La experiencia muestra que los gobiernos conformados por conocidos y relacionados, seleccionados atendiendo exclusivamente por el grado de amistad, han fracasado. Uno ejemplo de ello es el caso de Filipinas durante la gestión de Ferdinand Marcos entre 1965-1986. El término “capitalismo de amigos” fue utilizado para caracterizar la administración de gobiernos asiáticos durante los años noventa, así como la del presidente Marcos de Filipinas, de Estados Unidos y México, entre otros.

 

En 1965, durante la presidencia de Macapagal, que antecede la presidencia de Marcos, Filipinas era la trigésima economía más grande del mundo y ocupaba el séptimo lugar de los países de Asia, según el tamaño de su producto interno bruto (PIB).  Lo que significa cierto avance económico y social respecto de las condiciones económicas existentes antes de la década de los cincuenta, cuando Filipinas era un país fundamentalmente de producción agrícola que ocupaba más de la mitad de la fuerza de trabajo (60%).

 

Durante los primeros años de la década de los sesenta, se implementó una política de industrialización por sustitución de importaciones que logró avances importantes como la producción de textiles, confección de ropa, avances en la industria de metales, producción de maquinarias y productos de petróleo. En esa misma dirección, el gobierno invirtió en la creación del Instituto Internacional de Investigación del Arroz, mejoró la irrigación y mecanizó las actividades primarias, logrando aumentar significativamente la productividad y el volumen de producción de alimentos, lo que tuvo efectos positivos sobre los salarios. La economía filipina creció a una tasa estable previo al ascenso de Marcos al gobierno.

 

En 1965, Ferdinand Marcos cambió la estrategia de desarrollo. En efecto, puso en marcha un plan de desarrollo que intentó imitar la exitosa experiencia de los conglomerados familiares de Corea de Sur (chaebol) y de Japón (zaibatsus). Tanto los chaebol y zaibatsu fueron utilizados por sus gobiernos en una política de desarrollo que protegió y estimuló temporalmente a las firmas con el objetivo de descartar a los perdedores y quedarse sólo con los ganadores que resultaren del proceso de competencia. El capitalismo de amigotes y el daño que ocasiona ha sido tratado con frecuencia en la revista internacional The Economist (Ver ediciones de marzo 12, 2022; marzo 13, 2014; octubre 9, 2014 y junio 6, 2003).

 

La estrategia política que Marcos puso en manos de sus familiares, amigos y asociados a través de posiciones gubernamentales otorgadas para acaparar la tierra, establecer monopolios, recibir subsidios del gobierno, protección para sus negocios en medio de una amplia corrupción, no resultó beneficiosa para los filipinos. Por el contrario, esto significó garantizar beneficios para los amigos escogidos sin que participasen en un proceso de selección competitivo, amparado en una estrategia de desarrollo de largo plazo. Durante ese período, se monopolizó la producción de azúcar, coco y banana. La estrategia de industrialización se reemplazó por negocios monopólicos, los cuales impidieron que Filipinas alcanzara un desempeño similar a los de sus pares asiáticos durante la década de los ochenta.

 

Esta estrategia de escoger “ganadores”, a través del sistema liberal de libre competencia, no tuvo un objetivo económico sino político: apaciguar a las élites filipinas y mantenerlas como punto de apoyo para endeudar el país, financiando proyectos turísticos que servían de propaganda al supuesto progreso alcanzado por Filipinas bajo el régimen de Marcos.

Algo similar ha venido ocurriendo en nuestro país. La presente administración del gobierno colocó al frente de algunos ministerios y órganos reguladores a representantes prominentes de la élite empresarial dominicana. Con lo cual el gobierno muestra su desinterés en el cumplimiento de una de sus responsabilidades fundamentales en una economía de mercado que es la de supervisar y regular la competencia en los mercados domésticos. De tal suerte que, nadie puede esperar que la competencia guíe la actividad privada, tal y como pregonan los neoliberales, al bienestar de toda la población. Lo que sí cabe esperar es el empeoramiento de los sueldos y salarios, el empeoramiento de la calidad de la educación y la salud, el deterioro progresivo de los fondos de pensiones porque es necesario proteger los beneficios de las AFP, que se deteriore la seguridad ciudadana porque el fideicomiso de la policía debe ser rentable para el sector privado. Con toda seguridad, lo que aumentará será la pobreza.

 

En el marco del Pacto Eléctrico, el gobierno dispuso el aumento de la tarifa eléctrica, aunque en ese Pacto (que el sector social nunca firmó por la existencia de más de veinte disensos) se establecen pre-requisitos para aumentar la tarifa. Obviamente, esta decisión atendió primero las circunstancias de corto plazo (aumento de precios de los combustibles), dejando de lado que el subsidio público al sector generador asegura los beneficios de las empresas de sus amigos. Con esta acción, queda claro que el gobierno existe para salvar de los fracasos del mercado, tal y como la teoría económica neoclásica afirma. Por lo que esta administración del PRM representa auténticamente un estado de corte neoliberal, Mazzucato (2015).

 

El Instituto de Energía (IE), adscrito a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y el Observatorio de Políticas Públicas (ODPP), adscrito a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la misma alta casa de estudios, advirtieron que “…si bien los precios de los combustibles inciden en la determinación de los costos, son también fundamentales las causas que directamente lo elevan como las deficiencias que no se han podido corregir y las distorsiones que se producen al fijar los precios en el mercado mayorista, toda vez que estos repercuten de manera contundente en la fijación del pliego tarifario, al representar entre 65% y 75% del precio de la tarifa…”. No se trata de cuidar los beneficios de los amigos del presidente sino de preservar la competencia sana en todos los mercados y, particularmente, en los mercados de combustibles y electricidad por su efecto transversal en toda la economía.

 

El capitalismo de amigos ha mostrado, alrededor del mundo, sus debilidades y oprobiosos resultados: concentra el ingreso, aumenta la pobreza y aplasta el bienestar social. La escogencia de amigos para gobernar marca singularmente el destino de cualquier nación: si entendemos que la unidad de todos los ciudadanos, excepto los corruptos públicos y privados, conforma la mayoría para formar un gobierno verdaderamente democrático.