Pinta, escribe, sueña, baila. Canta, medita, construye y destruye.

El artista es posiblemente la contradicción de Dios. Lo imita y a la vez intenta superarle. Lo busca, lo encuentra, lo pierde. Lo alaba y lo rechaza.

Por ahí andan ellos intentando impresionar, intentando emocionar, intentando mostrar su ego para llevarlo al trono y desde allí colocarse la corona. Son reyes de su propia expresión.

Celosos de sus creaciones, ya que suelen hacerla desde sus adentros y desnudar su alma, es exponerse a la calumnia y el desamor de los hombres.

Sobreviven de las adulaciones, pero realizan que no mata el hambre. Y si además no reciben alabanzas, el hambre termina matándolos.

Coincidir sus gustos con el gusto de todos sería la garantía del éxito, pero pocos logran alcanzar esa fórmula.

Algunos serán farsantes que disimulan lo que no sienten, pero no hay manera de engañar al alma. Otros serán usados como objetos monetarios y verán su nombre plasmado por todas partes, pero lo que no tiene corazón terminara siendo arrastrado al olvido.

Vivir del arte es vivir del sueño. Pero no de “ese” sueño que invita a la fama y evoca riquezas, sino de “ese sueño” que interiormente te despierta y convida a crear ajeno a recompensas.

Un sueño latente que te hace navegar en dimensiones astrales como si fuera una nostalgia que te llama constantemente y a la que intentas una y otra vez plasmar en tus creaciones, buscando alcanzarla y descubrirla…

El artista es humano, no es un ser iluminado ni nunca lo será mientras viva. Goza de todos los atributos terrícolas aunque quizás sea el único que se lanza en esa absurda ilusión de descifrar los sueños.

De alcanzar la vida desde su misterio ancestral al presente ajeno y también desconcertante.

El artista que se deja llevar por la incertidumbre lograra transformarse en un médium, un escribidor o plasmador de signos y mensajes recibidos desde otras latitudes.

Dimensiones paralelas o lejanas de lenguajes ajenos prohibidos al entendimiento humano. Solo “evocan” vibraciones que tocaran algunas almas sutil o estremecedoramente.

Cada artista, al igual que cada ser humano, tiene un destino y una misión en esta dimensión terrena. El alcance designado a cada cual será proporcionalmente igual a su éxito. Unos tocarán millones y otros, algunas docenas. Pero también los hay aquellos que crearon solo para alcanzarse a sí mismos.

El tiempo designado y el propósito del mismo seguirá siendo parte de esa misteriosa ecuación universal que regula la vida de todos. Es por ello, que muchos ignorados del pasado sean exitosos en el presente.

Si el artista no está conectado, es probable que su arte no tenga nunca repercusión más allá de su círculo íntimo al que les fue designado recibirla.

Las disyuntivas y dilemas del artista muchas veces son las causas que producen esa conexión definitiva y necesaria para producir un mensaje acorde a las energías del universo.

Parecería que mientras más baja están las energías humanas, más altas están las universales. Como si para alcanzar el amor es menester es dolor.

Muchas de las obras que más han tocado las fibras humanas fueron realizadas desde el dolor mismo, transformándolo en la más pura belleza.

El artista verdadero está designado a estos designios de incertidumbres. Los que suelen estar a su lado padecerán del bien o del mal o simplemente se apartarán del mismo.

No todos estamos capacitados para soportar tales energías.

Gracias a ello, sin embargo, agradezcamos a los creadores, quienes están padeciendo su destino con gallardía en pro de un bienestar para todos, ¡así nos esté llevando el mismísimo diablo!… ¡Salud! Mínimo Caminero