-Porque: “Nos hacemos más solitarios a medida que conocemos más a la gente”
-Solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo, sin necesidad de aceptarlo. Aristóteles.
Si la charada se lanzó con la finalidad de confundir, en cuanto al peligro que significa una dupla en la cumbre del poder político, me parece que solo prendió a medias. Total, este pueblo siempre ha tenido la desgracia de olvidar y de no prestarle atención a los detalles que más luego solo traen pesares y lamentaciones. A pesar de que no sería la primera vez que se pretende establecer algún tipo de dinastía, bastaría con irnos a los tiempos de la declarada tiranía de Trujillo, si, declarada y manifiesta, ya que por igual la hemos tenido solapadamente y hasta revestida de algún tipo de “legalidad”, pero Trujillo pretendió establecerla con el que se llamó su mayor fracaso personal, es decir, sus aspiraciones de que Ramfis fuese su continuidad en el poder, a pesar de que este nunca tuvo esas aspiraciones. Quizás, solo quizás, esos deseos se encuentran dentro de esos genes europeos que aún siguen en nuestra corriente sanguínea.
Ya en estos tiempos, tenemos la experiencia del cómo se eligió un juez supremo solo con la intención de proteger al jefe, no así a su séquito, maloso y perverso salió el tipo, de verdad. Todo el mundo conoce lo que significa ser dueño del guante y la pelota y, si a eso se le agrega ser dueño del terreno de juego, entonces no hay nada que hablar. Muchas dictaduras han querido ser planificadas y algunas han tenido éxito, lo que a simple vista parece un absurdo, con la salvedad de que todo ha sido y es real. Pocos hablan sobre este asunto porque no miran al doblar de la esquina y más, cuando se trata de política.
Salimos de un berenjenal que para mí fue algo así como un milagro. Tuvimos un ser acomplejado, pero sagaz, ambicioso, astuto e indolente que pretendió convertirse en algo así como un Trujillo; poner un testaferro a la cabeza, pero él continuar dirigiendo desde su casa, algo así como una nueva edición de Máximo Gómez, pero moderna, eso sí, aberrante y corrupta. Ahora nos presentan el mismo cuadro, pero, para ser ejecutado plenamente en otra vuelta y, que nadie se llame a engaños o pretenda hacerse más papista que el papa, porque conocen muy bien a qué me refiero y lo que sería para este país si “eso” llegase a concretarse. Es simplemente una amenaza que pende semioculta, cual espada de Damocles sobre nuestra frágil democracia y es, precisamente, en el próximo certamen electoral cuando toca actuar abriéndoles los ojos a todos aquellos que por 500 pesos venden su voto.
Hay que ponerle mucha atención a esta situación tan delicada y artificiosamente preparada, con el único fin de implantar una especie de sucesor heredero o un Estado patriarcal en este país.
La inanición con este tema solo supone, en un futuro no muy lejano, la destrucción de lo que hasta ahora conocemos por democracia, con sus fortalezas y manifiestas debilidades, pero, democracia al fin. Por lo tanto, este no es precisamente el momento de rituales, porque la destrucción de lo que tanto nos ha costado es un objetivo inmoral, prejuiciado, incluso criminal y abominable, ya que todo es solo el producto de saciar una ambición por el poder que llega a lo infinito y con tal de tenerlo, les importa un bledo el costo.
Si para ser regidor se necesitan unos tres millones de pesos ¿Cómo piensa recuperarlos? Y si un aspirante a senador 500, se desprende que solo los mafiosos, dueños de bancas, dealers, declarados lavadores de dinero y dirigentes sindicales serán los elegidos y, si a alguien que posee miles de millones le da por crear una especie de “Monarquía patriarcal”, el peligro al que me he referido se convierte en una tragedia inminente.
Para esto último, el uso del dinero sucio, las malas artes y el engaño mediático, son más que abundantes y el gran problema es que esto se está produciendo porque al igual que sucede con los pobres padres de familia que una vez se apropian de las cosas, es el mismo Estado quien las legaliza. Si el ¨hombre” no se hubiese decantado por el dejar hacer, dejar pasar, quizás, protegiéndose de las bajezas políticas, hoy, esta amenaza no existiría. ¡Sí señor!