Debí haber tenido 15 años la primera vez que escuché que la pobreza de Haití se debía, en gran medida, a la deuda que contrajo por su independencia. Nos lo comentó el padre José Eraso, escolapio, en su clase de Historia Universal.  La segunda ocasión lo escuché de labios de un taxista haitiano, anciano de un saber impresionante, radicado en Estados Unidos. El pasado mes de mayo el periódico The New York Times publicó el resultado de una investigación que parece confirmar lo que por mucho tiempo ha sido una leyenda: la pobreza de Haití encuentra su origen en episodios tan lejanos como su independencia de Francia. El trabajo describe la realidad y los efectos de la deuda y -en retrospectiva- pronostica, de la mano de connotados economistas e historiadores financieros de prestigio internacional, qué hubiera sido de Haití de no haber sido obligado a pagar una deuda por su independencia, que -por demás- ya había sido ganada en el campo de batalla. La presente entrega es una versión (no autorizada) en castellano y resumida de parte del mismo.

Saint Domingue (lo que hoy es Haití) era la más prospera colonia de Francia. El 1 de enero de 1804 se declaró independiente, logrando convertirse en la primera república negra del mundo. El hecho de haber sido la primera república negra, antiesclavista en un mundo de esclavos, la extrajo del sistema comercial internacional (centrado en la mano de obra esclava) y -a la vez- generó temores de contagio en otras potencias como Brasil y Estados Unidos.

En 1825 un batallón de naves enviado por el rey francés Carlos X ancló en Haití y, en nombre del rey de Francia, el comandante Ángel Rene Armand (Baron de Mckau) exigió -a cambio del reconocimiento de Haití como nación independiente- un pago por las pérdidas sufridas a raíz de la Revolución haitiana. En caso de que Haití se negase a la propuesta, Francia declararía la guerra. En esencia, las pérdidas reclamadas versaban sobre bienes inmuebles, bienes muebles y esclavos. El requerimiento consistía en el pago de 150 millones de francos en el plazo de 5 años. Por demás, la ‘negociación’ incluía que Haití tomara un préstamo con banqueros franceses, es decir, que para pagar su [injusta] deuda a Francia debía contraer deuda con banqueros franceses. Esto es lo que se conoce como la doble deuda. Siendo el café el principal producto de exportación, se impuso un tributo a los cafetaleros que sirvió para pagar la doble deuda.

En 1888 Haití pagó la última cuota oficial de la doble deuda, pero en la década de 1870 ya había tomado dos otros préstamos (onerosos, según reporta el New York Times) para terminar de pagar préstamos tomados para pagar, a su vez, la doble deuda. ¿Cuánto costó a Haití el pago de esta deuda? El New York Times reporta que, al día de hoy, el repago de esos 150 millones de francos ascendió a 560 millones de dólares. Lo más importante de todo es que el New York Times estima que, si ese dinero se hubiese quedado en Haití, se hubiese traducido en 21 billones de dólares. 21 billones de dólares inyectados en una economía en ciernes. Más aún, el New York Times proyectó que, de haber crecido Haití a la tasa de países vecinos, el costo de oportunidad por no haber accedido a ese dinero asciende, cuando menos, a 115 billones de dólares. 115 billones de dólares en costo de oportunidad. El costo de oportunidad de un país que, cuando joven, fue ahogado en deuda injusta y no tuvo oportunidad de crecer.

Veamos qué hubo del otro lado del Atlántico. La mayor parte de la deuda pagada por Haití fue a manos de los descendientes de los patronos y dueños de esclavos. El New York Times encontró evidencia de una comisión que se creó en Francia para determinar cuánto se le adeudaba a cada dueño de propiedad. Gran parte de la riqueza de Saint Domingue estaba atada a la mano de obra esclava y el valor de un lote de tierra se calculaba dependiendo de la cantidad de cabezas de esclavos que trabajaban sobre el mismo. Ese dinero no representó gran insumo porque fue dividido entre muchos descendientes de dueños de esclavos. No obstante, hay un claro ganador: los banqueros. Francia, de hecho, se hizo famosa en materia de banca internacional. La imposición de la doble deuda le sirvió como punto de partida.

El expresidente haitiano Jean Bertrand Aristide intentó lanzar una campaña de reparación por el pago de la doble deuda, requiriendo le fueran pagados 21 billones de dólares. Contrató, incluso, un equipo de abogados internacionales. Antes de que se cumpliera un año de haber puesto en movimiento esta campaña de reparación Aristide fue víctima de un golpe de estado y tuvo que abandonar el país. Eventualmente, reporta el New York Times, diplomáticos franceses admitieron que la demanda de Aristide tuvo parcialmente que ver con el apoyo francés al golpe de estado propiciado contra este.

Parece haber sido un pecado que Haití hubiese sido la primera república negra del mundo. No lo fue. Y no lo es. Hoy no sabemos qué hubiese sido de Haití si no hubiese tenido que pagar una deuda que nunca debió haber tenido que pagar. Nos queda, sin embargo, una lección resumida: el dinero -en estos montos- tiene el poder de institucionalizar, tal como lo hizo en Francia con la banca internacional. Y tal como lo hizo con la pobreza institucional de Haití.