Con motivo de la pandemia, a mucha gente se les ha ocurrido un montón de teorías. Con cierto nivel de exactitud, leemos aquellas noticias que nos hablan sobre lo que ocurre en la realidad contemporánea. Puedes sintonizar estaciones de radio que te dicen algunas noticias sin necesidad de cobrarte un centavo. Hoy tienes un instrumento potente en la web para descubrir un montón de noticias. Por ejemplo, quieres saber qué hace por las noches tu estrella favorita. Quieres saber qué come, si hizo su rutina de ejercicios, qué le dijo a su esposo, cuál es el plato que intenta cocinar para todos. Nos hemos convertido en espías de minucias.

Como hubiera dicho Nicholas Carr, citado por Vargas Llosa hace algunos años, no sabemos lo que el Internet nos hace. Por lo pronto, estamos hiperinformados y tenemos que vérnosla con un montón de teorías, esparcidas por las redes sociales. Otros sienten desde ya –por algún efecto–, que la pandemia es un enigma, que hay que descifrar mucho sobre ella, que no se nos dijo todo. Cada ciudadano tiene una historia con la pandemia: la población tuvo que ir a los centros a vacunarse, de modo que historias sobran. Ahora no queremos saber los números a diario.

Las fotos que nos tomamos son con un nuevo artilugio: las mascarillas. No mostramos nuestra boca o nuestras narices. Somos muy chistosos cuando nos tomamos estas fotografías que, a diferencia de las antiguas Kodak, caducarán hasta el momento en que decidamos borrarlas: no todos las pasan a las computadoras y con un clic esos recuerdos se esfuman como agua en el agua.

Entre otros, algunos detalles son tomados en cuenta para hacer el análisis: vivimos en la época del Djokovic antivacuna, en el tiempo de la Greta activista, en los años del Musk inventor. Queremos ir a Marte y muchos se asombran y creen que se llegará, no obstante el mismo Musk nos dice que para ello hay que dejar caer dos bombas nucleares en los polos (se intentaría aclimatar el planeta). Otros científicos y escritores (vamos), nos dicen sus versiones. Se nos dice que todo ha sido una invención macabra de alguien. Algunos dicen que esto no inició en Wuhan. ¿Es esto investigado por instituciones oficiales? ¿Cuáles son las noticias sobre ello?

Desde muchos lugares, la gente se cree que es un chiste esto de saber todo, a ley de un clic. Sin embargo, otros hablan de sociedad distópica, un concepto también ultramoderno. Hay que preguntarse por la política y cómo las redes sociales –y el efecto de impacto–, ha terminado por convertirla en un montón de “frases-efectos” que buscan cazar los titulares. Queremos solucionar el problema de Ucrania con un tuit. En un desfile, sabemos que Putin camina de esa manera (sin mover el brazo derecho), porque estuvo en el mundo militar. Esa manera de caminar permite sacar el arma.

Las noticias dan cuenta de la petición de Biden a que los norteamericanos salgan del país lo antes posible. Una guerra no es lo que más se desea y el conflicto nos mantiene agazapados. Comienzan las especulaciones. Hace tres días, le pregunté a un exmilitar si estaba confiado en el manejo del problema y su respuesta fue que no. Sería dable entender que las potencias sepan tomar en cuenta toda la historia de guerra que hemos tenido durante siglos. El Papa Francisco apela a la conciencia de los líderes mundiales para evitar un conflicto armado.

Las interpretaciones que se han hecho sobre la posibilidad de una guerra atiborran las redes. Putin se muestra ambicioso: no quiere que Ucrania forme parte de la OTAN. Las fuerzas militares desplegadas en la frontera hacen pensar en tiempos macabros. Como se sabe, Ucrania está en un conflicto desde hace años. Es familiar el nombre de Sebastopol, Crimea –desde donde se accede al Mar Negro–, y los analistas nos dan las luces para entender un proceso en el que no deberá meterse la humanidad. Se busca que no sea una autoprofecía cumplida y es cierto que en las próximas semanas, mucho estará decidido. Son 100,000 hombres apostados en la frontera, algo que nos parece muy peligroso.

En estos años, los medios tienen un compromiso cada vez mayor con la sociedad, con este mundo que nos parece sacado de un artículo de Julio Verne. En su texto, un periodista iba al futuro e intentaba dar crónica de lo que allí veía. Créanme que tenemos fenómenos hiperinteresantes como el caso de los viajeros del tiempo que ahora usan a Tik Tok para demostrarnos, entre otras profecías, que Kamala Harris ganará las próximas elecciones norteamericanas. No importa que se esfumen esas predicciones: allí están con un mundo de gente que las consume. Los datos (las cifras) sobre la publicidad que han ganado algunas redes sociales son astronómicas. Melinda se fue de algunas empresas de Bill. No sabemos qué hará ahora.

En todas partes del mundo, la gente pregunta y muchos se creen hábiles para dar respuestas. Esas preguntan son sencillas y con unos minutos pueden ser resueltas. Entre otros empresarios, me mencionan a David Rockefeller y otros mencionan al BRICS, como si se tratara de un juego terminológico, gajes del oficio. No toda la información que está en la red es verdadera, créalo. El fenómeno de las fakes news se esparce por todo el mundo. ¿Es esta realidad rápida o lenta?, preguntaría un filósofo.

Entre otros asuntos importantes, surge el interés de saber cómo le irá Greta en estos días. Los destapes están a mano: hace años que la líder tiene un discurso que amarían otros políticos (¿es Greta una política?). La gente no sale de su asombro con algunas ofertas. Alguien me dirá: di nombres. Juégatela. Todos somos partícipes de un “gran juego”, para decirlo en palabras de Rudyard Kipling.