1.- El ser humano no escoge el lugar de su nacimiento, razón por la cual puede nacer en Estados Unidos, que es hoy el país más desarrollado del planeta tierra, o en uno cualquiera de América Latina y el Caribe, la región más desigual del mundo actual.
2.- Una vez la madre alumbra a su criatura, la ubicación clasista de esta le permitirá disfrutar o padecer su existencia en el medio que le ha correspondido desarrollar sus actividades, porque la clase a la que pertenece un ente social le posibilita estar bien o mal en lo material y espiritual.
3.- El hijo de una doméstica, nacido en la indigencia, si llega a progresar en lo económico y social, no significa que va a tener una feliz vejez porque una hija o hijo falló en la conducta. Actuar correctamente no se transmite por la sangre; no llega por la educación en la casa de papi y mami, ni en los centros élites universitarios.
4.- El proceder de un sujeto, no depende de su origen social, la formación en el hogar, ni de la instrucción recibida en los centros escolares. El estado de la sociedad, el medio circundante, a veces, marca la conducta, la manera de comportarse el individuo.
5.- La madre o el padre, que proviene de una familia que carecía de lo indispensable para una existencia digna, aunque llegue a ascender económica y socialmente, no necesariamente termina su vida siendo feliz, porque a lo mejor, uno de los hijos le amarga sus últimos años.
6.- La alegría que merece gozar la mamá o el papá, que con un pasado de pobreza, llega a tener una posición acomodada, y una descendencia con una educación de calidad, quizás pasa la ancianidad avergonzada por acciones bochornosas de uno de sus vástagos.
7.- Ese hombre que nació, se desarrolló y educó en un hogar de progenitores honorables, es el mismo que ahora es una afrenta familiar, haciendo operaciones dolosas que llenan de indignación a sus ascendientes.
8.- Está totalmente equivocada la madre o el padre, que se forma la falsa idea de que la hija o el hijo que entregó a la sociedad como limpio, sano y decente, no va a convertirse en sucio, dañado y nada íntegro.
9.- De dónde le sale a un joven bien orientado en el hogar, estar ahora convertido en un estafador, engañador y pícaro; falto de vergüenza, simulador y estar timando, a diestra y siniestra.
10.- El papá y la mamá que tienen una hija o un hijo, que anda por ahí haciendo diabluras, negocios engañosos y truhanerías de todo tipo, la mejor noticia que pueden recibir, de una amiga o amigo, es que tuvieron la oportunidad de encontrarse con su descendiente, y le reprocharon que esté dedicado a hacer cosas deshonestas que nunca han hecho sus padres.
11.- La realidad de la vida dominicana le está enseñando a muchos progenitores que les dieron a sus descendientes buena educación de moral y cívica que no deben sentirse anímicamente mal al ver hoy malogrado su esfuerzo, porque una de sus hijas o hijos se dejó contaminar la sana formación recibida en su casa materna.
12.- El esfuerzo de instruir; el bien aconsejar; el adiestrar con dulzura; enseñar con los buenos ejemplos y el aleccionar hogareño, en ocasiones se olvidan, produciéndose en el hijo o la hija una modificación en la manera de portarse, oposición entre lo que se le dijo era lo ético y lo que ahora practica fuera de ella.
13.- En cualquier hijo o hija se produce una metamorfosis; una conversión; mezcla no deseada de costumbres y principios distintos, que a la luz de la decencia aprendida en el ambiente familiar, se convierten para los padres, en complicaciones que les aturden y avergüenzan.
14.- Nadie, ningún papá o mamá, está en condiciones de dar firmeza que la hija o el hijo llegará a tener mañana, ya fuera de su hogar originario, el apego a los principios éticos y morales que les fueron inculcados.
15.- Aunque el papá o la mamá se esforzaron para que sus niñitas y niñitos llegaran a ser munícipes distinguidos por su formación cívica y de honestidad, nada quita que en el porvenir se van a convertir en una afrenta familiar.
16.- Todo aquel que decide asumir la calidad de papá o mamá, debe estar revestido de la suficiente firmeza de ánimo para, aunque sea con pesar, reconocer que las fallas de sus descendientes, quiéralo o no, le tocan. Por muy difícil que resulte aceptar el defecto de uno de los hijos, no hay razón para ocultar lo que en el fondo del alma se siente.
17.- La vida familiar no se desarrolla al margen del ordenamiento económico y social, ni es extraña a la superestructura y las ideas que de esta surgen, por lo que debemos proceder con estado de ánimo realista, reconociendo ser padres con aciertos y desaciertos, alegres por los actos que elevan a nuestros descendientes y tristes por aquellos que los reducen.
18.- De la misma forma que el papá y la mamá se sienten orgullosos por el éxito de sus hijos e hijas, también deben aceptar con franqueza lo que constituye una afrenta. La honra que alegra y el agravio que mortifica, forman parte de los resultados coronados con victorias familiares, y fracasos perjudiciales no deseados.
19.- Las fallas, debilidades y otros desagradables desaciertos de los hijos e hijas, crean en sus padres la coincidencia de los más variados sucesos, que les motivan aturdimiento y permanente perturbación, con la agravante de que los odiosos episodios llegan a ser conocidos como noticias cuando ya los progenitores están en el ocaso de su vida y necesitan más que nunca tranquilidad espiritual.
20.- En la conciencia del papá y de la mamá, que cumplieron su misión de correctamente desarrollar a sus niños y niñas, en lo ético y moral; compromiso social, cívico y ciudadano, no debe haber espacio para la frustración por el hecho de que uno cualquiera de sus vástagos se desvíe de los lineamientos que les fueron trazados en el hogar. Ese que se dañó es un descendiente descarriado.