Dedicado al hostoniano, maestro, José Guerrero y a Don Bayuan hijo del maestro, el cual vivió en Baní y que yo conocí.

La empresa comercial del “descubrimiento” de América  priorizó la existencia del oro como necesidad y obsesión existencial en la isla de Santo Domingo, bautizada por los “conquistadores” como “La Española”, cuyo nombre original era Haití, se adentraron tierra adentro   porque las informaciones que tenían les decía que este metal se encontraba en el “Cibao”.  Y tenían razón.

Después del segundo viaje del Almirante que vinieron a “colonizar”, La Vega Vieja se convirtió en el centro, pero con excepción de la mina de oro de Cotúi, el oro encontrado en ríos y arroyos era de aluvión, el cual se agotó rápidamente con el saqueo atropellado de la ambición.

La caña de azúcar fu traída en esa expedición  colonizadora a La  Isabela y de ahí fue llevada a La Vega Vieja.  Aparecieron los primeros trapiches y se produjo para el consumo interno, lo cual no era rentable porque era difícil para la exportación debido a que  La Vega era una villa mediterránea y el mar estaba muy distante. Esta se trasladó al Sur, primero a Yaguate y luego a Nigua, donde se conformó la primera industria azucarera del Nuevo Mundo, en las cercanías de la ciudad colonial de Santo Domingo.

En el eje Haina-Nigua-Nizao, donde en este último contexto habían tres ingenios azucareros, que colindaban con los terrero de lo que luego fue la Villa de Baní.  Allí moraba un indígena nitaíno llamado Baní.  Se produjo un colapso  del azúcar en los precios del mercado internación en la comercialización en Europa.

La fundación de la villa de Baní fundada en marzo de 1764 por canarios que la convirtieron en Hatos ganaderos para su desarrollo económico, aunque estaban presentes residuos finales de la producción cañera, vigentes en el año de 1506 de acuerdo con el censo levantado por Osorio antes de las devastaciones.

En conglomerado de más de 500 personas, sobresalía una pequeña iglesia de tablas, techado de  cana,  dedicado a Nutra Sra. de  Regla,  como patrona protectora.  A pesar de que la palabra Baní significa “Abundancia de agua”, realmente era una llanura, aunque los poetas le digan valle, con escasez de este líquido dedicada a la cría de ganado  y de caballos que vendían a los haitianos.  Baní, era realmente un poblado pobre, con una agricultura de subsistencia, con una economía pastoril, con grandes sequías, con una producción cañera limitada, con trapiches que producían raspaduras, ron y alcohol.  En la lucha independentista fue destruida por fuego, pero con hombres y mujeres fuera de lo común, lograron sobrevivir y reconstruir el pueblo, en una vida romántica de solidaridad, para sobrevivir y avanzar.  Poetas, intelectuales, educadores, agricultores, etc., hicieron esto posible.

El 18 de marzo de un fuego implacable consumió 50 bohíos de cana del pueblo y desparece por sus efectos la capilla dedicada a su patrona, la Virgen de Regla por el fuego.  Cuatro meses después llegó como párroco el Padre José M. Meriño.  Un mes después, comenzó la tarea de construir una nueva iglesia, pero hora de mampostería y cal contando con la fe por la ausencia de recursos económicos.

Dos meses después, en septiembre d 1882, el maestro Eugenio María de Hostos llegó por vez primera a Baní. La comunidad, sin recursos económicos disponibles, decidieron entre todos construir su iglesia.  Hostos quedó impactado y  sorprendido cuando vio a jóvenes  en burros buscando agua, cal y víveres para cocinar, unas arepas con chocolate que ahuyentaban el hambre.  A niños, a mujeres y adultos, que venían del Cerro Gordo y al río a buscar piedras y tierra para llevarlas a la construcción.

Se organizaban convites con la participación d todo el  pueblo, con una entrega y una generosidad como nunca antes había visto en su vida.  Era un ejemplo de como todos daban su trabajo, se entregaban con satisfacción para construir la iglesia.  En los descansos, como en el almuerzo, escucha Chuines, poesía popular improvisada a capela, por vez primera.

El sociólogo que había en Hostos, busca respuesta a este acontecimiento: La de un pueblo  que se entrega, que se aferra a obtener una obra espiritual como era su iglesia.  El maestro positivista, seguidor de Augusto Comte, llegó a la conclusión que ese espíritu municipalita de Baní se debe al principio de familia.

“Baní, dijo es una familia “.  “Lo que tiene de encantador Baní es que todo él constituye una familia, que todo obedece al principio de familia, que en la familia es un principio, un verdadero, un visible, un palpable  principio de organización”.

Ese principio de familia es la base de la sociedad banileja, afirmó con respeto y reverencia Hostos, el sociólogo. Sin dudas esta es la base del “banilegismo”, porque todo es de todo, porque todo el mundo es parte de todo.

Para Hostos Baní, era un ejemplo de civismo en el país, es un modelo de participación colectiva, de participación comunitaria, por eso lleno de emoción exclamó: “¡Ojalá que llegue toda la República entera  a ser Baní!”.