“Algunos gallos creen que el sol sale por ellos” – Teodoro Fontane.

La resiliencia de la economía rusa ante las sanciones impuestas por los Estados Unidos y sus aliados puede considerarse de excepcionalmente buena. Las expectativas sobre su efectividad en el descalabro del comercio interno, la producción industrial, el comercio exterior y el complejo militar ruso pueden considerarse fallidas a juzgar por los resultados. Así, se espera que el crecimiento este año sea positivo, del orden de 0.3%, al mismo tiempo que el año pasado el síncope económico esperado no tuvo lugar (una reducción de apenas de 2.2%, ver tabla).

El hundimiento de la economía y finanzas rusas es un mito. Contra toda apuesta, Rusia volvió a colocarse entre las 10 principales economías a nivel global a finales del 2022, por primera vez en ocho años. De acuerdo con el Banco Mundial y los servicios económicos rusos, en 2022 Rusia produjo bienes y servicios por valor de 2.3 billones de dólares, lo que la situó en el octavo lugar del mundo en este indicador.

La andanada de sanciones occidentales hace que Rusia revalorice sus enormes fuerzas y recursos internos, sus oportunidades de negocios más allá de los grandes compradores del mundo, reestructure de manera radical su economía e industria militar, y recurra a la unidad nacional de una manera solo vista durante la segunda guerra mundial. Como afirman hoy algunos analistas: Occidente despierta peligrosamente a un gigante dormido en un mundo que se reconfigura objetivamente de una manera radicalmente distinta a como lo desean o planean las potencias neocoloniales.

A mismo tiempo que la alianza contra la potencia euroasiática pone en evidencia la unidad de Occidente, especialmente del eje Estados Unidos-Alemania-Inglaterra-Canadá, también es cierto que termina agrandado las grietas entre ellas y el resto del mundo.

Estas fisuras expresan desconfianza y distanciamiento, intensificación del comercio con Rusia y crecientes dudas sobre los supuestos beneficios de un modelo de gobernanza mundial que resulta altamente beneficioso para unos pocos. Es el telón de fondo que explica el incremento récord de los ingresos del sector ruso de petróleo y gas.

Así lo expresó claramente Josep Borrell (español), alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad: la unidad transatlántica y del G7 se acompaña de una mayor división política de lo que él llama el “mundo emergente”. Nosotros agregaríamos que esta división política es el caldo de cultivo para el blanqueo de los productos energéticos rusos.

 

 

Pasando por alto que no se puede hablar de una unidad monolítica del frente de las potencias occidentales -Hungría y Turquía son buenos ejemplos-, el señor Borrell no dejó de recurrir a la cháchara sobre la defensa de los principios del Estado de derecho internacional, libertad y democracia, atacados por las potencias revisionistas. ¿Dónde se encondieron las normas y la Carta de las Naciones Unidas durante las guerras salvajemente destructivas e innecesarias en Afganistán, Irak, Siria, Libia y Los Balcanes?

Estados Unidos, Canadá y la UE realmente están más unidos que nunca, pero al mismo tiempo marcan distancia con la mayoría de las naciones del mundo que desean un orden internacional más justo y una pausa razonable del conflicto Rusia-Ucrania, lo cual en definitiva no conviene a las corporaciones militares de esos países.

Ciertamente, Rusia aparece ahora como una “potencia revisionista” porque, ¿cómo no revisar a fondo los cimientos de un orden que solo responde unilateralmente a los intereses de unas pocas potencias neocoloniales y que basan su política exterior en mentiras, fabulaciones, groseras intromisiones en los asuntos internos, retorcimientos de los hechos, desprecio por los acuerdos mutuamente beneficiosos y apoyo a regímenes criminales como el de Ucrania? Ese orden occidental es esencialmente antidemocrático y antihumano, y encierra de hecho un enorme potencial destructivo del efectivo ejercicio de las libertades ciudadanas.

Con el foco puesto en Ucrania y los colosales beneficios que el conflicto genera para sus corporaciones militares, descuidan sus problemas internos, así como los que atañen a las relaciones multilaterales. Sin ánimo de exagerar, puede afirmarse que Occidente enfrenta problemas económicos y financieros tan severos como los que pretende artificialmente crear para Rusia.

Al mismo tiempo que las autoridades rusas torean con alta eficiencia las sanciones y restan eficacia a sus esperados efectos demoledores, la economía global, de acuerdo con la ortodoxia del FMI, se podría enfrentar a un "brusco aterrizaje" el próximo año si la inflación permanece alta y las tasas de interés -en consecuencia- siguen incrementándose (lo que afectaría sensiblemente al sector financiero, como ya se ha constatado).

Los riesgos para las perspectivas están muy inclinados a la baja, y las probabilidades de que se produzca un brusco aterrizaje han aumentado considerablemente"señalan. Pierre-Olivier Gourinchas, su economista jefe, comentó a Financial Times que “…bajo la superficie… se están acumulando turbulencias, y la situación es bastante frágil”.

Los bancos están cayendo en el abismo de la crisis de liquidez cuya leña seca son los ajustes de los tipos de interés. Se tiene previsto que las alzas en esta variable macroeconómica conduzcan inevitablemente a una recesión-ya en marcha-, lo cual impactaría inevitablemente las expectativas de solvencia.

La crisis bancaria a gran escala está a la puerta, con todas sus funestas consecuencias. Por otro lado, en el mundo comienza a estructurarse gradualmente una nueva canasta de monedas. En ella, las transacciones internacionales no estarían controladas por el dólar (hasta hace poco más del 90% del comercio mundial), sino que habría presencia creciente de monedas emergentes.

En una economía mundial interconectada e interdependiente, con un alto y creciente grado de disidencia respecto a los dictados occidentales, las sanciones antirrusas terminarán haciendo emerger otra Unión Soviética, ahora personificada por Rusia, China y el número creciente de socios en el mundo.