En su programa “Nosotros a las 8” (10 de Noviembre 2022), el periodista Juan TH informó que en este país habían unos 4 millones de motocicletas. “Las autoridades han contabilizado unas 800 mil”, nos decía. Pero, en realidad, no se sabe cuántas hay…

Hace poco más de un año, el comunicador hablaba, sin contemplaciones, sobre el problema de las motos, la impunidad y la incapacidad de aplicar la ley. Todos conocemos el problema, ya que vivimos en carne propia el caos de tránsito vehicular y el fenómeno de las motos en todas sus manifestaciones: accidentes, agresiones, moto taxi, deliveries, motos negocios y contaminación sónica.

Mucho se ha hablado de cómo los políticos han permitido que el parque automovilístico crezca sin orden, ni control. Pero también está el negocio de las ferias automovilísticas y  del ensamblaje de motos, las precarias condiciones del transporte público, las carreras de motos y todo lo que representa para el Estado los accidentes automovilísticos – en los cuales están involucrados un 75 % de motorizados. Un verdadero problema de salud pública y de seguridad ciudadana.

Lo que no dijo Juan TH en esa oportunidad, es como las motos desde siempre han transitado impunemente sobre nuestras aceras. En la década de los 1970s, la gente moría atropellada por una moto, sobre una acera, o le arrancaban una cadenita desde una moto en sectores como Gazcue, o en ciudades como Santiago. Hoy, las motos se han apropiado del espacio urbano en zonas privilegiadas del país. La ciudad capital es el ejemplo más triste: basta ver la Calle Pedro H. Ureña, en el tramo de la Lincoln hacia la Calle Alma Mater, en la misma ruta del presidente, circulando sobre las aceras, en contramarcha, a cualquier hora, en especial horas pico, zigzagueando e insultando, cuando se les dice que las aceras son para el peatón. De seguir así, las motos acabarán con la meta de acoger a 10 millones de turistas, evocada por David Collado.

No obstante todo esto (la impunidad, la burla), las motos podrían ser controladas, reglamentadas en su uso y frenados en su accionar, si quisieran las autoridades, que viven anunciando medidas que no se concretizan – como aquellas de prohibir el tránsito de motos entre 11pm y 4:05 am, no más de dos personas, uso obligatorio de casco, no uso del móvil… medidas fracasadas, ya que la única medida exitosa sería sancionar de manera rigurosa y sistemática.

¿Cómo aplicar eso de la prohibición del móvil, mientras se conduce? Cuando todos los motorizados tienen el móvil colocado delante y conducen hablando. ¿Cómo sancionar a los choferes de automóviles por cometer esta infracción? Cuando ven pasar cientos de individuos en motos haciendo lo prohibido. ¿Será que no hay con quien hacer cumplir las leyes? La ciudadanía no tiene respeto por la autoridad, y cuando un “buen AMET” detiene el tránsito para dar paso a un peatón, le tiran los autos encima, al punto de atropellarlos, como lo he visto más de una vez.

¿A qué le temen las autoridades que no terminan de aplicar algún correctivo a aquellos individuos que hacen lo que quieren a los ojos de todos? Lo que está sucediendo hoy en la conducta de motorizados y automovilistas puede convertirse en un fenómeno incontrolable y de matices peligrosos – cuando la delincuencia y el crimen organizado se apoderen completamente de las calles y de los actos sociales. Ese podría ser un proceso irreversible, visto que el problema es mucho más complejo, pues tiene matices de ingobernabilidad.

Mientras no se tenga control sobre las motocicletas y sus conductores, no se puede hablar de seguridad ciudadana.

Cuando el ciudadano no entiende cómo y porqué respetar la luz roja, las leyes de tránsito vehicular carecen de sentido. El respeto se logra educando y sancionando de forma rigurosa, a todos por igual – suprimiendo alcohol, sustancias ilícitas y privilegios a los que conducen.

La impunidad aceptada y alimentada ha generado mucha frustración; mientras se ha producido un sistema de solidaridad entre los transgresores motorizados, que compiten entre ellos mismos, de quién es más osado pasando en rojo, frente a la autoridad. Presionando y desafiando a la autoridad para que les dé paso, aunque no les corresponda pasar. También es frecuente encontrar miembros del cuerpo del orden, sin cascos, tres policías en una moto sobre la inexistente línea de peatón…

Tanto automovilistas como motorizados, no sienten respeto por la autoridad, que suele carecer de respeto por ella misma.

Ningún político serio debe ofertar seguridad ciudadana, en una sociedad donde la gente no puede cruzar ni una calle sin que peligre su vida. No se puede hablar de seguridad ciudadana en un país donde se desconoce el significado de la luz roja. Y somos “líderes” en números de accidentes de tránsito, a nivel mundial.