Algunos políticos latinoamericanos actúan de manera “cantinflesca”. El calificativo se refiere al célebre Cantinflas, el cómico mexicano que protagonizó a personajes políticos en películas tales como “Su Excelencia” y “El Diputado”. Ese no es el caso, sin embargo, de nuestro actual presidente Abinader. Sus rasgos de personalidad lo definen como un ser humano de sana y sencilla humanidad. El sorpresivo beso de su esposa Raquel en un reciente acto de proselitismo político así lo confirma.

No sería exagerado clasificar a Luis Abinader como un político “fuera de serie”. A juzgar por sus actuaciones en sus años de gobierno, en su comportamiento confluyen unos rasgos que lo hacen diferente a las demás figuras políticas de nuestro actual firmamento partidario. Pocos lo percibirían como un “caudillo” político, al estilo de Balaguer, Bosch o Peña Gómez. Los caudillos tienden a demandar lealtad ciega y actuar con cierto grado de totalitarismo. En la historia de Latinoamérica, “el caudillismo es producto de la inestabilidad institucional y la inmadurez política que siguió a las independencias de los nuevos Estados americanos soberanos.”

Lo que mejor describiría a Luis Abinader sería el calificativo de “político moderno”, y no porque ese patronímico provenga de su partido. Sería “moderno” porque trasluce los rasgos de la modernidad, entendida esta como la edad “que pertenece al presente, al tiempo actual”. Y el tiempo actual es uno en que el mundo es ya multipolar y donde la tecnología de las telecomunicaciones revoluciona las relaciones sociales y políticas. Es también un mundo donde se debaten la hegemonía política el autoritarismo y la democracia. En juego esta la libertad individual y, en el caso de la democracia, el sistema de partidos y de votaciones electorales.

Que Abinader es un gobernante moderno puede inferirse del espectro de las decisiones y actuaciones protagonizadas durante su campaña electoral y durante los tres años de gobierno. De ahí pueden derivarse los grandes rasgos de su personalidad, la cual sería responsable de su moderna “gerencia política”. Para definir esos “grandes rasgos” pueden emplearse muchos esquemas analíticos y cualquiera que se escoja puede generar controversia. Pero sin intentarlo nos quedamos cojos.

Aquí conviene usar el modelo de “Los Cinco Grandes” rasgos propuesto por los psicólogos Lewis Goldberg y Warren Norman en la década de 1960. “El modelo se basa en la idea de que existen cinco dimensiones básicas de la personalidad que describen las diferencias individuales en la forma en que las personas piensan, sienten y se comportan.” De acuerdo con estos científicos sociales “los Cinco Grandes rasgos son la apertura a la experiencia, la conciencia, la extraversión, la amabilidad y el neuroticismo. Cada uno de estos factores se compone de varias subcaracterísticas, que juntas forman un perfil de la personalidad único.” Para intentar definir el perfil de político moderno recurrimos a continuación a citar breves definiciones de los cinco grandes rasgos y a resaltar las actuaciones abinaderistas que le corresponden.

“1. Apertura a la experiencia: Este factor se refiere a la apertura a nuevas ideas, la creatividad y la imaginación. Las personas que puntúan alto en apertura a la experiencia suelen ser curiosas, interesadas en aprender y dispuestas a probar cosas nuevas. Por otro lado, las personas que puntúan bajo en apertura a la experiencia prefieren la estabilidad y la familiaridad.”

Abinader dio la primera señal de “apertura a nuevas ideas” cuando acudió a su inauguración en un vehículo Tesla, pero el uso personal de los correos electrónicos y el Whatssap para comunicarse con allegados y amigos lo complementa y confirma.

“2. Conciencia: Este factor se refiere a la responsabilidad y la organización. Las personas que puntúan alto en conciencia suelen ser confiables, cumplen con sus compromisos y son ordenadas. Por otro lado, las personas que puntúan bajo en conciencia pueden ser descuidadas y poco confiables.”

Abinader cumplió con su más importante compromiso de campana cuando nombro un Ministerio Publico independiente. Ha tambien cumplido con la socialdemocracia de su partido aumentando significativamente la protección social. Las largas jornadas de trabajo a que se somete, las cuales se han cobrado un rápido envejecimiento, manifiestan cuan en serio se toma sus responsabilidades.

“3. Extraversión: Este factor se refiere a la sociabilidad y la energía. Las personas que puntúan alto en extraversión suelen ser extrovertidas, amigables y disfrutan estar en compañía de otras personas. Por otro lado, las personas que puntúan bajo en extraversión pueden ser tímidas y prefieren estar solas.”

La estrategia de Abinader de apersonarse incesantemente a cuantas inauguraciones y eventos ocurren supera por mucho las practicas de sus antecesores. Con ello da una señal de extroversión y de disfrutar “estar en compañía de otras personas”. Su informal vestimenta, la cual reserva el saco y la corbata para pocas ocasiones, lo acercan mas al ciudadano de pie. Pero sus frecuentes sonrisas, algo que escasea en los políticos, ganan fácilmente el partido de la sana espontaneidad.

“4. Amabilidad: Este factor se refiere a la empatía y la cooperación. Las personas que puntúan alto en amabilidad suelen ser amables, compasivas y cooperativas. Por otro lado, las personas que puntúan bajo en amabilidad pueden ser menos empáticas y más competitivas.”

La solidaridad de Abinader con las víctimas de desastres naturales se manifiesta no tanto con las obras de rescate y recuperación como por su presencia en los preparativos del COE y de otras instancias antes de que se presenten los fenómenos. Sus abrazos públicos a algunas víctimas y parientes de personajes fallecidos lucen muy sinceros.

“5. Neuroticismo: Este factor se refiere a la estabilidad emocional. Las personas que puntúan alto en neuroticismo pueden ser emocionalmente inestables, preocuparse mucho y experimentar ansiedad o tristeza con facilidad. Por otro lado, las personas que puntúan bajo en neuroticismo suelen ser más estables emocionalmente.”

En tres anos de gobierno Abinader no ha cometido ningun exabrupto ni ha perdido su paciencia. Sus pronunciamiento siempre están revestidos de ecuanimidad, aun cuando la situación afrontada exaspere. Cuando mejor se manifiesta esa ecuanimidad es frente a urticantes preguntas de la prensa y en su sana relación con su propia familia. El hombre no manifiesta trazos de megalomanía, pero su actuación responsable contra el narcotráfico y ante peticiones de extradición perfilan un coraje ejemplar.

Obviamente, sus rasgos de personalidad no necesariamente encubren aspectos negativos de su obra de gobierno (que los hay). Pero lo que si proyectan es una personalidad que compagina con las exigencias de una gerencia política moderna. El beso improvisado de su esposa es tal vez el hito de su presidencia de su mayor trascendencia y pulcritud ciudadana. Nunca en la historia nuestra se había visto a un presidente besarse con su esposa y activa adalid de los desamparados. En el futuro tendrá que hablarse del “beso de Raquel” que del “bolero de Raquel” para superar la expresión de ternura de un candidato.

El político Abinader no tiene nada de “cantinflesco”. Se puede alegar que homologó a Cantinflas porque este “pretendía dejar ejemplos sanos de vida, a partir de la crítica a los poderosos mezquinos y la defensa de la clase proletaria”. Pero Abinader no ha equivocado el rumbo y se toma tan en serio sus responsabilidades que sus ejecutorias no tienen nada de comedia ni de divertimento. Él es un político moderno, ajustado al tiempo actual y los líderes de la oposición tendrán que refinar su estilo para superarlo.