En los últimos 80 años, la humanidad ha experimentado varias “eras” separadas de manera abrupta por períodos complejos de transición o “terremotos”. Recientemente, los eventos que afectaron al mundo— una pandemia seguida por tensiones geopolíticas que derivaron a una crisis energética e inflacionaria— son el ejemplo de un terremoto que, a pesar de la incertidumbre generada, puede constituirse también como el evento que marca el cambio hacia una nueva era.

Si recordamos algunos sucesos relevantes de la historia, observamos que no es la primera vez que el mundo se enfrenta a grande retos, tal pasó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial (1944-1946), durante el período en torno a la crisis del petróleo (1971-1973) y en el momento de la disolución de la Unión Soviética (1989-1992), momentos que cambiaron por completo al panorama mundial. Estaría bien recordar el famoso adagio que dice “Hay años en los que no pasa nada, y años en los que acontecen siglos”.

Palabras y frases como “crisis energética”, “inflación”, “geopolítica”, “cadena de suministro” y “escasez”, no son nuevas precisamente, pero sí serán enfrentadas por primera vez en un mundo que, contrario al pasado, se encuentra mucho más entrelazado globalmente.

Para entender este panorama global, es necesario analizar sus cinco principales características: Orden mundial, Plataformas tecnológicas, Fuerzas demográficas, Recursos y sistemas energéticos, y Capitalización

En el orden mundial, por ejemplo, existe una tendencia hacia la multipolaridad, que a su vez puede implicar un realineamiento en grupos regional e ideológicamente alineados. Esto plantea de inmediato la cuestión: ¿La economía seguirá siendo de naturaleza global y podremos encontrar nuevos mecanismos viables para cooperar más allá de la misma?

En el caso de la tecnología, los impulsores clave de la digitalización y la conectividad parecen acercarse a la saturación. Sin embargo, un conjunto de tecnologías transversales, en particular la inteligencia artificial (IA) y la bioingeniería, podrían combinarse para dar paso a soluciones nuevas.

En cuanto a las fuerzas demográficas, existe una gran posibilidad de que un mundo joven evolucione hacia un mundo más urbano y envejecido mientras que la era de las enfermedades transmisibles pueden dar paso a una era de enfermedades no transmisibles, y la desigualdad dentro de los países puede desafiar cada vez más el tejido social. Los países y sus instituciones podrán pensar en cómo adaptarse a los cambios demográficos, un factor que incidirá directamente en las perseguidas oportunidades de envejecer con gracia y traspasar el marco de la desigualdad.

Por otro lado, si bien existe un fuerte deseo de cambiar la inversión hacia la energía baja en carbono, también se librará una lucha para mantener el ritmo de las necesidades energéticas puesto que las preocupaciones sobre la resiliencia, la viabilidad y la asequibilidad pudieran continuar sobre la mesa impactando la velocidad de la transición hacia las 0 emisiones en la misma medida en la que los gobiernos e intereses mundiales, logren alinearse.

Respecto a la capitalización, existe una tendencia a largo plazo hacia economías financiarizadas y con mucho capital donde las tasas de crecimiento económico parecen estar normalizándose. El apalancamiento y el crédito en crecimiento pueden evolucionar hasta convertirse en estrés en los balances. El siglo de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico OCDE podría – de acuerdo al curso actual de las tendencias – dar paso al siglo asiático. ¿Se encontrará el próximo motor de productividad para impulsar el crecimiento? ¿Se podrá revertir el ascenso del balance global?

A pesar de que el panorama actual pueda verse pesimista por los altibajos mundiales, también es claro que estamos adportas de una nueva era donde el progreso puede llegar más rápido. El buen liderazgo hallará en estos momentos la posibilidad de utilizar las oportunidades a favor del entorno y su crecimiento; nuestros tiempos exigen prontas acciones, pero la cronología de la historia también ha mostrado grandes esperanzas y, sobre todo, “tras las turbulencia”, enormes evoluciones.