En un giro inesperado del destino político, un candidato poco convencional ha irrumpido en la escena electoral: ¡un Candado! Si, has leído bien, un Candado que aspira a ocupar un escaño en el Congreso Nacional como diputado de ultramar. Esta inusual aspiración podría despertar curiosidad, sino que, además, también arroja luz sobre los complejos entresijos de la política contemporánea.

En un mundo donde los políticos a menudo son vistos con escepticismo y desconfianza, simbolizarme con la candidatura de un Candado podría parecer una broma, pero mi propuesta va más allá de la simple sátira. Este singular candidato a diputado de ultramar se presenta como un símbolo de transparencia, seguridad y honestidad en un ámbito donde la corrupción y los intereses partidistas son monedas corrientes.

El Candado, con su firmeza y resistencia, promete proteger los intereses del dominicano en el exterior; sobre todo en los Estados Unidos, frente a las fuerzas que intentan manipular y coartar la voluntad popular. Mi campaña se basa en principios de integridad y responsabilidad, desafiando a los políticos tradicionales al adoptar un enfoque más honesto y centrado en el bien común.

El Candado es un dispositivo mecánico utilizado para asegurar puertas, cajas, y otros objetos, generalmente mediante un mecanismo que requiere una llave o combinación para abrirlo. Simbólicamente, el Candado representa seguridad, protección y control de acceso. En el contexto político, la candidatura a diputado de ultramar simbolizando un Candado representa la búsqueda de transparencia, integridad y resistencia frente a la corrupción y los intereses partidistas. Además, también representa la idea de que la política debería estar al servicio del pueblo y proteger sus intereses, actuando como un “guardián” de la democracia y la justicia social en favor de la mayoría.

Los que amamos la política, porque creemos en la fuerza constructiva de lo público, lamentamos el lodazal en que la política ha caído, derribada por quienes deberían practicarla con honorabilidad. Tramas de corrupción, financiación ilícita de partidos y campañas, enriquecimientos subrepticios se añaden a otras infamias, como son los miopes enfrentamientos patrioteros, la incompetente gestión económica, la decapitación de cualquier futuro en materia de ciencia, educación, sanidad y cultura.

Aunque es peligroso abjurar de la política en general o de simplificarla como unas praxis incompetentes de estafadores. Lejos de eso, hay que volver a creer en la política como una cualidad edificante. Posiblemente hoy en día ya no sea posible dar muestra de confianza a los políticos tal como se organizan en los partidos, ni a la elocuencia del cliché que utilizan en sus discursos. Por desgracia, la mayoría de ellos se han empeñado en dar una imagen nefasta de sí mismos a través de las redes sociales. La ciudadanía, no sin indignación ni descreimiento, los ve encastillados en sus pequeñas parcelas políticas y en su legitimidad cuestionada por la realidad, de la que parecen haberse distanciado, error carísimo para todo político.

Retomando el Diputado Candado de Ultramar, este no esta exenta de criticas y desafíos. Los escépticos que argumentan la falta de experiencia política y la supuesta naturaleza inanimada que me hacen incapaz de desempeñar efectivamente el papel de legislador. Además, algunos cuestionan si mi participación en la política simbolizando el Candado es más que una estratagema para llamar la atención y ridiculizar el sistema electoral.

A pesar de estas objeciones, la simbolización del Diputado Candado busca generar un debate sobre la naturaleza misma de la representación política. ¿Es realmente solo necesario utilizar los elementos humanos para representar de forma decorosa y honrada los intereses del pueblo? ¿O es posible que un símbolo como un Candado encarne los valores democráticos de manera más autentica y desinteresada?

Independientemente del resultado de las elecciones, la candidatura del Diputado Candado ha de servir como un recordatorio satírico, pero perspicaz de la necesidad de renovación y transparencia en la política contemporánea. Mientras los ciudadanos reflexionen sobre sus opciones en las urnas, el Candado permanece como un símbolo inesperado de esperanza y cambio en un mundo político cada vez más complejo y desafiante.

La actividad política no es el feo trajín autodefensivo y hostil que esgrimen derechas e izquierdas. La política y su praxis es una actividad altruista, generosa y servicial orientada a gestionar, por encima de todo, la verdad, tal cual es, sin manipulaciones, desviaciones u ocultamientos. La política como árbitro de lo mejor, o al menos de lo posible, para evitar lo malo y sobre todo lo peor.

Reivindico de nuevo la política como un servicio a la colectividad, consecución de objetivos de alcance general y ejercicio de una gobernanza para el bien común. En esto reside la simbolización del Diputado Candado, como el principio de equidad que ha de guiar la acción política. Pero no retóricamente, sino con evidencias concretas, con hechos.