En Europa,  los cabildos  o ayuntamientos jugaron un importante papel político-económico-religioso -cultural en sus primeros momentos de su formación, porque las ciudades eran enclaves con muchos niveles de autonomía desde el periodo medieval, convirtiéndose realmente en los gobiernos locales.

En el proceso de colonización en las “nuevas tierras conquistadas” por los imperios europeos, el ayuntamiento era su “institución madre” a nivel gerencial. Por eso, desde que pisaron tierra en La Isabela, después del segundo viaje del Almirante, se fundó allí el primer ayuntamiento de América, aunque su culminación fue en el ayuntamiento de la ciudad de Santo Domingo.

Ayuntamiento del Distrito Nacional.

Durante la colonia, las normativas del Ayuntamiento de la ciudad de Santo Domingo, implicaban ordenanzas para la regulación de la vida cotidiana, las cuales disminuyeron con la aparición del Estado, del gobierno nacional, donde se racionalizaron las responsabilidades ente ambos y los deberes para con la comunidad y el regulamiento del comportamiento de los ciudadanos.

Hoy, la incidencia sobre la determinación de las actividades políticas, económicas y culturales por parte de los ayuntamientos (cabildos, alcaldías) sigue siendo importante, donde el carnaval es su fiesta más significativa de la cultura popular, junto a las fiestas patronales.

 

Hace muchos años, ser regidor, miembro de la Sala Capitular, era una honra y un prestigio. Estaba destinado a los señores más distinguidos del pueblo. Sus funciones eran honoríficas, por eso no recibían un salario ni pago por detrás para aprobación de propuestas particulares. Había una determinación, un amor por las comunidades, aunque lo normal era la coincidencia de las medidas edilicias con los intereses  del poder, las élites y el sistema social vigentes.

En ese tiempo de romanticismo, el propio cabildo elegía sus miembros. Luego, con la dictadura Trujillista, elegía y designaba a los regidores, hasta que llegó la “democracia”, tornándose en cargos electivos escogidos los candidatos por los partidos y electos por el pueblo.

Se perdió la honorabilidad y la preparación cultural, técnica-profesional.  Ahora pueden llegar hasta los que firmaran con una cruz, los que ven el cabildo como premio a la impunidad y al saqueo. ¡Hay que sacar la inversión económica realizada por llegar a ser alcalde o regidor!

Aunque existan sus excepciones, llegar a uno de esos puestos, para algunos, se convirtió en un negocio o en una empresa, aunque para los de mayor visión es un puesto político de transición para llegar a la diputación o la senaduría, dándose a veces sueños y tentaciones de más altura.

La mayoría de los candidatos a regidores y alcaldes están desprovistos de las dimensiones de la cultura y tienen un desconocimiento de la historia y la cultura de su pueblo, aunque existen algunas excepciones. La cultura ni siquiera es tema de elecciones. No les importa y cualquier expresión de apoyo antes de llegar al puesto es en función de interes publicitarios.

Por eso, las políticas públicas locales apenas existen y muy pocas alcaldías tienen una estructura formal institucional cultural. Y en aquellas donde existe, con milagrosas excepciones, no tienen presupuesto asignado real, por lo tanto sus actividades son coyunturales. Es más, no existen acuerdos ni práctica de actividades culturales con el Ministerio de Cultura, donde ambas instituciones se ignoran.

El carnaval, la manifestación más importante de la cultura popular, su protagonismo es responsabilidad del pueblo, de los barrios marginados, creado al margen de los cabildos. Por eso, al asumir sus cargos alcaldes y regidores, reitero que con algunas excepciones, asumen la dimensión de aprovecharlo políticamente porque no pueden ignorarlos por su importancia. Entonces pasan a apoyar el carnaval, de diferentes formas, con modalidades diferentes.

Rochi Nelson Rey del Carnaval Banilejo.

Los ayuntamientos en si han resultado incapaces de organizar el carnaval exitosamente, con la excepción en los últimos años del de San Juan de la Maguana. En los demás, la alcaldía organiza un “Comité de carnaval”, que les responde a sus lineamientos políticos, los cuales nunca tienen autonomía y los ayuntamientos castran las posibilidades de progreso y desarrollo institucional.  Otros ni siquiera forman comité, dan algunos apoyos y se acabó, con excepción de La Vega, donde se ha institucionalizado una instancia de coordinación del ayuntamiento y los carnavaleros, en una relación directa con los patrocinares comerciales.

La segunda gran retranca, con sus excepciones, del carnaval local-nacional, es cuando comerciantes de la cultura, ante la indiferencia e incapacidad de los ayuntamientos y una ausencia del Estado, “patrocinan” a los carnavales, pasando la mayor parte de los gastos a los carnavaleros y quedándose ellos con las mayores ganancias, en su visión de que el carnaval es una mercancía que hay que convertir en espectáculo. El caso más pedagógico es el de La Vega.

Casi todos los acuerdos promocionales son realizados entre los patrocinadores y los ayuntamientos, en condiciones siempre para el interés de los primeros y onerosas para los segundos, además, algunos de los patrocinadores pretenden intervenir en el contenido y la organización de los carnavales y no en su promoción, con la grata excepción de algunos  como Luís Medrano.

Como tercera variable de conspiración surge en algunos lugares, entre los ayuntamientos y el carnaval, la variable religiosa, donde aparece con anatemas la Iglesia cristiano no católica, como el caso único y singular en el ayuntamiento de la Romana, que durante más de cinco años impidió la realización del carnaval popular por la intervención directa de los pastores evangélicos, con una visión anacrónica y atrasada, así como la intervención de la Iglesia católica, la cual, a través de la Pastoral Juvenil, ha pretendido con insistencia la racionalización del carnaval en una pretendida separación absurda entre carnaval, fiestas patrias y cuaresmo, tema para otro artículo.

La parte más trágica de los ayuntamientos con relación al carnaval es su visión económica; lo conciben en casi su totalidad como un gasto y no como una inversión. Lo normal es que no les entreguen recursos económicos a los organizadores del carnaval, sino migajas a algunos carnavaleros como apoyo para la garantía de una adecuada participación.  ¡La creatividad y el sacrificio del pueblo, hacen milagros!

La gran excepción nacional sobre el papel trascendente de una alcaldía con relación con la importancia del carnaval, como expresión de la cultura popular, lo realiza exitosamente la Alcaldía del Distrito Nacional, con la inversión de apoyo económico para la realización de su carnaval, como redefinición e identidad de su contenido, personajes y comparsa, donde el pueblo es su protagonista.