Juan Antonio Cruz Triffolio, amigo y compañero de aula en la escuela de Sociología de la UASD, ha publicado un artículo cuyo tema central es el el batey, su premisa es que el batey, visto como ‘unidad socio-territorial’ / ‘submundo’ es descrito por Ramón Marrero Aristy, en su novela Over, en un ‘autentico retrato’. Triffolio escribe ‘con el único propósito de (…) delinear lo que realmente ha sido y continúa siendo un Batey en la República Dominicana y cual es el modo de subsistencia que allí prevalece, no importa esté habitado por braceros nacionales o haitianos’. Triffolio tiene razón el batey es una ‘unidad socio-territorial / un ‘submundo’. Ciertamente Marrero Aristy, en su novela Over, hace un ‘autentico retrato sociológico’ del batey. Escribo este artículo ‘con el único propósito’ de mostrar ese retrato sociológico de manera que pueda servir de continuidad y aporte al artículo de Cruz Triffolio.

Desde su posición de bodeguero Marrero realiza una extraordinaria labor de observación socio-antropológica obteniendo un profundo conocimiento del ‘mundo de la finca’, dice que por su mente pasaba ‘como una cinta cinematográfica’ lo que de ella conocía sobre la estructura burocrática: ‘Veo al administrador en una especie de alcázar que le sirve de residencia, rosado, saludable, rodeado de unos veinticincos sirvientes’, mirando abstraídemente el mar. Quizás piensa que no puede conducir a la vez sus cinco automóviles que su sueldo mensual necesita cuatro cifras para escribirse en dólares. Luego, como una procesión, van desfilando los subalternos: el subadministrador, hombre activísimo, cuya rigidez sólo puede ser comparada con la del hierro. Tambien su sueldo mensual necesita cuatro cifras. Siguen los jefes departamentales, que son algo así como los secretarios de estado de esta república que es el central. Se denominan superintendentes, y los hay de tráfico (encargado de los trenes), de construcción, de cultivo, de crianza. Existe el auditor, que maneja las finanzas y todas las oficinas, y finalmente, el enorme manager de lo que ellos llaman Stores Departament. Sus sueldos oscilan entre los ochocientos y seiscientos dólares al mes’.

Supo que en el país ‘la gran compañía’ / el central es una suerte de república independiente que es sus propias tiene leyes y reglamentos que parecen ‘salido del Poder Ejecutivo en forma de decreto, o hubiera sido elaborado en el Congreso nacional y convertido en ley’. Prerequitos estructurales de la industria azucarrera son un inmenso latifundio, abundante fuerza de trabajo agrícola / ‘peones’ para la zafra y, hasta hoy día, la sobrexplotación de ese enorme contingente de fuerza de trabajo, todos elementos característicos e inevitables de esta industria.

¿Qué es el batey? Es el espacio / ‘comunidad social y territorial’, dentro de los terrenos del central azucarero, usado para el asentamiento de los distintos grupos humanos que interviene en esta industria capitalista, de modo que la población del central / ‘la gente de la finca’ termina formando estratos sociales, cada grupo social vivirá en espacios separados dando lugar a la formación de dos tipos de bateyes: El Batey Central y El Batey de Campo. En el batey conviven comunidades multiétnicas / multiculturales, multilingüísticas, multireligiosas y con altos niveles de segregación social, étnica y racial, provocando que en el batey se definan dos realidades étnica y socialmente diferentes y contrapuestas.

El batey centeral: ¿Qué sujetos / estratos sociales y cómo viven en el batey central? Aquí vive la burocracia administrativa: ‘el blanco’: los gringos capitalistas, alemanes, boricuas y ‘los empleadillos’ son ‘extranjeros que ocupan las mejores residencias destinadas a empleados en las avenidas del batey central’. El gringo blanco desciende de un esclavista y ‘cuya vida holgada jamás sufre cambios, al contempala las recién llegadas manadas negras, experimenta el placer que un día embargó el alma de su abuelo, mientras flagelaba las espaldas del africano que compró en un mercado’.

Los blancos son descritos como seres repugnantes, son ‘tan cínicos’, a pesar de que tienen ‘apariencia de personas serias, metódicas, invulnerables’. Dos personajes de la novela representan a los blancos: Mr. Robinson, ‘el yanqui’ / ‘el americano’ / ‘el gran norteño boca de batracio’, obeso / ‘el ventrudo rubio’ que parece ‘una especie de fardo blanco’ es el ‘jefe’ de ‘la gran tienda’ y que ‘mucho se parece a una persona’. ‘Mr. Panza’, su mote, rubio de ‘ojos tan azules’ como buen desciendiente de esclavistas es un racista y un ‘buen hijo de una gran democracia’ que ‘siente un desprecio olímpico por este país y sus gentes’, por eso es ‘hombre de pocas palabras, de pocas relaciones’ que tenía la ‘costumbre de no mirar ni saludar a quien no pertenezca a su raza, costumbre que practica hasta el extremo de que empleados que llevan diez años en la oficina, a su lado, no le han oído decir buenos días’: ‘Es la costumbre de la gente superior que vive sobre nosotros aquí’.

Para los trabajadores del central Mr. Panza es ‘Nuetro dictador’, que en su país ‘no era más que un carnicero’, pero que  ‘cuando su mujer hizo amistad con uno de los magnates accionistas y dirigentes de esta compañía’ fue convertido en un funcionario ‘atado’ a la compañía ‘por cuerdas muy sólidas’. Este blanco es el principal ladrón del central, recibe ‘ciertas comisiones (…) de las casas a las cuales favorece con los grandes pedidos del departamento (…) También se asegura (…) que más de las tres cuartas partes del Over -y quizás todo- que arrojan las bodegas del campo, la tienda principal y el almacén, se las traga ese enorme señor’.

Como un rey: ‘Vive en uno de los confortables chalets que han sido fabricados por el central para los blancos, bebe su Whusky, juega golf, lee revistas americanas, soluciona crucigramas (…) oye la radio. Su vientre crece, su cuenta bancaria crece, y el futuro le sonríe allá en Florida, en forma de alguna quinta, cuando una buena suma esté colocada en acciones y se pueda terminar tranquilamente’. ¡Blanco del diablo!

El otro blanco es Mr. Baumer: el alemán / el blanco teutón / el ‘colorado teutón’ / ‘colorao como un tomate maduro (…) No sé porque su cara me recuerda la de un satiro’, que al caminar ‘hacia sonar sus randes botas’, ‘parece de acero’. Es el supervisor que tiene omnímoda autoridad sobre el bodeguero, cuando termina de ordenarle se retira ‘taconeando marcialmente tal como corresponde a un buen alemán’. Este hombre que en su país no fue nadie y que llegó al mío como peón de una factoría’ se ha convertido en un señor y vive ‘borracho de importancia’, tanto que ‘se le puede tomar como la figura simbólica del poder’. Mr. Baumer es el supervisor de los bodegueros, en esta compañía que ‘nunca necesita a ninguna persona’ su poder es tan apabullante que en un encuentro el bodeguero termina por descubrir que frente al alemán es una sombra, es menos que la nada: ‘Soy un bodeguero / Soy un cero’.

En el Batey Central las condiciones materiales de vida son envidiables, aquí viven ‘los empleadillos’, ‘extranjeros que ocupan las mejores residencias destinadas a empleados en las avenidas del batey central’: ‘las viviendas de ensueño del central. Allí mora gran número de empleados que ante mí se presentan como los seres más felices de la tierra. Tienen esposa, hijitos. Son jóvenes en su mayoría; viven en esas casitas, todas pintadas del mismo color, con sus jardinillos en frente, llenos de flores, de vida. ¡Y con su pan tan a la mano! Rinden sus tareas en los diversos departamentos de la compañía, y cuando terminan sus jornadas, vienen a sus casas, besan a sus jóvenes esposas, acarician a sus niños, toman el baño, y luego ponen la radio a tocar y leen un periódico, un libro… ¡Eso es vivir feliz y humildemente!’.

La otra cara social del central azucarero es el batey de campo: ¿Qué sujetos / estratos sociales y cómo viven en el batey de campo? Aristy nos hace una excelente descripción del batey de campo en la que presenta los sujetos de la estratificación étnica y social y las condiciones materiales de vida de estos. En el batey de campo conviven dos estratos de trabajadores: extranjeros y nativos. El primer estrato es el picador de caña (‘manadas negras’ / ‘el peon astroso’ / ‘ignorante peón’), haitianos y cocolos que tienen ínfulas de superioridad: ‘chapuseando inglés parecen significarse superiores’.

El gran número de los peones son los negros haitianos: ‘el haitianaje’ / ‘lo congose’: ¡Jesú! ¡que pete tiene esa gente! Entre esos ¡Solo hay miseria! Hambre y miseria definen la situación material del superexplotado peón del central que tiene que esperar el vale hasta dos días ‘para comprar su primera comida’: ‘Es la hora de la canícula (…) Los haitianos, sentados en los troncos que servirán de combustible a la bomba, mastican su hambre, como bueyes que se echaran tranquilamente a rumiar’. (Canícula: Período del año en que es más fuerte el calor).

En el peonaje también hay dominicanos, llamados ‘los nativos’: ‘De toda la gente de la finca ninguna tan interesante como los nativos’, los nativos (‘unos trajeron bártulos, mujeres’) realizan varios trabajos: ‘harán de’ policía del central, capataz, carretero, vagonero, contratista, colono, ajustero, bodegueros y peones: 1) el policía del central (Cleto con su mujer), el mayordomo (viejo Dionisio con su mujer e hijo). 2) ‘El capataz y el carretero, que año tras año vienen con la misma ilusión, generalmente sueñan con la mesa de juego, con el ron y las mujeres’. 3) ‘El contratista, el colono y el ajustero han visto sonreír a su acreedor, a quien le tomaron a préstamo buenas sumas al veinte y al treinta por ciento mensual’. 4) Entre los nativos hay pocos peones: ‘unos pocos, muy pocos dominicanos, que cortarán la caña entre cocolos y haitianos’, se trata de pequeños propietarios rurales / campesinos ‘que antiguamente fueron dueños de terrenos, que quedaron como braceros, después de haber sido despojados de sus pequeños fundos’. La mayoría de ellos / ‘Los más’ se integraron a la finca tempranamente ‘allá por los años en que se abría la finca’. Los peones (extranjeros y nativos) forman ‘una turba harapienta, maloliente, semidesnudos, cubiertos en parte por sus eternos harapos, con un hambre que no se le aparta jamás’ que caminan hacia el corte ‘como una procesión de seres sin alma’. 5) Por último, entre los nativos está el bodeguero de los bateyes de campo, un empleado de la esfera comercial que atienda una tienda / bodega. Marrero Aristy trabajó como bodeguero / ‘este puerco trabajo’ en un pequeño y retirado ‘batey sin nombre’ del Central Romana, en donde mató el hambre, ese bodeguero intelectual fue presa del hastío porque allí ‘no vive persona alguna con quien pueda hablar de las cosas que piensa’; no obstante, se trataba de un buen empleo: ‘el bodeguero de un batey es el personaje más importante en toda la jurisdicción porque es el único que tiene mucha comida’, tiene un buen salario de ‘ocho pesos semanales’, además el bodeguero recibe su tajada del Over, personalmente se encarga de arreglar la balanza / el peso para así robarle el over al peón, lo robado se lo distribuyen el manager de la gran bodega (Mr. Robinson) y el bodeguero, por eso siempre ‘espera que las ventas sean mayores, y piensa en el over que ahora será suficiente para él y para el departamento, que se toma un empeño feroz en que cada día la suma sea mayor’.

Daniel Comprés, personaje bodeguero que en la novela representa al mismo Marrero Aristy, confiesa el robo / el Over que gana ‘a costa de los peones’: ‘hoy (…) pongo todos mis sentidos en el trabajo, para sacar el mayor beneficio, oigo pedidos entres idiomas, sumo partidas de números que voy anotando al respaldo de los vales; robo onzas con rapidez asombrosa, aplaco protestas, principalmente de cocolos que conocen el peso, envío requiebros a las pobres mujeres, elogio a los haitianos que sonríen halagados, y a todos les llevo el cinco, el ocho y el diez por ciento, más algunos centavos que les enredo en las cuentas’.

Para finalizar, una acotación al margen, en Over aparecen el Gobierno, es decir, la dictadura de Trujillo, acusado de indeferencia ante lo que ocurría en la gran compañía azucarera propiedad de capitalistas norteamericanos, la alta sociedad local, las prostitutas y ‘el mal de la finca’. La alta sociedad local-pueblerina-regional los señores del pueblo (La Romana, San Pedro de Macorís e Higuey) que ‘son personas civilizadas’, que ‘satisfacen sus contribuciones al gobierno’ y que en el el central ocupan todos los empleos ‘cuyo sueldo pase de los cien dólares al mes’, también aparece retratada en el personaje ‘Mr. Lilo’: ‘es uno de los principales personajes de nuestra alta sociedad local, lo mismo que todo el que tenga un empleo cuyo sueldo pase de cien dólares al mes’ / ‘un mister latinoamericano’, un ‘hombre activísimo, cuya rigidez sólo puede ser comparada con la del hierro’, es el subadministrador / segundo del manager ‘un cargo muy pocas veces desempeñados en estos centrales por un latinoamericano’, ese cargo de ‘fue creado para él’.

Mr. Lilo llegó a la compañía ‘con la americana rota’, ‘sabía inglés y contabilidad, halló trabajo en la oficina del maneger, fue su escribiente, y luego su secretario, y finalmente, el cargo de asistente fue creado para él’ gracias a que descubrió las sucias operaciones de Mr. Panza: ‘tiene pisado a su jefe’, los dos ‘se cubren’. Mr. Lilo, sujeto ‘bien parecido y sin escrúpulos y dueño de una buena salud’, tiene poder ‘y le saca todo el jugo posible a su posición’, ‘ha hido colocando a bodegueros a quienes protege enviándoles a las mejores bodegas para luego desollarles tomándoles a préstamo sumas que jamás les devuelve’ y como ‘gusta de la mujeres y de la parranda’ ‘se hace dar fiestas aquí y allá’, sus protegidos están ‘muy satisfechos de ver a sus hembra bailar con él’ y ‘encantados, orgullosos (…) envían a las hembras de sus familias al pueblo con él’.

En el mundo del batey de campo donde reinan la miseria, las enfermedades, el ron y ‘las casitas se derriengan flageladas por el sol’, no obstante;  hay que hacer su ‘jaranita’ / ‘darle al cuerpo’, para eso están las prostitutas: ‘Mujeres cuyos trajes de ceda artificial resplandecen a la luz de las jumiadoras, han llegado del pueblo no ha mucho. Son traficantes de amor que recorren la finca acompañadas por chulos jugadores de oficio, tras los pagos quincenales, y se detienen dondequiera que haya música, frituras y ron’. Dos bodegueros amigos (Daniel y Eduardo) se fueron a una fiesta / bachata de batey, allí el grupo humano es ‘oliente a sudor y a esencias baratas’, hay ron, se toca ‘música montuna’ / merengue de acordeón, guiro, guitarra y tambora, ‘se baila con frenesí’ y se tienen relaciones sexuales con las prostitutas en ‘las piezas de caña, o simplemente se internan en un barracon pestilente’; así: ´La mujer completa lo que comenzó el ron’. De madrugada, borracho, Daniel regresa a su bodega y en términos desgarradores expresa su tragedia: ¡Que hastío! La angustia que olvidé en la fiesta, nuevamente se me anuda en el pecho. La bodega, indudablemente, da vueltas. Su olor a provisiones repugna, ¡Todo es una pestilencia! Parece que al techo le nacen ojos que me miran airados y garras que viene a herirme … Es como una pesadilla. Echado en la cama no puedo moverme. ¡La bodega se me cae encima!

Ese ‘retrato autentico’ de la industria azucarera fue redondeado por Marrero con una insuperable anotación en la que describe un asombroso fenómeno psicosocial que él denomina ‘el mal de la finca’, es un ‘maleficio’, una ‘fuerza oculta’, la finca ‘fascina’ / ‘tiene una fuerza de abismo’ que después que los trabajadores ‘beben su virus’ se los ‘traga’. El ingenio tiene dos tiempos: la zafra (‘Haiana tá moliendo’) y ‘lo sei mese de tiempo muerto en que el picador de chepa trabaja’, en ese tiempo muerto la gran compañía contrata ‘propagandistas encargados de reclutar hombres’, peones, en Haití, las islas inglesas y el país, ocurre que todos los sujetos de la estratificación étnica y social de la finca esperan anciosos el regreso a la zafra, ‘la reciben con agrado’ / ‘llenos de alegría’: ‘Todos ven la zafra como un espejismo’, este ‘espejismo’ arropa a todos: ‘Desde el peon astroso hasta el colono, y el blanco que pasea los carriles en modernos automóviles o en finos potros de raza’. En los peones la zafra ‘enciende en miles de pechos la esperanza en tal forma, que aún aquellos que una vez vinieron y se gastaron en los campos de caña, si tuvieron amarguras, en seis meses de hambre y de vagancia (tiempo muerto) las olvidaron, y ellos mismos contribuyen a deslumbrar a los bisoños para que vengan a derretirse bajo el sol’. El picador se convierte en promotor para conseguir trabajadores, ‘sabe que ya podrá comerse cuanta caña quiera sin temerle a la cuerda del policía del central, y que además tendrá trabajo para ganar con que comprar , de tiempo en tiempo, un pantalón’: ‘El batey, como un niño hambriento, se olvida de todo’.

El peón nativo, expropiado y convertido en bracero, la mayoría contrajo el mal de la finca, cada zafra les trae una falsa esperanza ‘y soñando que hallarían las ganancias que un día les deslumbraron, se convirtieron en vagamundos trotadores de todos los carriles, en busca del vellocino’, cuando termina la molienda, ‘encorvados, rotos y hambrientos se marchan a los campos vecinos maldiciendo, renegando de la finca, en busca de algún dueño de conuco les albergue y sostenga, a cambio de su trabajo’: ‘Más, tan pronto llegan las brisas frías de diciembre (…) en sus mentes comienzan a surgir pretextos (…) Y un día, el sol los sorprende camino de un batey, dispuestos adejarse moler como caña si ello fuera preciso para volver a la finca que los fascina como una serpiente’.

Para realizar su inigualable ‘observación sociológica’ Marrero Aristy no necesitó formación académica en Sociología, por ese talento se le podría considerar como un sociólogo natural / empírico.