OBRA CUMBRE DEL GÉNERO EN LA INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA DOMINICANA

Como parte de los antecedentes fundamentales de la Industria Cinematográfica Dominicana, desde mucho antes de que se aprobara la Ley Nacional (108-10) de Fomento Cinematográfico en el 2010, salió al mercado nacional e internacional un conjunto de largometrajes documentales bajo la dirección y guion de René Fortunato. Ese serie de documentales, inspirados en  hechos históricos fundamentales de la historia social, política y económica del país, han sido valorados en festivales y eventos de cine de naciones hermanas, confiriéndoles alto valor estético técnico, condición que los sitúa en una fuerte corriente de artista extraordinarios de la expresión audiovisual del continente y el mundo.

El cineasta Fortunato ha manejado de manera acertada tres (3) personajes claves de la historia reciente del país, cuya trascendencia política han traspasado las fronteras de la nación. Sus protagonistas han sido Rafael Leónidas Trujillo Molina, Juan Bosch y Joaquín  Balaguer. Además, los dos últimos personajes destacan por una fértil, ardua y estética labor intelectual, que también han sido  reconocidas en importantes foros continentales y mundiales.

La oportuna osadía creativa de René surge en un momento en que nuestros archivos fílmicos (películas y videos en todos sus formatos) corrían el riesgo de dañarse en su totalidad. Muchos de esos materiales rodaban a la intemperie en patios de nuestras estaciones privadas y públicas de televisión y otros, en inhóspitos espacios de la antigua cinemateca nacional, luego llamada Centro Nacional Histórico Cultural, y posteriormente, Cinemateca Dominicana. Esa postura responsable del ser humano ue hace cine lo engrandece ante sus congéneres, y ante aquellos hombres y mujeres que conformaran mayoría racional en la próxima década. Sin pensar en las consecuencias económicas y logísticas decidió salvar un por ciento considerable del patrimonio audiovisual del país.

La obra documentalista de Fortunato cobra alto valor histórico cuando él diseña una propuesta audiovisual concebida como producto audiovisual bajo los criterios requeridos por cualquier película largometraje (ficción o documental) jugando plásticamente con la música, la musicalización, la intervención estética de fragmentos discursivos, diálogos, expresiones y contextos sonoros incluidos en los materiales rescatados de los archivos improvisados en que la indiferencia estatal los había depositado.  A esa pericia  creativa agrega René un bien  elaborado  texto que enfatiza ante los espectadores la trascendencia de los hechos que han marcado la historia reciente del país.

Esa pieza literaria bajo su tutela narrativa (guion correctamente elaborado, llenando de plasticidad su obra) encuentra la voz profesional, adecuada, pero sobre todo, dramáticamente motivada para transmitir los hechos y eventos en pantalla sin la más mínima intención de competir con las imágenes, todo lo  contrario, las exhalta y valida ante los espectadores. Esa labor de alta sensibilidad creativa en cada pieza documental, la confió René a un experimentado locutor de la vieja escuela nacional de la palabra, el dominicano Jesús Rivera.

Por la correspondencia estética de todos los elementos que integran la banda sonora de cada documental de nuestro extraordinario documentalista, entre ambos  profesionales hubo un intercambio empático de criterios, combinando magistralmente los demás elementos (música, audios de archivo, sobre-impresiones literarias, efectos de sonido, rediseño fotográfico) en el laboratorio de edición y postproducción, para conjugar de manera armónica y digerible a todos público, la obra en su totalidad expresiva.

Debemos en el país, tanto cineastas, teleastas, videoastas, historiadores, y creativos en sentido general, reconocer que el realizador audiovisual que corresponde al nombre de René Fortunato, rescató del anonimato histórico, social y político, materiales fundamentales de la nación, y que producto de esa visión adelantada, objetiva y sistemática que implementó, una amplia población de mitad del siglo veinte (XX) pasado, y toda la del presente siglo veinte y uno (21), tendrán la oportunidad de conocer, analizar y establecer criterios sobre el país en diferentes momentos, desde principios y final del siglo veinte.

La conceptualización creativa de su obra adquiere la conjunción de diversas expresión científicas, técnicas y especialidades cordialmente diseñadas en el discurso narrativo de cada documental, destacando de manera exponencial la música, la historia, la sociología, y un marcado estudio de la psicología del dominicano ante diversos estímulos auditivos, sensoriales y visuales, de manera que su atención ante cada exhibición, sea total y exclusiva para el documento audiovisual al apagar las luces del escenario.

En su caso particular, hasta el manejo del tiempo y el espacio ante el extenso volumen de material en su poder, adquiere notables valores de incidencia en la psiquis de los espectadores, pues el tiempo de proyección ha sido favorablemente aceptado por los espectadores, independientemente de su extensa pero necesaria proyección en pantalla. Muchos espectadores, incluidos realizadores, críticos, intelectuales y académicos de diversas disciplinas cognitivas entienden  que un documental para ser gentilmente aceptado y digerible no debe exceder los cuarenta y cinco (45) minutos frente al público. El profesor honorario de la Escuela de Cine, televisión y fotografía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), rompe con ese esquema impuesto por ligeras concepciones comerciales, y hace una carrera profesional exitosa, a partir de su cosmovisión particular del cine, y dentro de este, de la especialidad documental.

Que favorable  ha sido para el país y su estable industria cinematográfica que hayamos contado con un cineasta que por más de cuarenta (40) años se haya dedicado a rescatar y difundir de manera cultural, histórica y sociológica el cine documental en el país.

Definitivamente, su obra es monumental porque además de concebir un estilo creativo para darla a conocer al país y el mundo, garantizó que una etapa de los antecedentes históricos, políticos y sociales de casi todo el siglo veinte (XX) fueran conocidos por los dominicanos nacidos hace sesenta (60) años, y aquellos que por su edad actual, y futura corresponderán al siglo veinte y uno (XXI).

Dentro de la industria audiovisual la realización de documentales es una noble y exigente tarea creativa. Para nada debe verse y valorarse como un producto menor, bajo y de escaza valoración estética ante las películas largometrajes de ficción, series de televisión y otros productos del área que cobran mayor difusión mediática. El documental, asumido como la gran obra creativa que es dentro de las distintas propuestas audiovisuales, es tan importante como cualquier película realizada con actores de alta trascendencia dramática, así como con la parafernalia técnica que las acompaña.

Aunque la sociología, la antropología y la psicología están presentes en el discurso audiovisual y la obra en sentido general del cineasta René Fortunato, resulta fundamental en la misma, la historia, la política y la sociología, pues estas disciplinas son el eje fundamental en qué se sostiene la narrativa plástica que la hace válida y extraordinaria en la producción cinematográfica dominicana.

Además de dejar una impronta creativa de alto vuelo, heredan también sus congéneres y las generaciones siguientes de cineastas nacionales, la astucia, el valor, la disposición laboral del cineasta Fortunato para dar a conocer su obra en el país y fuera de éste. Sin reparo alguno, se arma de una férrea voluntad para implementar estrategias mercadológicas y publicitarias para convencer al pueblo dominicano y a un segmento importante de personalidades trascedentes del país, para que respaldaran y creyeran en el valor cultural, social y político de su obra, pero además y por sobre todas las cosas, entendieran que debían pagar el costo de una boleta por ver consumado su esfuerzo creativo.

En ese rol, René exhibe su obra en casi toda la geografía nacional, tanto en las salas de exhibiciones tradicionales, como en parques y salones de ayuntamientos y escuelas. Al agotar ese periplo de jornadas laborales, decide aprovechar los mercados internacionales, ubicados en diversos Estados de la Unión Americana, Europa, y otras naciones de casi todo el Continente Americano, para promocionar su producto, que no es más que la historia misma de la Patria.

Con o sin proponérselo, con su obra René Fortunato ha tocado y continúa tocando las venas sensibles del corazón y la conciencia de cada dominicano dentro y fuera de su Patria. Estos, con sublime nostalgia reviven espacios, personajes y hechos que forman parte de su idiosincrasia. Indudablemente, que la interdisciplinariedad  estética de elementos narrativos en su obra, hacen fluir psicológicamente los sentimientos de cada habitante de la isla añorada sentado en su casa, o en un escenario convencional, donde se inicia la proyección de su monumental obra documental.

En diversas naciones del mundo una persona que asume una labor tan vital para conservar el patrimonio cultural, audiovisual e histórico de su país, ya hubiese sido distinguido con la más alta condecoración cultural, educativa y científica que el Estado concede a ciudadanos extraordinarios, como el cineasta Fortunato.

Su extraordinaria filmografía incluye los siguientes largometrajes documentales:

Y el largometraje de ficción: Patricia el regreso del sueño.