"Rusia no solo tiene una enorme capacidad económica interna, que los analistas occidentales subestimaron, sino que mantiene vínculos comerciales con la mayor parte del mundo, y el petróleo que no vendía a Europa directamente lo vendía a Asia"-Jeffrey Sachs.
El conflicto Rusia-Ucrania continúa su devastador curso con miles de pérdidas humanas y una inversión que podría utilizarse para construir todos los elevados, túneles y líneas de metro que faltan en la República Dominicana, o para iniciar la agenda de reconstrucción de Haití, un desafío que ha sido aviesa y recurrentemente evadido por las potencias occidentales.
Los 175 mil millones de dólares en ayuda militar, financiera y humanitaria que se estima ha recibido hasta el momento el régimen de Zelensky podrían tener cientos de usos alternativos en países con grandes carencias materiales y problemas estructurales que impiden su bienestar. Es inaceptable que miles de personas mueran diariamente de hambre en el mundo mientras las potencias gastan astronómicas fortunas en el mantenimiento de conflictos regionales que deberían ser resueltos mediante el diálogo y el concurso constructivo de la comunidad internacional.
El resultado de las multimillonarias contribuciones de Estados Unidos a Ucrania, destinadas a mantener su ejército y apoyar al corrupto gobierno de Zelensky, parece ser un desenlace anunciado, con el agravante de que el suministro de armamentos cada vez más sofisticados a Ucrania podría llevar a una escalada peligrosa del conflicto, sin excluir la aterradora perspectiva del uso de armas nucleares.
¿Quién podría pensar que Rusia se quedaría de brazos cruzados mientras Occidente fortalecía militarmente a Ucrania con la intención de agredirla y neutralizarla? ¿Acaso el formato de Minsk no fue más que una estrategia para ganar tiempo y armar a Ucrania? ¿Por qué la prensa y los líderes occidentales ignoraron durante más de una década el genocidio perpetrado por las tropas ucranianas y sus regimientos nazis en la cuenca del Donetsk?
La contraofensiva ucraniana, según expertos militares independientes, se presenta hoy como un rotundo y costoso fracaso. Ucrania se queda sin reservas de soldados y se estima que unas 80 mil tropas han sido aniquiladas desde el inicio de la "contraofensiva".
Los jóvenes ucranianos, con razón, emigran masivamente a países vecinos o pagan grandes sumas de dinero a la corrupción gubernamental para evitar el servicio militar. Casi todo el territorio previsto en la llamada Operación Especial está en manos de las fuerzas armadas rusas. Sus trincheras y fortificaciones a lo largo de cientos de kilómetros de frente resultan inexpugnables, y cada intento de superarlas cuesta cientos de vidas y pérdida de costosos armamentos.
Com señala Seymour Hersh, ganador del premio Pulitzer, la guerra se acabó. Rusia ha ganado. Ya no hay ofensiva ucraniana, pero la Casa Blanca y los medios estadounidenses necesitan mantener la mentira.
Por otro lado, las sanciones antirrusas, destinadas a apoyar el éxito de la "contraofensiva", tampoco han funcionado. Inicialmente diseñadas para debilitar la economía y la producción de armas, terminaron fortaleciendo la economía rusa y estimulando su más importante reorganización sistémica desde la caída de la URSS. Este año se espera que la economía del gigante euroasiático crezca hasta un 2.8%, lo que indica una subestimación infantil por parte de las élites occidentales del inmenso potencial del país más grande del planeta.
Los Estados Unidos quieren seguir creyendo que tienen el control, que mantienen la hegemonía y que el mundo no puede funcionar sin ellos. Sin embargo, esto no es así. En su propio grupo, el G20, con la inclusión de la Unión Africana, el sur global está cerca de la paridad con el norte global. Además, con el ascenso y fortalecimiento de los BRICS, el G7 se vuelve cada vez más irrelevante. Finalmente, la semana pasada, en La Habana, el G77 trazó su línea de Pizarro clamando por una mayor equidad global y subrayando la necesidad de un mundo multipolar.
Las "conspiraciones malignas" de Moscú y Pekín, inventadas en la Casa Blanca, son sepultadas por el avance de una fragmentación geopolítica irreversible en el mundo actual.
En medio de estas circunstancias, el presidente Biden, en el 78.º Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, parece dar un paso adelante al declarar que "las instituciones y enfoques internacionales deben actualizarse para mantenerse al ritmo del mundo". También afirmaba que su país apoya una solución diplomática para el conflicto ucraniano y que está decidido a gestionar responsablemente la competencia con China.
Mientras anuncia estas buenas noticias, aprueba el envío de misiles de largo alcance, tanques de última generación, municiones de racimo y proyectiles de uranio empobrecido al ejército ucraniano. También califican al líder chino, Xi Jinping, de dictador. Finalmente, siguen en su empeño por mantener el control sobre las Naciones Unidas y sus organismos satélites, en línea con sus planes hegemónicos.
Queremos ver a los Estados Unidos, una gran nación con logros históricos impresionantes, en el lado correcto de la historia. Sus mentes más lúcidas lo comprenden y lo expresan abiertamente. No obstante, muchos factores, incluida la crisis de liderazgo y la gravitación de las corporaciones militares y otros sectores neoconservadores en las decisiones más trascendentales, tanto internas como globales, están obstaculizando esta aspiración.
Los contribuyentes sufren mientras se acerca una recesión y ven cómo se desperdician sus fondos en un mar de sangre.