Según se conoce, las cinco virtudes reconocidas a nivel global. Estas virtudes son: (a) la Humildad; (b) la prudencia; (c) la justicia; (d) la fortaleza; y, (e) la templanza (Tratado de Psicología Social de la Universidad de Cambridge, 2004).

En tal sentido, la humildad les permita a las personas “reconocer sus fortalezas y sus debilidades y, al mismo tiempo, asumir conciencia para convertir las debilidades en oportunidades para su crecimiento continuo”. Como se sabe, la humildad es lo opuesto a la soberbia (ONU, 2001).

De su lado, la segunda virtud es la prudencia. La prudencia proviene del verbo “provideo”, que significa ver de lejos o prever. Las personas prudentes, meditan, analizan y ponderan los pros y los contras, antes de tomar una decisión importante.

Por su parte, la prudencia implica actuar con cautela, respetando la vida, los derechos y la libertad de los demás, dejando a un lado la insensatez, la crítica visceral, los insultos, las extravagancias y el deseo de controlar todo (El arte de la prudencia, Baltasar Gracián, España,1668).

La tercera virtud es la justicia. Las personas justas se caracterizan por su capacidad de discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal. Como tales, las personas justas son honestas, rectas, compasivas, humanitarias y no permiten que se cometan atropellos contra las demás personas.

Asimismo, las personas justas tratan a los demás como a ellas les gustaría que las traten, convirtiéndose en  un referente o modelo a seguir por sus pares, sus familiares, sus amigos y  compañeros/as de labores.

La cuarta virtud es la fortaleza. Como tal, la fortaleza es la virtud moral que asumen las personas para resistir y hacer frente a circunstancias y hechos que requieren de análisis, agudeza, ponderación, conciencia, el perdón y una actitud resiliente.

En tal sentido, las personas fuertes se recuperan de pérdidas y frustraciones importantes y, al mismo tiempo, son capaces de afrontar hechos adversos y salen fortalecidas de ellos. Según ha constatado la Psicología Social, las personas fuertes sacan lo mejor sí mismas frente a las adversidades, aprenden y continúan hacia delante.

Según se reconoce, la cuarta virtud es la templanza. De su lado, las personas con templanza son capaces de afrontar circunstancias que las inducen a ser cautelosas y justas. Asimismo, las personas con templanza no se dejan manipular y evitan causar daños, dificultades e inconvenientes que perjudiquen a los demás.

Por su parte, el cristianismo considera “la templanza como una virtud valiosísima desde el punto de vista moral”, ya que las personas con esta virtud son capaces de controlar los apetitos y las atracciones que ejercen los placeres.

Además, el cristianismo asocia la templanza con el control de los excesos, la castidad, la modestia, el autocontrol, la hospitalidad, el decorum, la abstinencia, el perdón, la integridad y el respeto a la vida.

De su lado, Aristóteles definió la templanza “como sinónimo de virtud o un sentido especial”. Para Aristóteles, la templanza es un comportamiento moderado del disfrute de los placeres más vehementes y atrayentes, como son los placeres del tacto, las bebidas, las comidas y los placeres del cuerpo o venus), entre otros (384-322, a.C.).

Como se sabe, en estos tiempos modernos la sociedad ha visto emerger personajes de la talla de Mahatma Gandhi, la Madre Teresa de Calcuta, el Papa Juan Pablo II y Nelson Mandela, cuyos comportamientos y liderazgos los ejercieron con humildad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza y compromisos que los hizo merecedores del respeto y el amor de los pobres y afligidos.

En tal sentido, el liderazgo político, empresarial, académico y eclesial de nuestro país, debería reflexionar sobre los ejemplos de humildad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza y compromisos que sus líderes les están modelando y transmitiendo a las presentes y a las futuras generaciones.

Desde nuestro punto de vista, nuestro país requiere de un liderazgo político, académico, empresarial y eclesial que, asuma conciencia sobre la enorme brecha que existe en la distribución de las riquezas en nuestro país.

Concebir políticas para mejorar los sistemas de salud y de educación vigentes, así como poner en marcha programas e iniciativas que generen empleos dignos y mejoren los servicios de energía eléctrica, agua potable y transporte, entre otros, son prioridades que no se deberían postergarse por mucho tiempo en nuestro país.

“El error es humano, pero más lo es culpar a otro de ello” (Baltasar Gracián).