siempre noté es que son personas sencillas, de muy bajo perfil; y aunque no todo les ha salido bien, procuran siempre hacer las cosas de manera correcta. Asimismo, tengo la bendición de interactuar con tres miembros de un grupo empresarial en vías de crecimiento, y son el mayor ejemplo de sencillez que me ha tocado conocer en toda mi vida laboral.

El poder no  siempre se ejerce desde nuestras peores miserias humanas, también desde las raíces de la madurez, la sensatez, la templanza, el equilibrio, la cordura, la sencillez…