Cómo pudiera ser superado este impresionante libro, qué le agregaríamos para que fuera mejor? Surge la pregunta de manera repetida: qué fue de la vida de sus autores? Es inevitable “guglear” el nombre de la firma para ver quién trabaja allí todavía, hacia donde han crecido sus tentáculos.

En el pasado siglo, vivían en Chicago –allí trabajaron y le dieron forma–, y entre otros asuntos no menos misteriosos, uno quiere saber si sus descendientes todavía están en la visitada “ciudad de los vientos”. Nos llega a la memoria Cey, Sandberg y Harry Carey que, con mucho entusiasmo, cantaba take me out to the ball game, buy me some peanuts, cada vez.

Cien años más tarde, uno se pregunta cómo la habrán pasado los que hicieron este superbo libro, un Atlas de la marca de firma Rand McNally (la versión que tengo es del año 1970, colocada números romanos MCMLXX). Justo mencionar a la casa editora con sede en Richmond, Kentucky, fundada en 1856. El Ceo actual es Joseph Roark. La historia cuenta que en 1859 Rand y McNally fueron contratados para manejar la imprenta del Chicago Tribune, pero su primer mapa sale en diciembre de 1872 y el Business Atlas salió en 1876, que todavía sale hoy con el nombre de Commercial Atlas & Marketing Guide.

Ríos, valles, montañas, cruces de caminos, trenes, líneas ferroviarias, autopistas, sembradíos, lagos, océanos, multitudes, edificios, eclipses, mareas, equinoccios, cartas celestes, gente de todos los colores, africanos, etíopes, caucásicos, mongoles y de toda índole.

Entre otros datos, me lucen interesantes las categorías de vegetación mundial: estepas, praderas, llanos, taiga, tundra, el Sahara, selva (ahí está la Amazonía), pampas, llanos. También bosques coníferos, bosques de hojas anchas y caducas principalmente perennes, bosques con matorrales, pastos y arboles esparcidos, llanuras herbosas, plantas desérticas, etc. Interesante las categorías de las religiones: católicos romanos, iglesia oriental (principalmente ortodoxa), protestantes, mormones; en el islamismo, mahometanos sunnitas, mahometanos chiitas. Judaísmo. Otras religiones: budismo del sur, lamaísmo, sintoísmo y budismo, confucionismo, taoísmo y budismo, indoísmo, sikhismo, religiones primitivas. La diversidad es una de las “leyes” del mundo.

En el mundo moderno, la tecnología es una cosa maravillosa. Nos permitió entrar en toda la superficie de la tierra. En arcanas enciclopedias se decía algo importante: lo que producía cada país. Estos tenían vino y aquellos tenían ganado vacuno, bovino y se podían ver en el mapa las plantaciones de soya, maíz, cebada, trigo. En el mismo mapa, se nos hacía indicación del oro, la plata, el ferroníquel, la bauxita y otros minerales. Esto funciona, en términos gnoseológicos, como un curso de economía. Cuando recuerdo esto, recuerdo el libro de Ad  am Smith, que puso estas cosas claras.

En este año –2022, que hemos recién inaugurado–, usamos una tecnología satelital que se nutre de mapas de todas partes del mundo. Hemos asimilado el asunto como si hubiéramos nacido con ello. Para llegar a algún lugar intrincado, solo hay que dar un clic. No me imagino con un mapa de McNally intentando llegar a la Mesopotamia criolla donde ocurrió el desastre del huracán Georges, o a un punto específico de Las Terrenas. Lo que tenemos que entender es que las posibilidades de perderte para llegar a tu destino son menores.

Es bueno entender que, –históricamente– El Atlas no se mete en política pero qué no es política a estas alturas? Ese anuncio de Nivea en un tren de Alemania le permite otear una ciudad poblada de millones (en versiones actuales no tenemos la foto del muro caído). Casi todo está en el libro, un superbo libro para leerlo de cabo a rabo para luego comparar lo que dicen los autores modernos sobre un montón de cosas hábilmente mercadeadas. Falta hacer la historia de las teorías científicas y cómo estas se mercadean en los cenáculos intelectuales y en los lectores de todas partes.

Entre los lectores, algunos tienen la impresión de que todavía se imprimen Atlas, pero las informaciones habrán cambiado. Todo se moderniza, sin embargo está clarísimo: hay informaciones, tal como la llegada de Aldrin, Amstrong y Collins a la Luna –hay una teoría de conspiración que dice que todo fue una película hecha por Kubrick–, que son noticiosas: ocurrieron en un momento histórico y fueron luego registradas, algo parecido a lo que sucede con el libro Who is Who que muchos conocen. En el libro tenemos las fotos de la misión del Apolo 11.

Uno piensa en regalarle a alguien un libro de estos. Luego nos damos cuenta que pueden ser carísimos. O regalar de pronto la Enciclopedia Británica que no ha caído en desuso, aunque todo lo tengamos a ley de un clic. Con un Atlas como éste –en la edición contemporánea preparado especialmente para América Latina–, la gente puede entender mejor de dónde se viene sin tener que esperar a que un bestseller adapte algunas concepciones ideológicas y las nutra de toda la ciencia anterior. Aparte, incluye una interesante tabla de distancias aéreas y otra de distancias marítimas. A fin de cuentas, un Atlas es un libro para toda la vida. Uno lo lee en diversas etapas, como ocurre con este de McNally, repleto de mapas que están hechos con la más variada tecnología cartográfica.

Como vemos, se recibe el año con una pandemia, algo que no esta en el mapa y en el territorio, la novela de John Banville (el mejor escritor en lengua inglesa, según algunos), y tampoco en el Atlas pero que podemos encontrar en las historias de algunos libros o artículos. Tal es el caso del argentino Romero –le va a Racing–, que ha hablado de la peste: así se llama el libro de Camus que leímos hace mucho y que recordamos con buenas intenciones. Hoy la gente tiene la valentía al enfrentar este virus y es un indicador de la fortaleza de la humanidad. Las variantes de la enfermedad serán vencidas.

En estos días, habrá que ver entonces si en las ferias de libro visitadas, todavía están esos tipos que iban de casa en casa vendiéndote enciclopedias, solo para preguntarle: “ey, y no tienen un Atlas, no tienen libros de Marco Polo, y tampoco tienen libros para colorear para niños?” Con una sonrisa en el rostro, este señor nos podrá decir que los Atlas están escasos, que quizá la información de la web ha terminado por obliterarlos. Por cierto, la herramienta Stumbleupon, al parecer terminó como Mix, una página web que te da todo sobre un tema en páginas web. Y tenemos más avances tecnológicos en la medida en que pasa el tiempo.

Como ven los investigadores, los viejos Atlas de antes, así como las enciclopedias en papel, eran un McLaren que era manejado como lo hubiera hecho Alain Prost. Se leía de manera veloz, o de manera pausada. Ojo: es una curiosidad que haya llegado a nuestra memoria el nombre de Charles Atlas, el fisiculturista más famoso del mundo que, con gran despliegue publicitario, vendía su técnica de mantenimiento físico en los paginas anteriores de los paquitos leídos en la década de los setentas y ochentas. Todo tiempo pasado fue mejor!, frase atribuida a Jorge Manrique.