El proyecto de Concordato presentado a Trujillo por el nuncio, monseñor Maurilio Silvani, en 1938
Monseñor Maurilio Silvani fue nombrado nuncio apostólico para Haití y la República Dominicana el 24 de julio de 1936, en sustitución de monseñor Fietta, que lo había sido desde 1931. Permaneció en las referidas funciones hasta junio de 1942, fecha en que pasó a ser representante papal en Chile.
Específicamente, el 31 de enero de 1938, Monseñor Maurilio Silvani, mediante la Nota Diplomática No. 631/ 38, se dirige desde Puerto Príncipe a Trujillo en los siguientes términos:
“Excelentísimo Señor Presidente:
Tengo el alto honor de remitir a Vuestra Excelencia, como ya se lo he anunciado de viva voz, el adjunto proyecto de Concordato.
El abarca todas las cuestiones religiosas que interesan al Estado y al pueblo dominicano y se propone como fin consolidar de una manera más digna, más completa y definitiva las buenas y cordiales relaciones, que siempre han existido entre la Santa Sede y esa noble católica República, y que Vuestra Excelencia ha aún más cultivado y fomentado.
Al redactar este proyecto, yo me he inspirado en los Concordatos más recientes y, de un modo especial, en el Concordato italiano, que ha devuelto a Italia la paz religiosa, la unión de los espíritus y su grande y gloriosa fisonomía católica.
No me cabe, Señor Presidente, la menor duda de que Vuestra Excelencia tomará este proyecto con la más atenta y benévola consideración, convencido de hacer obra gratísima al corazón del Santo Padre y utilísima a su Patria.
Y como en las demás manifestaciones de la vida nacional Vuestra Excelencia supo levantar a su país a las más luminosas alturas del progreso, así, por lo que se refiere a la situación jurídica de la Iglesia Católica, no tardará a ponerlo, por el Concordato, a la vanguardia de las naciones católicas de América, asegurándole, de este modo, el lugar que le corresponde por haber sido en los designios de la divina Providencia, la cuna y el faro de la civilización católica en el nuevo mundo.
El Presente Proyecto no ha sido sometido aún al estudio de la Santa Sede: lo será cuanto antes. Me reservo, por lo tanto, el derecho de introducir en el mismo las modificaciones o adiciones que mis venerados Superiores juzguen eventualmente oportuno hacerme.
En la segura esperanza de que este Proyecto será bien acogido y realizado por Vuestra Excelencia, le reitero, Señor Presidente, las seguridades de mi más alta y distinguida consideración”.
Maurilio Silvani
Arzobispo Titular de Lepanto
Nuncio Apostólico.
El proyecto de Concordato que presentara Monseñor Silvani a Trujillo, en enero de 1938, mediante la carta anteriormente citada, fue la primera iniciativa de esta especie, desde el inicio de la era, aunque preciso es recordar que ya, desde el momento mismo de asumir la presidencia, Trujillo advirtió la importancia de normalizar y mantener relaciones estables con la Iglesia, tras los conflictivos y difíciles momentos vividos por la misma en la etapa final del gobierno de Horacio Vásquez.
Prueba lo antes expuesto el hecho de que, a menos de un año de iniciarse el régimen, mediante la ley 117, promulgada el 20 de abril de 1931, le es reconocida a la Iglesia católica dominicana su personalidad jurídica. En ese mismo año, al momento de la presentación de credenciales de Monseñor Fietta, el dictador hizo manifiesta su disposición de hacer cuanto estuviera a su alcance para que las relaciones Iglesia- Estado transitaran por cauces armoniosos.
Cuando Silvani sometió el proyecto a Trujillo, no lo había elevado aún a consideración de la Santa Sede, como especificaba en su Nota inicial, ya citada, pero ocho meses después, mediante la Nota No. 1160/38, que dirige en fecha 12 de septiembre de 1938 al entonces Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Arturo Despradel, le envía las observaciones recibidas de sus superiores.
Trujillo, por su parte, entregó el referido proyecto para su debido estudio a Don Julio Ortega Frier, quien en octubre de 1938 rindió un pormenorizado informe al respecto.
19 aspectos fundamentales contenía el Proyecto de Concordato presentado por Monseñor Silvani, a saber: 1.- Libertad de culto católico. 2.- Protección a la persona del Santo Padre contra injurias y ofensas. 3.- Reconocimiento de la personalidad de la Iglesia y a las congregaciones religiosas. 4.-Organización de las circunscripciones y de la jerarquía eclesiástica. 5.- Confirmación de la Primatura de Indias con el Arzobispado de Santo Domingo y la erección de la catedral como Basílica Menor. 6.- Nombramientos para mitras y otras dignidades eclesiásticas. 7.- Sostenimiento y organización de Seminarios. 8.- El tema de la enseñanza laica. 9.- Trabas al bautismo. 10.- Efectos del matrimonio religioso. 11.- Autoridad del derecho canónico y jurisdicción de los tribunales eclesiásticos. 12.- Fijación de los días festivos. 13.- Los bienes eclesiásticos. 14.- Ayuda fiscal al culto católico 15.- Franquicias postales y telegráficas. 16.- Paridad Académica. 17.- Asistencia religiosa. 18.- Servicio militar obligatorio. 19.- Comunicación de la instrucción.
Cabe significar que, no obstante manifestar su opinión favorable a que el Estado Dominicano suscribiera un Concordato con la Santa Sede, Ortega Frier fue muy explícito en manifestar su desacuerdo con los términos en que Monseñor Silvani proponía su proyecto, el cual, como ya él mismo explicara en su carta a Trujillo, estaba plenamente inspirado en los Pactos de Letrán, de 1929, mediante los cuales, Mussolini reconocía a la Santa Sede sus vulneradas prerrogativas desde el siglo anterior, entre otras conquistas de singular importancia.
Sobre cada uno de los aspectos arriba enunciados, emitió Don Julio sus apreciaciones en la respuesta que enviara a Trujillo. Dadas las modestas proporciones de las presentes notas, resultaría imposible referirse en detalles a cada una, pero en sentido general, lo que se advierte como predominante en el tono de sus ponderaciones era la debida reserva con que, a su criterio, el Estado Dominicano debía encarar este tema.
En su criterio: “El Concordato de Letrán es, naturalmente, el instrumento en que más grandes desastres sufrieron las conquistas liberales del siglo XIX, porque la preocupación esencial del fascismo es el robustecimiento de la autoridad a expensas de la libertad”.
De este modo mostraba ya su desacuerdo con los términos en que estaba concebido el proyecto de Concordato de Monseñor Silvani, ponderando, además, que:” como las circunstancias históricas y las aspiraciones sociales de los dominicanos son muy diferentes a las que representa el fascismo, resulta hasta temerario pensar que nosotros pudiéramos entrar en la organización de un sistema de coordinación entre el poder secular y el espiritual siquiera semejante al aceptado por Mussolini”.
Concebía los propósitos del régimen de Trujillo- sin duda alguna en un exceso de cándida idealización- como muy distintos a los de Mussolini, pues: “…el mandatario italiano encamina todos sus esfuerzos hacia la dominación, y para la reconstrucción del Imperio Romano está dispuesto a sacrificar todas las libertades y hasta el bienestar de los italianos. Nosotros tenemos como ideal nacional la independencia, y sólo mediante el robustecimiento de las instituciones democráticas podemos a la larga, conservar la que tenemos, y aumentarla”.
El 30 de septiembre de 1938, al presentar formalmente a Trujillo sus opiniones, como respuesta a la consulta que en torno al proyecto de Concordato de Monseñor Silvani, resumió las mismas, a modo conclusivo, en los siguientes puntos, a saber:
1.- Que ninguna de las disposiciones de la Constitución se opone a que el Gobierno regule el culto católico por medio de un Concordato con la Santa Sede.
2.- Que al interés nacional le conviene que ese culto sea así regulado.
3.- Que, mediante el Concordato, o sin él, la República debe, en un interés nacional, prestarle al culto católico toda la cooperación que sea compatible con la libertad de conciencia y de cultos, y con la preservación de las conquistas que entre nosotros tienen hechas el liberalismo histórico.
4.- Que el proyecto presentado por el Señor Nuncio Apostólico no podría servir como base para llegar a la forma de Concordato a que debemos aspirar, porque en ese proyecto se parte de un punto completamente opuesto al interés dominicano.
“Creo, por lo tanto, que lo procedente sería formular otro proyecto que se ajustara a nuestro interés, y partir de él para hacerle a la Santa Sede las concesiones que no nos perjudiquen. No creo, naturalmente, que deba el gobierno comenzar por poner semejante proyecto en manos del Nuncio. Antes es preciso negociar verbalmente, para convencerlo de la imposibilidad en que estaríamos de aceptar un proyecto como el sometido por él. Sólo cuando en estas conversaciones se llegara a un entendido general, de principios, valdría la pena someter un proyecto nuestro”.
Después de los intercambios sostenidos en 1938 entre el régimen de Trujillo y Monseñor Silvani, no se documentan contactos posteriores referentes al proyecto de Concordato presentado por el representante papal. Aunque las razones no están del todo claras, versiones sostienen que no era muy grato a Trujillo el hecho de que las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el Estado Dominicano se condujeran desde la Nunciatura en Haití, dado que al momento no se habia construido aún la sede de la representación papal en el país.
Pero, además, es preciso destacar el difícil contexto internacional sobrevenido al mundo entre 1939 y 1945 con la segunda guerra mundial. No obstante, el proyecto de Concordato entre el Estado Dominicano y la Santa Sede presentado por Silvani, serviría de base para las negociaciones y aprestos que iniciados doce años después, hacia 1950, culminaron en la firma del Concordato firmado en junio de 1954.
Sobre este aspecto versará la última entrega de la presente serie la próxima semana.