El lunes 29 de abril será un día importante en la historia política de España, pero no sólo en ella. Desde Felipe González, ningún presidente del gobierno de España ha tenido tanta repercusión mediática e incluso prestigio en la UE, como el alcanzado por Pedro Sánchez.
Me parece a mí que se puede afirmar que la admiración e interés que suscita fuera es inversamente proporcional al odio, resentimiento, inquina y bajeza política, que despierta entre la derecha española, sea la aún llamada democrática, el PP, como en la abiertamente de extrema derecha, VOX.
Después de hacerse a la idea de que sería gobierno, en el parlamento español -que es dónde se forma la mayoría política para designar al presidente del Gobierno, en una democracia parlamentaria-, el PP vio frustrado su sueño de ser Gobierno y tuvo que ir a la oposición al quedar en minoría.
Esto desencadenó una tendencia que cada vez se ha ido haciendo más desaforada en España y que existe en otros países de Europa, una especie de extremismo derechista compuesto de propagación del miedo, el resentimiento, el odio, la propagación de rumores falsos, la distorsión de los hechos, la utilización de los medios de comunicación no como medio de informar a los ciudadanos, sino de manipularlos, con noticias falsas y ocultamientos de los hechos.
En el colmo de los colmos, se constata la utilización del poder judicial para incidir en la agenda política y condicionar toma de decisiones parlamentarias, pasando por alto la Constitución e incumpliendo las leyes. Por ejemplo, en el caso español, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que es el órgano de gobierno del poder judicial (nombramientos, ascensos, inspección etc.). Deben ser nombrados por cinco años pero el PP se niega a renovarlos debido a que allí tiene mayoría conservadora. Una muestra del espíritu democrático representativo de los líderes de ese partido.
El PP ha negado legitimidad al gobierno del presidente Sánchez en intervenciones parlamentarias y, fuera del parlamento, ha empleado todos sus medios, que se ha designado como la “fachosfera”, para llevar a cabo una oposición implacable, empleando incluso insultos y minando todo principio de autoridad y legitimidad a las autoridades del Gobierno, empezando por la del Presidente Sánchez.
Políticamente se trata de acentuar una neta separación, con puentes rotos, entre Gobierno y oposición, entre los que sostienen parlamentariamente al gobierno (que van desde la izquierda hasta partidos de derechas como los nacionalistas catalanes y
vascos). Para cumplir con el argumentario político de la derecha de crear un clima “guerracivilista”, no hay límites de ningún tipo.
Esto viene ocurriendo desde que Pedro Sánchez es presidente. Y lo que ha ocurrido es que al acusar sin pruebas a la esposa de Sánchez, éste se ha quebrado emocionalmente y se ha preguntado si vale la pena, continuar en el Gobierno teniendo que pagar el precio de la calumnia, el insulto, el odio, cotidiano y constante, del PP-VOX y sus seguidores.
Personalmente es comprensible. Cuando la política ha degenerado en una actividad que debe ser noble, de altura y, en cierto modo ejemplar, en un permanente espectáculo con estilo y modos de la peor “chusma”, ejercido por dirigentes que sirven a las clases altas y privilegiadas. No todo el mundo está preparado psicológicamente para esa ingrata tarea de resistencia e indiferencia, ante el insulto y la villanía.
Hay que decir que todo esto no es nuevo en España. Los presidentes socialistas han tenido que soportar siempre una oposición muy extrema, especialmente desde los tiempos de Aznar al frente del PP. Ya que este introdujo en España la ideología de la “far right” USA de los Bannon y compañía. Lo que se denomina el “trumpismo”.
Esto se manifiesta en un ataque a todo lo progresista no solo en lo político sino en lo cultural y ético. El no tener complejo ante los progresistas, a defender lo reaccionario como un valor y orgullo. A despreciar la superioridad moral de la izquierda. Y ese mensaje ha calado. Aznar se ha convertido además de un importante comisionista con sus contactos nacionales e internacionales, en un baluarte del conservadurismo reaccionario español. El PP y VOX siguen sus actitudes políticas.
El lunes 29 el Presidente Sánchez anunciará –la hora no se conoce- , si continúa o no como Presidente del Gobierno. Lo que todos los demócratas consecuentes le piden a Pedro Sánchez es que haga un esfuerzo final, que haga de tripas corazón y, que resista, que no se deje doblar por la estrategia política, comunicacional y judicial, de la derecha.
Aunque parece que renunciará hay muchos motivos por los que se espera que diga seguiré. Aunque como persona, esté predispuesto a dejar ese calvario político cotidiano, tiene que pensar en los millones de españoles y residentes en España, que ven en él la encarnación de los mejores valores ciudadanos.
Debe seguir para que se pueda vivir en un país donde la decencia se imponga, donde el respeto a los demás por sus ideas, opciones religiosas, sexuales, políticas, sea la norma de comportamiento.
Tiene que seguir para continuar la marcha gradual hacia una mayor igualdad, hacia una sociedad más armónica y para continuar haciendo políticas dirigidas al Bien Común.
Porque España –que no es un símbolo, sino una realidad viviente-, que es su pueblo, merece, aunque sea su último esfuerzo personal y político, tratar de encauzarla por sus desvelos confesos: servir al pueblo español, que no es un patrimonio de los profetas del odio, de la intolerancia y de la desigualdad institucionalizada.
Me parece a mí, Presidente Sánchez, que abandonar ahora sería un acto político que invalidaría toda su trayectoria y, reduciría a cenizas todos sus logros. Y peor aún, sería una contribución suya a dar alas a las fuerzas políticas, económicas y oscuras, que han conspirado soterradas unas, abiertas otras, contra su proyecto político.
Renunciar a seguir como Presidente del Gobierno, como dijo Talleyrand, sería peor que un crimen, un craso error, que lo convertiría en un hazmerreir, que lo disminuiría para siempre de ser un titán de la resistencia, en un pelele, que además tendría consecuencias negativas, quizás por décadas para su partido y, más aún, para su país.
Y si es, como se dice en la UE, que si renuncia se le abre la posibilidad de ser Presidente del Consejo Europeo, creo que su figura se vería muy achicada y provocaría un descalabro electoral y moral en el PSOE. Si eso ocurriera y fuera la razón oculta de la renuncia, aparte de las aludidas en su carta pública, entonces alimentaría el escepticismo en los políticos y el desprecio colectivo hacia Pedro Sánchez.
Torrelodones,28 de abril de 2024