El país requiere de profundas transformaciones en el ámbito político social y económico en procura de convertir su crecimiento en desarrollo sostenible. De no hacerlo, corremos el riesgo de que cualquier eventualidad, local o extranjera, de al traste con la estabilidad alcanzada, sobre todo si tomamos en cuenta que hemos crecido con una gran desigualdad y mucha pobreza. Ese peligro debemos enfrentarlo.
De ahí la importancia de una reforma fiscal orientada al desarrollo, que abarque tanto el gasto como el ingreso.
La reciente propuesta por el gobierno y retirada por el presidente Luis Abinader, no respondía a este objetivo, era un ajuste fiscalista y recesivo.
Pero no podemos dejar las cosas así y estar tranquilo. Es necesario empezar desde cero con un enfoque transformador.
El peso creciente de la deuda pública ya no es sostenible, el costo del servicio de la deuda se paga con más deuda, una pirámide Ponzi que se sostiene con el bastón de la maquinita del Banco Central, mientras la deuda cuasi fiscal, del propio banco, crece como los espaguetis aquellos.
No soy un experto, pero se escuchar a los especialistas, no solo a aquellos que comparto forma de pensar, sino a todo aquel que creo actúa de buena fe. Basado en algunas de sus ideas, me permito el atrevimiento de hacer algunas sugerencias al respecto:
1) Una medida fundamental sería traspasar el déficit cuasi fiscal del Banco Central al Ministerio de Hacienda, como han recomendado economistas de prestigio y se ha hecho en otros países, como Argentina. Este paso podría reducir significativamente los costos financieros y liberar recursos para inversión social y productiva.
2) La crisis del sector eléctrico, es otro tema crítico que no puede seguir postergándose. Llevamos años dando vueltas sin resolver el problema, como un perro persiguiendo su cola. Cada día la situación empeora, afectando tanto las finanzas públicas como la competitividad del país. Es hora de tomar decisiones contundentes, y “ponerle cascabel al gato”, ejecutando los planes que ya existen sin más demoras.
3) Los incentivos fiscales y los subsidios también deben ser revisados mediante estudios de costo-beneficio. Solo deben mantenerse aquellos que aporten al desarrollo y al bienestar social, eliminando los que no generan un impacto positivo. (4) De igual manera, es necesario simplificar el ITEBI, aplicando una tasa mínima del 1% a todos los productos y servicios para mejorar la fiscalización y reducir la evasión. Al mismo tiempo que se reducen las tasas actuales del 18% de muchos bienes y servicios, necesarios en el diario vivir. De la corta lista de alimentos que pagan actualmente el 16% se pudiera bajar a 1% azúcar, café, cacao, y aceite por ser alimentos muy esenciales. Al igual que algunos de los materiales de construcción que pagan 18% como la funda de cemento. Logrando así un sistema tributario más justo y menos regresivo en beneficio del consumidor.
5) Es urgente racionalizar el gasto público, eliminando los gastos superfluos como la publicidad oficial y los lujos institucionales. Sin embargo, reducir personal en el sector público debe hacerse con cautela, para no agravar la exclusión social. El clientelismo, aunque pernicioso, ha sido un mecanismo de subsistencia para muchos. Es crucial identificar quiénes aportan al Estado y quiénes no, asegurando que el resultado sea eficiente, sin dejar a los más vulnerables en el desamparo.
Desarrollar esas ideas y plantear los 'como" se lo dejo a los expertos que han estado trabajando esos temas: lo hago sin que me avergüenza qué me enmienden la plana, pero no se callar cuando pienso en algo que pueda benéfica a mis conciudadanos.
El país necesita cambios profundos y urgentes, pero deben ejecutarse con justicia y sin afectar a la clase media ni a los sectores más vulnerables. Solo una reforma integral, orientada al desarrollo y la sostenibilidad, permitirá sanear las finanzas públicas y garantizar el crecimiento a largo plazo.
Hay que continuar haciendo propuestas, pero a favor de la gente y el progreso.
Debemos evitar que el tollo que retiró el presidente genere prejuicios, contra cualquier reforma progresista.
¡Debemos insistir!