Estados Unidos dedicó gran parte de su esfuerzo militar y diplomático del último medio siglo a apoyar y armar a una serie de países considerados potencias medianas, con la idea de contrarrestar la posible influencia regional de otras a las que considera hostiles, pero fundamentalmente para abrir mercados a su influyente industria armamentística.

Ahora bien, acostumbrado siempre a imponer su ley y su discurso como palabra sagrada, entre las vueltas que da la vida se encuentra con la sorpresa de que ahora algunos se sienten en condiciones de desobedecer sus órdenes y hasta contradecirle. Tal es el caso del reciente acercamiento a China o a Rusia de países como Arabia Saudita, India, Indonesia, Turquía y hasta Israel, postura tan distinta a la adoptada por los de la Unión Europea.

A casi todos los países de Asia, Medio Oriente, África y América Latina, cuando comienzan a percibir a China como un posible buen socio, Estados Unidos intenta amedrentarlos inculcándoles que esa cercanía puede constituir un peligro para ellos. Como si antes les hubiera ido muy bien con la colonización europea o con su dependencia económica de los Estados Unidos. Muchos de ellos ven que les va mejor con el crecimiento de China.

Los dirigentes norteamericanos se encuentran ahora con frecuentes respuestas que no estaban habituados a recibir o no esperaban. Obviamente, su mayor preocupación es la guerra comercial desatada para detener el crecimiento económico de China a fin de evitar que le supere en PIB. Ahora bien, en el caso hipotético de que lograra tal fin, eso no le valdría de mucho porque más atrás viene otro país tan grande como China, creciendo igualmente rápido, que es la India.

El ministro de Exteriores de India, Subrahmanyam Jaishankar envió un meta mensaje durante el Diálogo de Raisina, en abril del 2022, donde expresó que “Debemos tener confianza en nosotros. Creo que es mejor comprometerse con el mundo sobre la base de lo que somos, en vez de complacer al mundo como pálida imitación de lo que son”.

La India fue empobrecida por Gran Bretaña, con el propósito de preservar un gran mercado para su propia industria. Entonces la industrialización de Occidente fue favorecida por la desindustrialización de la India, bajo el pulgar de los británicos, que suprimieron las industrias locales.

Como dice Branko Milanovic “En la década de 1970, la participación de la India en el PIB mundial era inferior al tres por ciento, mientras que la de Alemania, una gran potencia industrial, era del siete por ciento. Para 2021, esas proporciones se habían intercambiado”.

A partir de este año, se estima que la India es el país más grande del mundo, superando a China en términos demográficos. Tanto por su gran población como por su baja producción inicial, India irá crecientemente desempeñando un papel similar al que China ha desempeñado en los últimos decenios.

En su crecimiento le pasó de largo a su antigua metrópoli imperial, y ya en paridad de poder adquisitivo es la tercera economía del mundo, casi duplicando a la de Japón, y al ritmo que va, en algunas décadas también superaría a la de los Estados Unidos. Aunque su PIB per cápita sigue siendo bajo, al considerar sus dimensiones demográficas resulta que tiene una clase media consumidora mayor que las de cualquier país europeo, y según algunos entendidos, mayor que la de los propios EUA.

Durante las festividades del 75.º Día de la Independencia, el primer ministro indio Narendra Modi esbozó la meta a ser alcanzada hacia los cien años de vida independiente (a cumplirse en el 2047), cuando reveló una hoja de ruta única para el país durante los próximos 25 años que denominó "Amrit Kaal".

El objetivo expuesto para mejorar la vida de los ciudadanos consiste en reducir la brecha en el desarrollo entre pueblos y ciudades, disminuir la interferencia del gobierno en la vida de las personas y adoptar la última tecnología. Ello pretende conseguirlo por medio de: complementar el enfoque de desarrollo a nivel macroeconómico con un principio de bienestar integral a nivel microeconómico; impulsar la economía digital, la transición energética y la acción climática; y un círculo virtuoso de inversión privada con inversión de capital público, apoyando a la multitud en la inversión privada.

A pesar de sus diferencias, que Estados Unidos se empeña en magnificar, India y China consideran que hay varios nexos entre ellos, como su rechazo a la visión occidental de los derechos humanos. Infortunadamente este es un asunto sensible para ambos países. Según ellos, “los distintos países tienen condiciones nacionales, culturas históricas, sistemas sociales y niveles de desarrollo económico y social diferentes”, pero que pueden compaginar en su esfuerzo de desarrollo.