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El colibrí de Maritza.

En más de una ocasión he escrito sobre los usos positivos que se le pueden dar al dolor, tomar la energía que produce un evento triste o humillante y usarla creativamente.  Quizás, más que en la aflicción haya que pensar en la emoción, un concepto que ha sido manido por profesionales de la psicología y de la literatura. Esta “Va donde el corazón te lleve”, el título que le dio la escritora italiana Susanna Tamaro a una novela tan coherente con el tema que se convirtió en éxito de ventas y de la crítica. Están las numerosas citas del escritor Joseph Campbell, que insistía en que la gente debía “seguir lo que [la] hace feliz” en un proceso de individuación donde la brújula más eficaz es la satisfacción interna y no el logro externo de los premios, reconocimientos y preseas.

Esta semana, una combinación de dos emociones me permiten ilustrar ambos conceptos: la alegría de la vida de una amiga y la tristeza por su partida. Todos en este mundo somos fugaces, pero algunos son estrellas fugaces, como mi amiga Maritza de la Mota, que acaba de fallecer de la manera más perfecta que se pueda uno imaginar. A final de julio pasado tuvo un ACV que nos avisaba a todos de la fragilidad de su vida.  Contra el pronóstico de los médicos, que literalmente la dieron por muerta cerebralmente, pero no le practicaron eutanasia, a los pocos días despertó de ese estado y saludó a los que tenía a su lado.

Su recuperación distó de ser total, pero podíamos interactuar con ella, sentir su energía, su interés y disposición a estar con nosotros.  Nos dio tres meses para prepararnos para su partida definitiva o para hacernos ilusiones con respecto a su capacidad de recuperación. Quizás por la generosidad y el espíritu pragmático que la acompañaron siempre, no se convirtió en una carga familiar, social, o financiera.  Una estrella hasta en la muerte.

Porque su capacidad de seguir emociones positivas fue admirable, revisar sus publicaciones en redes sociales (como el colibrí que ilustra este artículo) deja percibir su voluntad de mantenerse ágil mental, física y espiritualmente en avanzada edad. Nos deleitamos viendo paseos por su querida República Dominicana natal, pero también por los lugares donde vivió su último marido antes de conocerla. Este repaso permite también admirar su capacidad de ser feliz aún en circunstancias difíciles, la bonhomía y ligereza de ánimo con la que aceptó las limitaciones impuestas a su última hija, a quien cuidó con esmero y suficiente distancia para no dejarse abrumar por los aspectos más pesados de su cotidianidad.  Todo parecía serle leve a ella. Tenía la destreza de los gimnastas olímpicos para afrontar la vida. Es decir, obtenía logros por la suma del talento innato con el entrenamiento y la decisión. Ha sido una gran alegría haber tenido este ejemplo disponible durante tantos años.

Como colofón, el libro “El héroe de las mil caras” de Joseph Campbell inspiró a George Lucas a concebir “La guerra de las galaxias”, la exitosa saga que conocemos todos. Quizás haya que hacerle caso a ese autor.