En días pasados, la antorcha de la comunicación fue cedida por Huchi Lora a Edith Febles. Huchi, con 74 años de edad y 50 en el ejercicio del periodismo, entregó el mando. Edith, con más de 25 años haciendo periodismo serio, fue la receptora de la responsabilidad de dirigir un programa televisivo que cumplió los 25 años.

Recuerdo que por mucho tiempo en la institución para la cual trabajé por cerca de cuarenta años llegué a ser muy tomada en cuenta, mis opiniones eran muy valoradas, incluso las decisiones, pero llegó el día en que personas jóvenes vinieron a jugar un rol muy importante. Comprendí que era el tiempo de pasar la antorcha. Me retiré.

Viene a mi mente el cambio que hubo en una tienda muy grande e icónica de nuestro país. El padre dejó en manos de los hijos la dirección; hasta el logo fue cambiado por uno moderno y más bonito. Comprendió que su tiempo "ya estaba bien". Inteligente pensar en ir delegando responsabilidades y disfrutar de un merecido descanso, aunque siempre con ojo avizor.

El pasado vienes 11, en Chile fue la juramentación de un nuevo gobierno. Asumía el cargo de presidente un joven de apenas treinta y seis años, sustituía a un presidente de setenta y dos, justo el doble de su edad. Visible cambio generacional.

El nuevo presidente no heredó el cargo. Se lo ganó como dirigente estudiantil y fue ganando terreno en la lucha por las causas sociales. No sé si será un buen presidente, mucho menos sé si podrá cumplir lo prometido en campaña y acorde a su discurso durante sus luchas.

No sé de política de nuestro país, mucho menos de otro y tan lejano.

Hubo muchas cosas que me llamaron la atención durante este cambio de gobierno y que perdone mi amiga que, con ironía y ante un artículo que escribí por las fiestas patrias de Chile, me tildó de “la dominicana más chilena del país”.

Pero ¿cómo no querer a Chile y estar pendiente de lo que allí ocurre si durante el tiempo en que estuve allá esquié en la nieve -por lo menos traté de hacerlo-, conocí el desierto florido, vi el paisaje más hermoso, como es una plantación de lavanda con un olor y un color que va desde el azul al morado, me bañé en el Pacífico, aprendí a bailar cueca, si conocí las ciudades y pueblos desde la Región de Atacama (III), al norte, hasta la Araucanía (IX), al sur, me bañé en unas termas, vi un volcán en erupción, disfruté de la Cordillera de Los Andes por aire y tierra en invierno y la atravesé por tierra en verano, rumbo a Mendoza, Argentina, si participé diariamente de la misa del mediodía en la hermosa catedral, en la “Parroquia El Sagrario” al costado izquierdo de la entrada, con unas pinturas hermosísimas en el techo? Es más, mi hijo y yo por poco nos encontramos con el asesinato de un sacerdote en esa catedral en el 2004, salimos de misa apresuradamente y este ocurrió minutos después.

Son infinidades las vivencias que tuve que me hicieron “crear recuerdos” por lo que nadie me critique por amar a Chile, pero más que todo y lo más importante, porque pude repetir muchas de esas experiencias con mis dos hijos en diferentes años.

Hubo muchas, pero muchas cosas que llamaron mi atención:

  • Un presidente muy joven, con varios tatuajes visibles.
  • Una compañera brillante de 32 años, antropóloga, socióloga, politóloga y activista feminista. Políglota, habla seis idiomas, con estudios en Chile, Alemania, España. Ha cuestionado el cargo de “primera dama”, cree que ese rol debe de ser reestructurado, dijo en una entrevista que hiciera don Francisco “que ella no era primera, ni dama, que era bueno acabar con esos conceptos tan tradicionales”. Ojalá no se quede en las promesas que aquí hacen las jóvenes en campaña de que aceptarán, no aceptarán, etc. para luego hacer todo lo anterior.
  • Un gabinete sumamente joven, la mayoría con sus tatuajes, aunque con personas de experiencia también.
  • Una nieta de Allende como ministra de defensa.
  • Dos ministros abiertamente homosexuales y con parejas: el de Educación y la de Deportes.
  • El vestuario de hombres y mujeres en el Congreso -no parecía un velorio todos de negro- era un carnaval de alegría por los colores.
  • El vestuario de la ¿“primera dama”?. En la toma de posesión, unos pantalones a media pierna de color verde olivo y en la oración ecuménica un pantalón enterizo azul marino.
  • En esa oración ecuménica en la catedral estaban católicos, protestantes, musulmanes, judíos, adventistas, ortodoxos, etc.
  • El presidente electo tuvo un desayuno con los pueblos originarios, que son muchos y que han estado en conflicto con el gobierno.
  • La directora del protocolo, una diplomática de carrera, de Rapa Nui o Isla de Pascua, ataviada con un traje típico de su tierra.
  • El presidente y su gabinete sin corbata, aunque hubo excepciones.
  • Parece que la pandemia está en sus buenas allá porque todo el mundo tenía mascarilla en todas las actividades, incluyendo el Congreso.
  • Boric, el nuevo presidente, escogió para vivir dos casonas en un barrio patrimonial, Yungay, en Santiago Centro, que viene a ser como la zona colonial de nuestra ciudad, en donde se han respetado las construcciones y no se permiten edificios altos. No quiso ir a vivir a la parte oriente como los presidentes anteriores.
  • Pero sobre todo, lo que más me ha impactado ha sido que no hay cacicazgos, que los puestos no son por ser hijo, hija, esposa o ex de…
  • Los liderazgos son reales, son cultivados y ganados. No heredados. Todos los jóvenes del gabinete tienen su trayectoria, no están bajo el amparo de nadie y tienen una amplia preparación académica. La más cercana a un familiar es la nieta de Allende con cincuenta años, pero con una trayectoria política.

Creo que el hecho de no nombrar dinastías es que al ser un país tan grande, con muchos habitantes, (19,458,000), tiene un gran número de personas muy preparadas en donde pueden escoger, por lo que no tienen que nombrar a familias completas en el gabinete.