No existe el don de la ubicuidad empresarial, en un mismo día dirigir el patrimonio de tu corporación en la mañana y en la tarde el de otra empresa te contrata como administrador por decisión de la asamblea de accionistas. De ser eso posible no existirían las fusiones o adquisiciones de compañías. Si te interesa una empresa de la competencia la adquieres. Si los accionistas de una empresa no están de acuerdo con una administración, forman coaliciones para destutanar al que creen destruye valor.
Si Microsoft se tambalea no pide prestado a Apple tiempo parcial de sus ejecutivos. ¿Por qué si eso es tan obvio pensamos funciona en el caso de empresas públicas? La destrucción de valor característica de toda empresa pública no es un tema de aplicar métodos de eficiencia que funcionan en empresas privadas.
Los soviéticos pensaban así, que la productividad y creación de riqueza de empresas capitalistas obedecía a una serie de recetas que simplemente había que seguir al pie de la letra. Ludwig von Mises les advirtió que solo un empresario que contrata factores en mercados libres y competitivos y sin privilegios monopólicos otorgados por el Estado para tener ventas seguras es capaz de discernir sobre el costo económico de lo que se produce.
Y que empresario es una condición que existe mientras están presentes esas condiciones. Se pierde en el momento que la obtención de un residual en competencia se sustituye por un acto administrativo otorga un monopolio o un decreto lo coloca al frente de una empresa estatal, especialmente en aquellas donde pares privados trabajan en competencia no ofrecen una referencia o benchmark confiable para medir eficiencia.
Con CORDE, CEA y CDE eso mismo veíamos con el desfile de recuperadores de esas empresas cerraban en rojo todos los años y las pérdidas las cubría el gobierno central, no el patrimonio personal.
Recordemos el ejemplo de Carlos Morales Troncoso. Manejaba una empresa que estaba en el primer percentil de los ingenios más eficientes del mundo. Por esas competencias lo nombran al frente del Consejo Estatal del Azúcar, empresa pública con patrimonio en tierra y equipos diez veces mayor, y no puso sacarla del percentil noventa y nueve en que se encontraba en ese mismo ranking.
Ahora estamos en lo mismo, solo que los recuperadores no son ya robles con hojas de vida en la activa militancia política. Ahora apelamos al "empresario eficiente multipolar", con el don de la ubicuidad para estar en multitarea en su empresa y en otra ajena "propiedad del pueblo dominicano".
Ayer, hoy y mañana el único destino de las empresas públicas debe ser su privatización total en una subasta competitiva donde su traspaso al que más la valore no contenga en su precio la prima por la eliminación futura de la competencia por acto político. Propiedad privada y oferta competitiva de bien o servicio con la seguridad jurídica las ganancias y las pérdidas serán privadas. Cualquier desvío de eso es seguir con la misma entretención de los recuperadores de hace un par de décadas.