El Poder Ejecutivo sometió recientemente al Congreso Nacional el proyecto de Presupuesto General del Estado para el ejercicio del año 2023. Ya este será el tercer presupuesto que somete el presidente Abinader, suficiente tiempo para dejar atrás las prácticas que un nuevo Gobierno considera que no están alineadas con su plan de trabajo, con su ideología o con las metas de mediano plazo que se trazó al asumir el poder. ¿Pero han cambiado muchas cosas respecto a los presupuestos de los diez años o quince años anteriores? La realidad es que no, si hacemos un análisis macroeconómico del presupuesto.
El Gobierno espera un déficit de 3% del PIB para el año 2023, equivalente a RD$ 207,573 millones. Pero la deuda aumentará un poco más que eso. Lo hará en un monto de RD$ 233,857 millones (3.4% del PIB). Esto porque hay que sumar los pagos de deuda administrativa y la compra de activos financieros al déficit programado, para tener una idea más aproximada de cómo va a variar la deuda pública. Y esto nos lleva al monto promedio del déficit histórico en la década previa a la COVID.
No es por casualidad el cambio de discurso en los funcionarios del área fiscal, quienes ahora afirman que el déficit del Gobierno es estructural. Con esto quieren decir que por más que ha hecho la administración para mejorar los ingresos, eficientizar el gasto o combatir el dispendio, el déficit es básicamente el mismo que tenían los Gobiernos anteriores.
Ha sido un gran esfuerzo el que ha realizado el Gobierno para aumentar sus ingresos, pero en realidad el incremento ha sido más nominal que real. Es decir, empujado por la inflación. El logro realmente es que los ingresos no han caído en términos relativos como sí lo hicieron en la crisis del año 2008. Redondeando, el Gobierno espera tener ingresos por un monto de 15% del PIB, un 0.5% mayor que en el 2019.
En cuanto a los gastos, se espera un monto de 18% del PIB, esto es aproximadamente un punto porcentual mayor a lo que eran previos a la pandemia. Y aquí radica el verdadero problema de las cuentas fiscales: por más que se recaude, los gastos han superado los ingresos del Gobierno cada año en un monto que a precios actuales equivale a más de 200,000 millones de pesos. A veces es más que eso, a veces es un poco menos. Pero en promedio el Gobierno Dominicano opera anualmente con ese déficit.
Ahora probablemente el problema estructural se ha agravado: para acomodar los (necesarios) subsidios dirigidos a palear la inflación mundial y a la vez cumplir las metas de déficit que se ha propuesto el Gobierno en estos tres años, por algún lado ha tenido que cortar. Y ese algo es el gasto en inversión pública. Por tercer año consecutivo la inversión pública se ha presupuestado en torno al 2.3% del PIB, muy inferior a la inversión ejecutada en los Gobiernos de Leonel Fernández, que fue cercana al 4% del PIB y de Danilo Medina, en cuyo periodo la inversión pública fue ligeramente superior al 3% del PIB en promedio.
El principal mensaje a nivel macro es claro: el Gobierno ha sido conservador, privilegiando la meta de déficit aun sacrificando gastos y en medio de una de las crisis internacionales más devastadoras de la historia mundial reciente. Esto ha ayudado a contener la presión de aumento de la deuda pública y ha dado credibilidad al Gobierno.
Pero no nos perdamos. La presión que tiene el Gobierno para aumentar el gasto público es inmensa en temas como salud, seguridad ciudadana, seguridad nacional (por el tema de Haití) y en grandes proyectos de inversión. Y ni hablar de la nómina pública.
Básicamente el Gobierno está sobreviviendo con presupuestos muy justos. Para recaudar ha tenido que reiterar la vigencia de todas las medidas transitorias que se vienen poniendo en el presupuesto desde hace más de diez años y manteniendo medidas como el anticipo del impuesto sobre la renta o los esquemas de retenciones en los distintos impuestos.
El gasto público no solo no ha bajado sino que ahora es mayor que antes, pero con menos inversión. El resultado es que la deuda ha seguido aumentando. En este contexto, no hay forma de que se reduzcan las tasas de interés de la economía, ni mucho menos que bajen los impuestos, esperanza que se sembró en muchos dominicanos ante un cambio de partido. Esta es la realidad (para el que quiera verla).