Luego de cierta apertura, muchos rumanos han accedido a conocer el añorado Occidente, la América norteamericana y aquel Oriente con el cual han tenido históricamente relaciones, tal y como lo ha mostrado el historiador de las ideas y creencias Mircea Eliade. El historiador Mircea Eliade, novelista, testimonialista, ensayista, autor dramático nunca perdió el contexto con su identidad, su lengua y su país. Pues su obra antes del exilio y su obra del exilio se ha distribuido de muchas editoriales en varias lenguas, pero también,  de forma secreta, “subversiva” y controlada en la Era de Ceauşescu. Particularmente pude leer a Mircea Eliade en su lengua y en su país en un contexto de estudio y amistad con amigos y escritores rumanos que me acogieron allí entre 1977-1985, habiendo obtenido una beca de estudio (o bursǎ) en Rumanía.

 

La verdad narrada por Mircea Cărtărescu en sus obras va más allá de lo que se dice de un pueblo con una identidad atravesada por muchos ejes culturales, políticos y una tradición literaria religiosa y cultural riquísima.

 

Es bueno contextualizar para conocer datos sobre la Revolución rumana de 1989 que tanto en Bucarest como en Timişoara y otros lugares del país ocurrió una revuelta que dejó un número de muertos hasta hoy desconocido.

 

Lo cierto es que en casi todo el país hubo protestas y en aquellas navidades se le hizo un juicio a Nicolae Ceauşescu y a Elena Ceauşescu, su esposa, en aquellas navidades de 1989, siendo ambos fusilados. El ambiente se caldeó en Rumanía, cuando luego de que Mijail Gorbachov declarara sus “Nuevas ideas para mi país y el mundo”, esto es, la “Perestroika”. (Ver, en Editorial Diana, México, 1987 (1988).

 

El presidente Nicolae Ceauşescu desafió la propuesta en Rumanía y todo el clima ya vaciado por la mala vida política del conocido aparato represivo (Securitatea) generó los levantamientos que provocaron la caída del régimen socialista real de dicho país. Lo mismo ya estaba ocurriendo con luchas heroicas y a veces contradictoria en todos los países del llamado “Telón de acero”.

 

Sin embargo, en el último tomo de la trilogía  Cegador 3, El ala derecha, se leen los signos de una conjunción, de un estar-en-el mundo apocalíptico y revelador. Las referencias a la mística ortodoxa y la mística oriental abrazan con todo al personaje-autor. El sueño del personaje se desborda con una profecía apocalíptica:

 

“Porque solo cuando me puse en pie, preguntándome si no estaba todavía soñando, perversamente deformado, el sueño con el país de Tikitan, pude contemplar el desastre abrumador de mi mundo. Como unos trozos de muelas estropeadas, del polvo universal de aquel solar se elevaban aquí y allá restos humeantes de paredes, la esquina de alguna casa vieja, alguna fachada a través de cuyas ventanas se veía el cielo. Trozos de hormigón con hierros retorcidos que salían como manos crispadas yacían desordenados, enterrados en montones de polvo. Carcasas de coche aplastadas, como cucarachas pisadas con la zapatilla, yacían con las ruedas hacia arriba, reflejando las nubes. Las ruinas se extendían, sobre las colinas, hasta donde se perdía la vista. Ante mí, en la otra orilla del Dâmboviţa evaporado, solo la Babel de la Casa del Pueblo seguía desafiando al cielo, transformada en cristal por quién sabe que cataclismo. En la tarde infinitamente melancólica desplomada sobre el mundo, el edificio parecía una probeta llena de sangre. Eché a andar hacia allá en una soledad que te desgarraba el corazón, preguntándome si no era el único hombre sobre la faz de la tierra. “Se levantará nación contra nación –resonaba en mi cabeza-, y reino contra reino.” (pp. 530-531)

 

El sueño y la visión no cesan en este final de esta novela-río de Mircea Cărtărescu, siendo un texto abierto que no termina de fluir, ni termina tampoco de leerse en su fluencia literaria tal y como podemos observar en la siguiente cita:

 

“Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales en el cielo… habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y de las olas. Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque la fuerza de los cielos se tambaleará.” ¿Se había cumplido todo esto mientras yacía allí, en la boca del metro, envenenado por las tenazas de la escolopendra? Extendido en el canal de mis vértebras, su veneno mataba aún las neuronas de mi cerebro, que mordisqueaba como si fuera la carne blanca de una presa. Hundido en polvo hasta los tobillos, yo avanzaba, desenterrando de vez en cuando un anillo, un billete de autobús, alguna galleta en su envoltorio de plástico coloreado… Crucé el puente de Izvor y me adentré en el grial desolado donde había estado el parque (…) Pilas de ropa y botas deformadas se amontonaban por todas partes, como en las rampas de un campo de concentración. Pasé entre ellas estremecido: ¿dónde estaba ahora esa gente?, ¿dónde se había esfumado la vida de esa ciudad miserable e insoportable y, sin embargo, tan humana en su agitación infinita? (p.531)

 

 

Cegador 1, Cegador 2 y Cegador 3, al igual que Solenoide, constituyen un reto de lectura y escritura para cualquier lector y escritor en cualquier lengua, no solo por su densidad expresiva, sino también por su movilidad estilística y textual.