Ya nada sería igual en nuestro país tras la clarinada libertaria del 14 y el 20 de junio de 1959. En muchos jóvenes, a pesar del fracaso expedicionario en su dimensión militar, comenzó a latir con más fuerza la rebeldía ante casi tres décadas de arbitrariedad y despotismo.
En este contexto se inscribe la conspiración del movimiento insurreccional “La nueva trinitaria”, concebido poco tiempo después de las jornadas de Constanza, Maimón y Estero con el propósito de continuar la lucha por la desaparición del tirano y su terrible maquinaria de sangre y de muerte.
Varias de ellos, tras la caída del régimen, dejarían para la posteridad valiosos detalles y reminiscencias de altísimo valor sobre sus planes conspirativos.
1.- Sus orígenes
Tras el frustrado intento de los expedicionarios de Junio por derrocar a Trujillo, un valioso grupo de jóvenes se reunirían en la residencia de Rafael Ildefonso Guemez Naut, situada para entonces en la avenida Francia No. 10, de Santo Domingo, con el propósito de discutir un programa insurreccional encaminado, como ellos mismos expresaran, a continuar el sueño de Duarte y de este modo “liberar la patria y dignificada ésta, situarla al lado de las demás patrias libres de América”.
Serían sus germinales articuladores, además de Guemez Naut, Víctor Núñez Keppis y Francisco José Pratt Pierret (Frank), pero con el paso de los días, otro grupo valioso de jóvenes pasaría a formar parte de aquella juvenil constelación de valientes, entre los que cabe destacar, sin ser limitativos, a José Vidal Soto(Anguito), Julio Evelio Santos Aguasvivas, Marcos Guridi, Melquiades Cabral, Braulio Montan, el seminarista salesiano Máximo Báez Draiby, Rafael Martínez Espaillat (Chino), Luis Manuel Soriano Tatis, Roberto Carlo Gómez y el reconocido profesor y compositor Rafael Casado Soler.
1.- El inicio y desarrollo de sus primeros aprestos subversivos
En sus primeras andanzas revolucionarias, los integrantes de “La nueva trinitaria” se propusieron provocar un golpe de efecto, a través de incendios y sabotajes en edificios gubernamentales, en horario no laborable, acción rayana en la temeridad, dada la extrema vigilancia montada por el SIM y la maquinaria militar trujillista en la medida en que era más intenso el asedio interno e internacional contra la tiranía.
El primer acto de sabotaje, tuvo efecto hacia las 5:00 p.m del 8 de septiembre de 1959. Partiendo de la residencia de Guemez Naut, se dirigieron hasta el edificio que entonces ocupaba la Cámara de Cuentas. A pesar de que un cepillo del SIM rondaba los alrededores, penetraron de forma sigilosa hasta el recinto, harían añicos efigies de Trujillo que lanzaron al sanitario y rociaron gasolina a archivos y armarios.
El segundo golpe de efecto, lo darían en la entonces denominada dirección de presupuesto y suministro del estado, a finales del mismo mes de septiembre de 1959. Mezclando alcohol y trementina, provocarían un fuerte incendio, logrando, nueva vez, escapar furtivamente, gracias, entre otras cosas, a la lluvia que entonces arreciaba.
La versión oficial del hecho difundida por la maquinaria propagandística del régimen, establecería como causa del siniestro la ocurrencia de un cortocircuito. En otras ocasiones llegaron a suponer, y así se propagaría, que los referidos actos de sabotaje estaban siendo llevados a cabo por agentes extranjeros, utilizando para ello “polvos negros”, un material inflamable.
Los éxitos iniciales, fueron encendiendo los juveniles ardores libertarios. A pesar de la mordaza dictatorial, en los corrillos citadinos era cada vez más creciente la agitación. Algo estaba ocurriendo, que no podía ser fruto del azar y que el régimen procuraba ocultar, no obstante su férrea mordaza propagandística.
Es entonces cuando los nuevos trinitarios, como forma de intensificar la acción subversiva, convienen en que para continuar el éxito de la misma, precisaban contar con explosivos, como era el caso de la glicerina. Es en este contexto, que a través de Ildefonso Guemez toman contacto con el seminarista salesiano Máximo Báez Draiby, a quien aceptan en su seno como integrante del movimiento.
Máximo les facilitaría un mimeógrafo para su tarea propagandística, con el cual se dedicarían a la confección de panfletos subversivos, llamando al pueblo a la lucha por la libertad, panfletos en cuya redacción contaron con la ayuda del Profesor Casado Soler.
En una sesión celebrada el 26 de septiembre de 1959 en la azotea del Colegio Don Bosco, acordaron intensificar y extender sus planes subversivos, trasladándose a otras provincias del país. Ildefonso Guemes y José Vidal lo harían hacia San Juan, mientras que Melquíades Cabral, Julio E. Santos y Marcos Guridi lo harían en San Pedro de Macorís.
Su acción inicial consistiría en entrenar para la acción a aquellos jóvenes que en dichas provincias se comprometieran con sus planes subversivos al tiempo de dejar en su poder material propagandístico e instrucciones con relación a los edificios públicos que debían ser incendiados.
2.- Los atentados de la feria
En una de sus sesiones clandestinas, efectuada el 4 de octubre de 1959, los jóvenes integrantes de “la nueva trinitaria” adoptan la decisión de incendiar lo que entonces se conocía como la “zona franca” de la feria. Convienen en llevar a cabo el propósito a las 5: 00 de la mañana del dia siguiente, 5 de octubre de 1959.
Hasta allá se dirigieron Rafael Ildefonso Guemez, Víctor Núñez y Frank Pratt, pero al advertir que tampoco estaban dadas las condiciones, decidieron posponer la misma para horas de la tarde. La vigilancia era apreciable, dado que estaba cerca el cuartel de la policía, por lo que desistieron, dirigiéndose entonces hacia el palacio de justicia.
Aunque vigilado en extremo, realizaron ingentes esfuerzos forzando algunos ventanales que le facilitaron el ingreso al recinto. Ya dentro, se dispusieron a la acción, comenzando con el incendio de las togas de los magistrados, continuando con alfombras y equipos de oficina. Consumada la acción, lograron escapar, tomando un carro de concho en la avenida independencia que les condujo hasta llegar a la zona cercana al cementerio. Se anotaban así otro triunfo de sus acciones subversivas destinadas a desestabilizar el régimen.
3.- Fraguan la eliminación del tirano
Con la colaboración del seminarista Máximo Báez, quien trabajaba afanosamente en altas horas de la noche en los talleres del colegio Don Bosco fabricando bombas de nitroglicerina y el éxito que iban alcanzando en sus acciones subversivas, se iba reafirmando en los jóvenes neotrinitarios su propósito de eliminar físicamente al tirano.
Así lo concibieron, proponiéndose llevar a cabo la acción en una de las caminatas nocturnas que realizaba el tirano entre la Máximo Gómez y la Avenida George Washington.
Para consumar el plan, Luis Manuel Soriano Tatis se había comprometido a entregarle tres ametralladoras, que recibiría de un colaborador anónimo al tiempo que Víctor Núñez sugirió la inclusión en el grupo de Rafael Martínez Espaillat (Chino) y Roberto Carlo Gómez.
Procurarían, a su vez, adquirir, además de las armas necesarias, tres planchas de acero de dos pulgadas de espesor. Con ella cubrirían la cama de la camioneta propiedad de Julio E. Santos Aguasvivas, en la cual viajarían José Vidal Soto ( Anguito), Rafael Ildefonso Guemez y Víctor Núñez, siendo este último responsable de llevar la bomba de nitroglicerina que se proponían lanzar contra Trujillo y su comitiva.
Conduciría la camioneta Julio E. Santos, mientras que Frank Pratt y Luis Manuel Soriano Tatis, portando cada uno una ametralladora, cubrirían la retirada hasta llegar a los escondites.
4.- Apresamiento de los neotrinitarios, persecución y tortura.
A pesar de su juvenil determinación, no resultó fácil a los jóvenes integrados en la nueva trinitaria articular en todos sus detalles el plan de eliminación física del tirano. Pero con el paso de los días, corrían los comentarios de que las acciones subversivas habían cesado o se había producido el apresamiento de los conjurados por parte del Servicio de Inteligencia Militar.
Fue en este contexto, que el 8 de noviembre de 1959, de manera imprevista, se reunieron Rafael Guemez y Víctor Núñez, determinados a dar continuidad a las acciones subversivas, para las cuales deciden llamar a sus compañeros Rafael Martínez Espaillat y Carlos Gómez. Resurge entonces el propósito de materializar el pendiente incendio de la zona franca de la feria.
A tales fines, constituirían dos grupos, uno integrado por Rafael Indefonso Guemez y Rafael Martínez, y el otro por Roberto Carlo y Victor Nuñez, entrando por distintos lugares.
A pesar de ser un tanto adversas las condiciones, dada la vigilancia, Martínez y Guemez se decidieron a penetrar al recinto, viéndose precisados para ello a horadar una pared de asbesto, momento en que fueron sorprendidos por uno de los celadores que les encañonó con su revolver conminándoles a la rendición.
Ninguno acató, empero, la orden recibida. Guemez alcanzaría a llegar hasta su residencia, escapando también Roberto Carlo y Víctor Núñez. Rafael Martínez (Chino), resultaría apresado. Ante el curso inesperado de los hechos, conscientes de lo que les sobrevendría, Guemez sugeriría la pertinencia de procurar refugio en la Embajada de México, partiendo de la residencia de José Vidal, no obstante, al llegar a la Francia, esquina Martin Puche, fueron rodeados y apresados por los esbirros del SIM, quien les inquiere por la identidad de Núñez.
Luis Manuel Soriano, tras caminar varias cuadras, decidió regresar a su casa, convencido de que era inminente su apresamiento. En la ocasión, serían apresados, además, Víctor Núñez, Francisco Pratt Pierret y Melquíades Cabral, siendo conducidos hasta la terrible mazmorra de la 40, hasta donde llegarían después Luis Manuel Soriano Tatis, el seminarista Máximo Báez Draiby, Julio Evelio Santos así como el Profesor Ramón Rafael Casado Soler.
5.- Rafael Guerrero, Roberto Carlo y José Vidal apresados en la frontera
Sólo Rafael Guerrero, Roberto Carlo y José Vidal pudieron burlar, de momento, la insidia persecutoria de la tiranía. En un carro fletado, se propusieron encaminarse hacia San Juan de la Maguana, a fines de procurar escondite en la finca de una de las tías de Rafael Ildefonso Guemez, pero cuando apenas le restaban unos 45 kilómetros para llegar a su destino, el vehículo sufrió desperfectos que detuvo su avance.
Se propusieron entonces, aguardar una guagua que les condujera hasta su destino, pero como si tratase de un fatídico eslabonamiento de adversidades, cuando apenas habían avanzando unos 10 kilómetros, la misma sufriría una volcadura. Aunque resultaron ilesos, decidieron encaminarse a pies hasta el Guanito, desde donde tomarían otro carro que les condujera hasta San Juan.
Agotado los escasos recursos económicos, se propusieron entonces llegar hasta la residencia del Doctor Vidal, hermano de José. Su esposa les facilitaría la suma de $10.00., gracias a lo cual pudieron dirigirse hacia Elías Piña, desde donde procurarían cruzar a Haití y solicitar asilo en la Embajada de Haití acreditada ante dicho gobierno.
A punto de cruzar, Roberto Carlos terminó sugiriendo que de ser apresados en el vecino país, su suerte sería más incierta y dramática. Deciden entonces deliberar en torno al curso de acción que pudiera resultarles más conveniente para salvaguardar su integridad.
Es entonces, cuando fueron rodeados por unos 30 campesinos que machete en mano, les apresan, entregándoles al comandante militar de la zona, el coronel Lòpez, quien tras comunicarse con el SIM y describir las generales de los detenidos, recibe la confirmación de que eran prófugos. Esposados, serían enviados en un jeep hasta el campamento 18 de diciembre, luego al SIM y finalmente a la Victoria.
Desarticulado el movimiento conspirativo y apresados sus integrantes, se cebarían en ellos los esbirros del régimen. Serían víctima, en aquellos antros de muerte, de las impiadosas torturas del capitán del Villar, de Johnny Abbes García, Gilberto Sánchez Rubirosa( Pirulo) , Fernando Sánchez Hijo (Tunti), Candito Torres Tejada, el Teniente Báez, Cholo Villeta, así como el terrible interrogador Faustino Pérez lo mismo que por el cabo Reyes.
No obstante, la juventud dominicana, continuaría abonando con su sangre y sacrificio el camino empedrado y doliente de la libertad, esa que soñaron los jóvenes de 1838 y que 121 años después, retoñaría en un grupo de aguerridos hijos de la patria, acreedores hoy y siempre, de nuestra admiración agradecida.