Hace dos semanas salieron a la luz dos canciones de desamor. En español imposible no haber seguido las interpretaciones alrededor de la última de Shakira, que hace referencia directa a lo que ha ido apareciendo en la prensa del corazón, pero que fue utilizado por la cantante para lograr facturar a partir de su motivo de llanto.  Con un ritmo y una producción muy de esta década grabó con un estilo que recuerda sus primeros años como artista, pero que contiene una letra con tanta actualidad de su separación sentimental que uno de los comentaristas al final de ver el video exclamó en tono jocoso que esa letra parecía “haber cometido crímenes de guerra”.

 

En inglés, el día de cumpleaños de su exmarido, Miley Cyrus sacó “Flowers” alusiva a una canción que él le había dedicado de Bruno Mars donde se habla de un hombre que compra flores para una mujer.  La nueva creación habla de que ella misma se las puede comprar y ser feliz sin él.  En este terreno, Miley Cyrus siguió las enseñanzas de su madrina Dolly Parton, cuya canción más famosa entre todas, Jolene, fue compuesta para alejar la posibilidad de que se formara una relación sentimental entre su marido y una cajera en un banco con la que parece que él se entendía muy bien. Tanto éxito tuvo esa canción que treinta años después de haberla grabado Dolly Parton le adaptó la letra durante la pandemia para llevar un mensaje a favor de la vacunación masiva.

Estos y otros esfuerzos (me acuerdo de “Hey” de Julio Iglesias, alusivo a su separación de esos años) son demostraciones en los hechos de la validez del concepto de “resiliencia”, ampliamente difundido en los años noventa del siglo pasado.  Boris Cyrulnik, un médico y comunicador francés, popularizó este término utilizado originalmente por John Bowlby, psiquiatra y psicólogo inglés interesado en el desarrollo infantil y, específicamente, en los temas del apego, la separación y la forma de adaptarse a estos cambios.

 

Hoy día la palabra se ha vuelto de uso común, con un significado bastante cercano a su etimología, que literalmente quiere decir “rebotar, saltar hacia atrás, replegarse” y se refiere a la capacidad de los seres humanos para reponerse a experiencias altamente desagradables y utilizarlas para el crecimiento.  Ambos autores coinciden en indicar la presencia de ciertos elementos para poder responder de manera resiliente ante las diferentes frustraciones. Estos elementos son: autoconocimiento, motivación, autonomía y confianza. Básicamente, asumir que la situación no es inevitable ni eterna y, en base a esta postura, desarrollar la capacidad de abstraerse de la misma para poder hacer los cambios necesarios para revertirla.  Tenemos abundantes ejemplos de negación, ceguera, mala evaluación, aturdimiento y desesperanza frente al dolor.

 

Estas dos mujeres supieron enfrentar el dolor, anotar sus fuentes (algunas con más prolijidad que otras), usar esta motivación para la búsqueda de otras recompensas, esperar el momento más adecuado para manifestarse y exhibirlas en el tiempo que mejor se adaptaba a sus intereses (ambas esperaron tener delimitación legal de la separación de bienes antes de hacerlas públicas).

 

El dolor siempre lo vamos a tener. No hay que olvidar que su primera función es alertarnos del peligro de la continuación. Lo que hacemos con esa información depende de nosotros.  Lo que hicieron estas mujeres fue altamente resiliente.