Las charlas sobre historia de Bernardo Vega son siempre amenas. Eso quedó confirmado cuando, en el marco del presente Ciclo de Charlas del proyecto FlorHisto –el cual se propone multiplicar las flores en el Centro Histórico de Santo Domingo– relató la fracasada invasión de los ingleses a la colonia española en el 1655. Su recuento suscitó la duda de si los reconocimientos al Conde de Peñalva, gobernador de la isla entonces, son tan merecidos. Hay razones para creer que los lanceros criollos y/o los cangrejos de Haina merecen un mayor homenaje.
Todo comenzó en 1655 al desatarse una guerra entre Inglaterra y Espana. Oliver Cromwell, el Protector de Inglaterra, ordenó a su poderosa armada ocupar la isla de La Española. Para ello encargó a una flota de barcos comandada por el Almirante William Penn y al General Robert Venables, el primero perteneciente a la armada y el segundo al ejército. Cromwell estaba interesado en expandir la influencia y el control británico en el Caribe, donde Espana dominaba, debido a su importancia estratégica y económica.
La flota británica llegó a La Española el 23 de abril de 1655. Estaba compuesta por 57 navíos –aunque algunas fuentes citan 34 y otras 74– y unos 9,000 soldados y marinos –aunque según otra fuente fueron 7,000 marineros y 6,000 soldados. Su objetivo era que Santo Domingo “pasara a ser parte de la corporación inglesa, como Tórtola, Virgen Gorda, Anegada e Islas Vírgenes. La flota tuvo dificultad para encontrar un puerto seguro y fueron primero a parar a Nizao, luego a Najayo y finalmente establecieron su centro de operaciones en Haina. Desde allí lanzarían varios ataques contra los defensores españoles y criollos. De no ser por la resoluta oposición de los isleños la isla hubiese devenido en colonia inglesa.
No cabe duda de que el Conde de Peñalva fue responsable de organizar la defensa de la isla. Contaba con apenas 200 soldados españoles, por lo que debió recurrir a los lanceros criollos del interior que tenían fama de guerreros por su ajetreo diario contra sus vacas. Se reporta que la convocatoria atrajo a unos 1,200 lanceros. Los ingleses montaron varios ataques a través de diferentes caminos a la ciudad de Santo Domingo, pero fueron repelidos exitosamente. “Al pasar revista sobre el estado de sus fuerzas, los ingleses comprobaron que habían tenido más de 1,300 bajas y unos mil heridos, un resultado que no lograban explicarse.” (Una versión reporta que la fiebre amarilla diezmo gran parte de las tropas.) Se cuenta que los isleños tuvieron muy pocas bajas.
Eventualmente, los ingleses se retiraron en desbandada cuando una noche oyeron el estruendoso crepitar de una enorme oleada de grandes cangrejos en el bosque cercano y creyeron que eran lanceros que venían a masacrarlos. “Los soldados ingleses solamente podían luchar en su acostumbrada formación de diez en diez en esos caminos, mas no en el bosque, donde tenían que actuar fuera de formación, enfrentando a los lanceros que, tirados en el piso, los emboscaban". Un relato dice que corrieron despavoridos a refugiarse en sus naves y otro que se mataban unos a otros. Al abandonar su pretendida invasion los ingleses posteriormente ocuparon a Jamaica para apaciguar la segura furia de Cromwell por su fracaso en La Española.
“¿Quiénes eran los lanceros? Un grupo predominantemente criollo que tenía como oficio jarretear vacas y toros, o sea, lanzarles una especie de lanza directo a los tobillos del animal para inutilizarlos, y luego aprovechar junto a la carne, el cuero y el sebo para uso propio y para exportarlos.” Su éxito en el combate contra los ingleses se atribuye a la longitud de su lanza, la cual era mas larga que las inglesas. (Tambien Alejandro El Grande venció a las tropas persas en la batalla de Gaugamela precisamente por su sarisa, una lanza de longitud impenetrable.)
Haber repelido a la flota inglesa causó gran jubilo entre los isleños. Habían derrotado a una fuerza muy superior con escasos recursos. De ahí que decidieran conmemorar la victoria con un acto anual de Acción de Gracias el 14 de mayo y la fabricación de un Cangrejo de Oro, el cual fue adquirido con una colecta popular y albergado eventualmente en los altares de la Catedral. Esta reliquia era sacada en procesión anual que estuvo celebrándose hasta el 1814, cuando se decidió no ofender a los ingleses porque habían ayudado a Juan Sanchez Ramirez a combatir a los franceses. La joya desaparece durante la ocupación francesa entre el 1801 y 1809, sin que se sepa su paradero. Un relato dice que el Almirante Leclerc se enamoró del Cangrejo y se lo apropio para regalárselo a su esposa Paulina Bonaparte.
Estos antecedentes permiten sugerir que el protagonismo principal de la gesta de defensa de la isla fue de los lanceros y los cangrejos. A Peñalva se le reconoce el esfuerzo organizativo de la resistencia, pero sus méritos no son suficientes como para que la emblemática Calle El Conde y la Puerta del Conde de efemérides se llamen así. Tendría más sentido que la primera se llamara Paseo Catalina, en honor a la cacica del lugar a la llegada de los españoles, y Puerta de la Independencia en honor a la gesta independentista de los trinitarios.
Lo cierto es que la referida gesta de defensa califica como la mas grande victoria de los criollos contra los imperios de su tiempo. Visto así debe reconocerse que, aparte de la fracasada rebelión de Enriquillo, han sido los criollos quienes han jugado el papel protagónico en diferentes etapas de nuestra historia repeliendo a Inglaterra, Francia, Haiti y España (esta ultima en la Guerra de la Restauración). (EEUU no ha sido derrotado, pero sí valientemente enfrentado.) Cada caso revela la aserción del espíritu de una identidad propia que, al igual que en la Independencia Efímera, diferenció a la población de los extranjeros. De ahí que para nuestra conciencia histórica sea mas importante reconocer el rol de los mencionados lanceros que el del Conde de Peñalba. Debemos ser asertivos con lo nuestro.
En cuanto a los cangrejos también estaría pendiente reconocerle su rol protagónico. No seria exagerado empotrar la silueta del de oro en nuestra simbología patria, aunque no tanto en reemplazo de la Biblia de nuestra bandera. Se impone además una reclamación a Francia para que esta, una vez localizado, devuelva a nuestro pais el referido Cangrejo de Oro. Y tal vez la Barrick Gold se digne obsequiarle a la nación una réplica del heroico crustáceo.