A inicios de este siglo, en el hospital St. Mary, de Manchester, Inglaterra, una joven parió a dos gemelas siamesas llamadas Mary y Jodie. Solo poseían un corazón y un par de pulmones para ambas. Los médicos pronosticaron seis meses de vida si no se realizaba una operación que las separara. Realizar dicha intervención salvaría a Jodie, pero Mary moriría de manera inevitable.

Los padres, por una convicción religiosa, se opusieron a la operación, pues pensaban que separar a sus hijas era interrumpir un proceso de la naturaleza y que Dios debía decidir el destino de sus hijas.

El hospital solicitó una autorización judicial para intervenir contra la voluntad de los progenitores. La solicitud fue acogida y la operación, realizada el 6 de noviembre del año 2000, tuvo el desenlace esperado: Jodie fue la única sobreviviente.

Este caso descrito en el libro de James Rachels, Introducción a la filosofía moral (https://www.docdroid.net/OhBKwBO/rachels-introduccion-a-la-filosofia-moral-rachels-1-pdf), nos plantea un ejemplo típico de lo que se denomina un dilema ético.

El término dilema ético se emplea para referirse a una situación problemática donde una o varias personas deben tomar una decisión entre varias posibilidades que confrontan sus valores éticos.

El caso de Jodie y Marie nos plantea interrogantes que nos muestran la naturaleza de los dilemas éticos: la decisión del caso, ¿es una elección que deben tomar los especialistas o los familiares? ¿Al realizar la operación, se violentaba la dignidad de Mary? O, por el contrario, ¿lo razonable y justo era salvar a una de las hermanas en vez de dejarlas morir a ambas? ¿No estaban los padres anteponiendo sus convicciones religiosas por encima de los intereses de por lo menos una de sus hijas, la que podía salvarse? ¿De ser así, era una decisión justa?

A diferencia de los problemas matemáticos, estas interrogantes no tienen una respuesta exacta. Se tratan de cuestiones vitales, relacionadas con nuestras convicciones, emociones y valores; nuestras biografías, formaciones y prejuicios. Una respuesta “exacta” en estos casos sería una imposición dogmática.

¿Significa entonces que no hay respuestas para estos problemas? ¿Todas las soluciones son válidas para las situaciones éticas? Las respuestas a estas dos preguntas son negativas. No todas las soluciones son aceptables cuando las mismas implican riesgos para la vida de las personas; o conllevan las consecuencias de cómo uno ha elegido vivir.

Las contestaciones deben proceder de un esfuerzo común deliberativo que tome en cuenta el conflicto entre los principios éticos y las consecuencias prácticas de seguirlos. El proceso deliberativo mismo es fundamental porque nos ejercita en el debate racional, despierta nuestra actitud crítica y desarrolla nuestra capacidad para elegir y cuestionar nuestros prejuicios.