En varias ocasiones se ha escuchado la sinceridad de nuestra clase política, al afirmar que, “en política se hace lo que conviene”; a partir de entonces, podemos inferir con precisión, y hasta entender, su estructurado comportamiento de indiferencia social tanto en la dirección de alguna institución gubernamental, o desde un asiento en el Congreso Nacional. Esa indiferencia asegura sus intereses particulares en desmedro del bienestar social que culmina en degradación de la educación, la salud pública y la seguridad social.

En los próximos meses se avecina el pugilato tradicional de la democracia dominicana, en donde miles de candidatos partidarios engalanarán nuestros espacios visuales y auditivos con un imaginario de promesas que resaltarán los suspiros y delicias de cualquier medio de comunicación de masas; y, en ese frenesí peculiar de búsqueda de electores, sacarán las alforjas de promesas que sus egos construyen; atrás quedará el colapso de nuestro sistema educativo, cómo nuestro sistema de salud solo se enfoca en las enfermedades y cómo los trabajadores han sido estafados con el actual sistema de seguridad social. La indiferencia en plena fiesta se viste de gala.

En ese espacio de campaña electoral, los electores nos enfrentamos a las usuales ideas y propuestas de solución sobre temas de interés social; obviamente, a ninguno se le ocurre expresar, en función del presupuesto nacional, cómo se financiará cada propuesta electoral. De hecho, la elocuencia obnubila la realidad y nos quedamos esperando una propuesta seria y precisa para evaluar el resultado social del gasto en publicidad que realizan los gobiernos y, en consecuencia, proceder con el desmonte minucioso de dicha partida en el presupuesto nacional y, reorientar esos gastos superfluos hacia inversiones productivas de largo plazo. Ese tipo de ideas no forma parte del imaginario y el horizonte temporal de nuestros políticos tradicionales, enfocados en el corto plazo.

Sin embargo, reorientar ciertos gastos no productivos, de tal manera que se orienten recursos hacia la ejecución de programas educativos especializados en razonamiento matemático y comprensión lectora en niños de 10 años, edad donde el proceso de maduración neuroanatómico permite obtener un máximo resultado, se considera como un tipo de inversión de calidad con orientación hacia el desarrollo.

En la agenda de las ofertas electorales, tampoco encontramos un compromiso para superar el atraso y magro resultado de los servicios ofrecidos por el sistema de salud, mediante la creación de programas orientados hacia la nutrición como el factor preponderante de la salud humana; en efecto, el discurso usual de los candidatos a puestos electivos solo revela el discreto encanto de la indiferencia hacia el objetivo social de alcanzar un estado físico y mental de salud óptimo de nuestra población. Como norma, el enfoque de los candidatos para dirigir el Estado se centra en la oferta de nuevas edificaciones y otras obras civiles cuya ejecución desborda los tiempos de permanencia como ejecutores de políticas públicas.

Por otro lado, a la comunidad de electores no se les presenta con quiénes gobernará el inquilino del palacio nacional, cómo se distribuirán los fondos del presupuesto para mejorar servicios fundamentales (salud, educación) para mostrar, fuera de toda duda razonable, que los futuros incumbentes de los más elevados puestos de dirección del Estado poseen las competencias para administrar los recursos puestos a su cargo y con los estándares de eficiencia requeridos.

El tema de la inversión en salud resulta sumamente preocupante: no solo no existe una oferta de servicios de salud, sino que todo el sistema opera como centro de atención de enfermedades; la salud no es vista como una estrategia preventiva de la ocurrencia de enfermedades y situación para incrementar la productividad del trabajo. Como ejemplo, consideremos el tema de un 25% de la población en situación de prediabetes y diabetes tipo 2[1]. Y, a pesar que dicha situación es perfectamente prevenible, no se evidencia la puesta en marcha de una estrategia sobre el comportamiento nutricional a seguir para evitarla.

El caso de la educación presenta similitudes preocupantes: (i) la oferta del desayuno escolar carece de los elementos nutricionales claves para el desarrollo cognitivo, (ii) el agua disponible para el consumo de los niños carece de los minerales necesarios para funciones propias del cerebro, como es el caso de la conductividad eléctrica y, (iii) el enfoque del modelo educativo se centra en el aprendizaje de materias y no en la formación de una mente creativa con capacidad para mover la sociedad hacia adelante.

El discreto encanto de la indiferencia encandila a los ejecutores de políticas públicas, alejándolos del campo visual y la claridad conceptual sobre que “no hay educación de calidad sin gasto de calidad[2]; y, de igual manera, que puede haber salud física y mental en una sociedad asediada por la oferta de productos carentes de los nutrientes que sirven para el cultivo de enfermedades letales. No sorprende, por tanto, que en el año 2020 se registraron en República Dominicana 19,816 nuevos diagnósticos de cáncer[3], de acuerdo con la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), una dependencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La respuesta, ante este tipo de evento, es un incremento del gasto en enfrentar la enfermedad, que culmina con 1,702 muertes por año, cuando lo efectivamente bien valorado por la sociedad es la inversión en salud.

La indiferencia de política se potencia en los años electorales, a través de ofertas sin una correcta identificación de la problemática respectiva, ni con la equivalente partidas presupuestarias para el financiamiento; en consecuencias, se ofertan los deseos de la conveniencia política. A ningún candidato se le ocurre presentar una propuesta nutricional para favorecer la salud y el aprendizaje, a pesar que se trata del vínculo que conecta ambos aspectos de la vida; obviamente, la educación en nutrición debería formar parte de la currícula académica.

Esa indiferencia se exacerba en el sistema de seguridad social vigente; como muestra, considere el ejemplo siguiente: suponga que una persona logra acumular unos RD$11,500,000 durante todo su período de aportes; pues bien, de acuerdo con lo establecido, recibiría una pensión de unos RD$79,000 a partir de su retiro a los 60 (sesenta) años. Pero, por ese monto, la AFP estaría recibiendo unos RD$95,800 mensual por el principal, calculado a una tasa de 10%; eso significa que, cada mes el principal se estaría incrementando en unos RD$16,000 (diferencia entre lo recibido como intereses y lo pagado como pensión).

Hasta ahí, todo parece muy bien y, hasta se aducirá que el pensionado, para el caso que estamos reflejando, recibiría unos RD$18.6 millones en desembolsos siempre si alcanza los 20 (veinte) años de pensión; sin embargo, merece atención considerar que, justo en el momento hábil para la pensión, el afiliado haría un manejo financiero mucho más eficiente que la AFP (Administradora de Fondos de Pensiones), dado que, con dichos fondos en su poder podría realizar inversiones más productivas que la referida agencia; además, en caso de fallecimiento, esos recursos quedarían en manos de su familia y no en PODER de la AFP.

Esperamos que la indiferencia ceda su paso al compromiso social en el próximo período electoral.

[1] https://www.diariolibre.com/actualidad/dialogo-libre/2022/11/06/alto-porcentaje-de-diabetes-y-prediabetes-en-rd/2127477

 

[2] EDUCA: Calidad del Gasto Educativo en la República Dominicana”.

[3] https://www.resumendesalud.net/77-oncologia/31672-republica-dominicana-tiene-mayor-indicencia-en-cancer-de-mama-y-prostata